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El pueblo patagónico donde el tiempo se detiene a orillas del río

A pocos kilómetros de Bariloche, existe un pueblo pequeño y encantador donde la naturaleza y la tranquilidad son protagonistas. Villa Llanquín es ideal para quienes buscan una escapada distinta durante las vacaciones de invierno.

Villa Llanquín, un pueblo oculto cerca de Bariloche.

Villa Llanquín, un pueblo oculto cerca de Bariloche.

Claudio Elias/Wikipedia

Mientras Bariloche brilla como destino principal de la Patagonia argentina, en sus alrededores hay pueblos que todavía guardan la magia de lo auténtico. Uno de esos tesoros es Villa Llanquín, un pueblo patagónico con menos de 400 habitantes que invita a vivir una experiencia diferente, lejos del turismo masivo y del bullicio urbano.

Situado a tan solo 40 kilómetros de Bariloche por la ruta 237, este pueblo sorprende desde el inicio del trayecto: para ingresar a Villa Llanquín hay que cruzar el río en una balsa gratuita, una experiencia única que ya anticipa el ritmo tranquilo y el espíritu aventurero del lugar.

Qué hacer en el pueblo: naturaleza, aventura y calma

Villa Llanquín ofrece paisajes de cuento, rodeados de montañas y ríos cristalinos. El trekking es una de las actividades preferidas, con senderos que atraviesan bosques y miradores naturales. Los amantes de la pesca también encuentran su paraíso en las aguas del lugar, famosas por su pureza.

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Este pueblo te enamora en todas las estaciones.

Este pueblo te enamora en todas las estaciones.

En invierno, quienes buscan nieve y deportes de aventura pueden disfrutar de pistas menos concurridas en las cercanías, ideales para esquiar o practicar snowboard en un entorno sereno. El pueblo, con su iglesia colonial, calles empedradas y atmósfera cálida, invita además a paseos tranquilos y a desconectarse del ritmo acelerado de la ciudad.

Un pueblo que invita a descubrir la Patagonia diferente

La vida en Villa Llanquín transcurre al ritmo de la naturaleza. Los visitantes pueden relajarse junto al río, contemplar la belleza de los paisajes patagónicos y disfrutar de la hospitalidad de sus habitantes. Más allá de las actividades, el mayor atractivo del pueblo es su calma y la posibilidad de reconectar con lo esencial, en uno de los secretos mejor guardados de la región.

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