Evolución del consumo de vino en Argentina: de la tradición a la innovación
La autora reflexiona sobre la realidad actual de esta industria, y analiza cuáles pueden ser las decisiones y herramientas para que pueda repuntar.
Desde tiempos inmemoriales, el vino ha sido un elemento central en la vida de los argentinos. Celebramos nuestras victorias y lloramos nuestras pérdidas con una copa en la mano. Sin embargo, el consumo de vino en nuestro país ha sufrido una transformación notable en las últimas décadas. Esta evolución no solo refleja cambios en nuestras preferencias personales, sino también en cómo entendemos y vivimos el vino.
Personalmente he visto al vino principalmente como un compañero de nuestras comidas familiares. Era común encontrar en las mesas de domingo diversos vinos, compartido entre generaciones. Pero hoy, el panorama ha cambiado. No solo es tradición si no que como consumidores buscamos nuevas experiencias, y esto se refleja en la diversificación de las bodegas. En mi caso hoy me emocionan los vinos orgánicos, biodinámicos y naturales que además han ganado terreno, capturando la atención de aquellos que buscan autenticidad y sostenibilidad en cada sorbo.
La gastronomía también ha jugado un papel crucial en esta evolución. El auge de la alta cocina y el interés por las armonizaciones han llevado a una apreciación más sofisticada del vino. Ya no se trata solo de beber vino, sino de vivir una experiencia sensorial completa, donde cada copa complementa y realza los sabores de los platos.
Hoy en día, observamos un cambio significativo en el consumo: los argentinos beben menos vino, pero optan por opciones con menor contenido alcohólico y disfrutan de un consumo más relajado y versátil. Cada vez es más común ver el vino como ingrediente principal en cocteles creativos, lo que descontractura y moderniza su consumo. Además, hay un creciente interés por variedades no convencionales, lo que demuestra un apetito por la innovación y la distinción.
Como sommelier y empresaria en la industria vitivinícola, he observado de primera mano cómo la segmentación de los vinos puede mejorar la experiencia del consumidor. Es fundamental que los vinos de producción masiva se distribuyan en canales masivos, mientras que los vinos de alta calidad y producción limitada encuentren su lugar en vinotecas y restaurantes que puedan ofrecer una comunicación precisa y un entorno que sume a la experiencia. Esto incluye la contratación de personal calificado, un servicio destacable y recursos que justifiquen la inversión en estos vinos.
Una práctica interesante sería la venta de ciertos vinos exclusivamente en las bodegas, para evitar diferencias de precios y enriquecer la experiencia de los visitantes. La industria, en conjunto con un marco institucional adecuado, podría fomentar propuestas de consumo responsables y accesibles, educando al consumidor sobre las razones detrás de las diferencias de precios y la calidad del vino.
Las bodegas han respondido a estos cambios, innovando en sus procesos y presentaciones. La importancia del marketing y las nuevas formas de comunicación, como las redes sociales y las catas virtuales, han sido esenciales para conectar con estos nuevos consumidores.
Finalmente, la sostenibilidad y el consumo responsable están cobrando protagonismo. Los consumidores son más conscientes y optan por vinos producidos de manera ética y sostenible. Los vinos orgánicos y biodinámicos son un reflejo de esta tendencia, ofreciendo una opción que respeta tanto al medio ambiente como al paladar.
La evolución del consumo de vino en Argentina es un claro ejemplo de cómo tradición e innovación pueden coexistir y enriquecer nuestra cultura vinícola.
Celebrar el Día del Vino Argentino es una oportunidad para reflexionar sobre estos cambios y mirar hacia un futuro prometedor.
Romina Rolón es Sommelier, educadora y empresaria vitiviícola.