El mito de que bajar el gasto público es recesivo: todo depende de quien lo pague
Eterna discusión entre economistas ortodoxos y heterodoxos. ¿Que tipo de gasto público hay que bajar para que se reactive la economía? El caso argentino y las asignaturas pendientes.
El ministro de Economía, Luis Caputo
N/ASuele decirse que el aumento del gasto público reactiva la economía y que una baja del gasto público la deprime. A quienes defendemos la reducción del gasto nos llaman ortodoxos, los desalmados que queremos ajustar a costa del pueblo y demás adjetivos que nos descalifican, como si disfrutásemos viendo a la gente sin trabajo y sumergida en la pobreza.
Veamos qué hay de cierto en las dos posturas comenzando por el aumento del gasto como “reactivante”.
Como en economía no hay magia, lo primero que hay que preguntarse es: ¿cómo se financia todo aumento del gasto?
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Los mecanismos de financiamiento del aumento del gasto son los siguientes:
1) Aumento de impuestos
2) Endeudamiento interno y externo
3) Emisión monetaria
4) Consumo del stock de capital
5) Confiscaciones
Si se aumenta el gasto financiándolo con aumento de impuestos, ese aumento lo único que hace es transferir recursos de los que pagan más tributos a quienes los reciben vía el gasto. Supongamos que se grava a los sectores de mayores ingresos para transferírselos a los de menores ingresos.
En principio los sectores de menores ingresos consumen más, pero los sectores de mayores ingresos invierten menos o bien ahorran menos. Al haber menos ahorro hay menos recursos para financiar inversiones y consumo, con lo cual el efecto de corto plazo es neutro. Solo aumenta el consumo de ciertos sectores a costa de menos inversiones.
El nivel general de demanda es el mismo, lo que cambia es la composición de la demanda. Se incrementa la demanda de bienes de consumo y se deprime la demanda de bienes de capital. El efecto de largo plazo es que las menores inversiones se traducirán en menos productividad de la economía, salarios reales más bajos en el futuro y menos puestos de trabajo.
Ahora, si el gasto sigue aumentando y la presión impositiva se extiende a amplios sectores de la sociedad, la historia muestra que la gente termina rebelándose contra los gobiernos que los esquilman impositivamente.
Imaginemos ahora que el aumento del gasto se financia con crédito interno. En ese caso, la mayor demanda de crédito por parte del sector público eleva la tasa de interés y desplaza al sector privado del mercado crediticio, con menor consumo e inversión. Nuevamente, hay más actividad por el aumento del gasto, pero menos actividad por el costo crediticio más alto para invertir.
Si en vez de recurrir al ahorro interno se recurre al ahorro externo para financiar el aumento del gasto, puede haber una reactivación de corto plazo dado que se consume más utilizando el ahorro de los japoneses, alemanes o italianos, pero el efecto de largo plazo es que aumenta el gasto por mayores intereses a pagar, lo cual exigirá nuevas fuentes de financiamiento para pagar tanto los intereses como el capital.
El ejemplo más claro que puede darse son los 90 cuando se financió el aumento del gasto con endeudamiento externo lo cual disparó el gasto y la deuda hasta que fue insostenible.
Si el aumento del gasto se financia con emisión monetaria, inicialmente puede generar una ilusión monetaria que lleve a más consumo, pero a medida que sube la tasa de inflación, caen los salarios reales y se contrae el consumo. El efecto de corto plazo puede ser más actividad, pero en el largo plazo se entra en procesos de recesión con inflación o estancamiento con inflación.
En cuarto lugar, veamos el financiamiento del gasto consumiendo stock de capital. El Estado puede destinar recursos que deberían ir al mantenimiento de la infraestructura del país hacia sectores que al recibir esos recursos aumentan el consumo. En este caso no hay aumento de la actividad, solo cambia el tipo de actividad, se compran más bienes de consumo y baja la actividad en los rubros ligados al mantenimiento de rutas, trenes, sistema energético, puertos, etc.
Desde el punto de vista macro, los que venden bienes de consumo festejan, los que se dedican al mantenimiento de la infraestructura ven disminuir sus ingresos, con el agravante que este mecanismo de financiamiento puede derivar en muertes como las que hemos visto en varias tragedias ferroviarias y en las rutas.
Finalmente, se puede financiar el gasto confiscando, como ocurrió con nuestros ahorros en las AFJP. Ahí sí tenemos un aumento del consumo y de la actividad a costas de un sector de la sociedad que ahora tiene que jubilarse con monedas. Sus ahorros para el retiro se los robó el Estado.
Como puede verse, no es tan cierto que el aumento del gasto público siempre incremente el nivel de actividad en el corto plazo. En unos casos solo genera cambios en el tipo de bienes que se demandan, pero la demanda global se mantiene constantes. En otros casos puede estimular la economía en el corto plazo, pero con efectos contractivos en el largo.
Obviamente que solamente bajar el gasto no sirve de nada si no está hecho en un contexto de política económica e institucional creíble que rápidamente encauce la economía hacia el crecimiento. Eso es lo que ocurrió con la devaluación del 2002. Solo cambió los precios relativos de la economía, licuaron el gasto público con la inflación, pero no hubo un plan de crecimiento económico de largo plazo. Solo pudo sostenerse esa brutal devaluación porque la suerte hizo que subiera el precio de la soja y el viento de cola nos empujara durante 10 años.
En síntesis, es una ficción que el aumento del gasto público sea la panacea de la economía que mágicamente produce una explosión de actividad. En todo caso puede ser asimilada, dependiendo de la forma en que se lo financie, a drogar la economía, con el efecto desastroso que luego tiene sobre la sociedad cuando luego llega el momento de la verdad. Primero se pide más droga, pero ese exceso de dosis de droga termina destruyendo el sistema económico y luego la cura es dolorosa.
Por otra parte, la baja del gasto implica devolverle poder de compra al contribuyente que debe pagar menos impuestos.
¿Por qué razón no se reactiva la economía si el gasto público bajó con el actual gobierno? Porque, al igual que en el 2002, la baja del gasto no la pagó la casta, sino que lo que se hizo fue licuar el gasto público en salarios, jubilaciones, falta de mantenimiento en las rutas, etc. y todo esto no fue compensando con ingreso de inversiones que generara crecimiento.
Como el tipo de cambio se atrasó, castigó las exportaciones, las que crecieron en forma marginal, salvo en algunos sectores como energía.
Si la forma de bajar el gasto del actual gobierno es la incorrecta, de fallar el actual plan, pasaremos décadas con el estigma de que bajar el gasto público es recesivo y volveremos al despilfarro fiscal.