Caputo, la inflación, los supermercados y el cambio de estrategia liberal
Pese a la relativa desaceleración de las subas de precios en febrero, en el Gobierno temen que en marzo la inflación dé un salto, que podría ser muy mal recibido por la gente.
Luis "Toto" Caputo tardó dos meses y medio en convencerse. Pero hoy, afirman quienes lo rodean, no tiene dudas. El ministro de Economía, un experto probado (y por ahora exitoso) en mercados financieros de países muy emergentes como la Argentina, está lentamente conociendo los vaivenes y realidades de la economía real del país. La que, se sabe, a veces poco tiene que ver con lo que dicen los libros o las teorías económicas.
Lo saben los estructuralistas. Y también lo ortodoxos que antes que Caputo habían pasado por el palacio de Hacienda. Y ahora también el titular de Economía comienza a convencerse. Algo de regulación y de controles sobre los precios de los bienes de consumo masivo debe haber, especialmente cuando se decide una desregulación fuerte y clara (y quizá comprensible) de la economía.
Sucede que la economía real argentina, la que manejan las empresas productoras de eso bienes, no siempre se maneja con las lógicas del resto de los países del mundo, incluso los regulados. Tantos años de inflación estructural en Argentina provocaron cambios radicales en la cultura económica y financiera del país, que modifican los comportamientos que tendría cualquier operador en un mercado internacional normal.
Luis "Toto" Caputo, un hombre formado en los más altos regímenes financieros del mundo, al punto de convertirse a su mediana edad en un rockstar de las finanzas mundiales y en un trader de renombre internacional, reconoce siempre que su fuerte no son las políticas macroeconómicas. Y, en estos tiempos, incluso afirma que algo de la teoría liberal debe ser dejado de lado en algunos aspectos de la economía argentina. Especialmente en cuanto al control de la inflación.
Hubo algo que Caputo leyó y que lo alarmó. Los primeros datos sobre la evolución de los precios de marzo no estarían mostrando el camino descendente que se viene registrando desde diciembre. Y que la escalera entre ese mes y febrero (25,5%; 20,6% y, posiblemente, menos de 15%) se trabe en marzo o, en el mejor de los casos, sostenga el mismo porcentaje del mes pasado.
Piso inflacionario duro
Algo seguro estaría pasando: el sueño de un marzo al 10% habrá que olvidarlo. Y pelear duro para que este nivel se logre en abril o mayo. Sabían Caputo y su gente que había decisiones ya tomadas que provocarían un piso inflacionario duro. Las alzas en los combustibles y el servicio eléctrico serían implacables este mes y aportaría no menos de 5 puntos porcentuales de aumento seguro.
Otros rubros liberados ayudarían a un alza extra, como educación (fundamentalmente materiales y cuotas escolares), alquileres, prepagas y el transporte. Lo que no tenía en carpeta el Ministerio de Economía, es que también habría que convivir con un incremento en los precios de los alimentos y bebidas, productos de limpieza y de higiene, todos bienes de consumo masivo, factor que se creía estacionalizado.
Se esperaba que la recesión no impulsara los precios de este rubro al menos hasta mayo o junio. Sin embargo, los relevamientos de la primera semana de este mes provocaron un tembladeral en las oficinas de Caputo y su equipo, al observarse un recalentamiento en alimentos básicos y productos de consumo popular. Esos que, sí o sí, el INDEC mide todos los meses.
Comenzó entonces a circular un fantasma en el Palacio de Hacienda: que marzo no sólo no arroje un dato inflacionario favorable, sino que incluso pueda ser superior al de este mes. Algo imposible de presentar en una sociedad en pleno y feroz ajuste para que esto no suceda.
Ocurrió entonces lo impensado. Que Caputo cambie de opinión. Y considere seriamente la alternativa de intervenir en los mercados involucrados. Concretamente, ver cómo influir desde el Palacio de Hacienda para que los precios en las góndolas dejen de subir. O, incluso, evaluar la utopía que bajen.
Surgió así la idea de suspender las promociones de los supermercados. Que los descuentos del 60% en la segunda unidad sean del 30% en cada producto para que el inspector del INDEC tome una deflación vía promociones supermercadistas. Que el 2x1 sea reconvertido en un descuento sobre la góndola. En definitiva, que las ganancias de los hiper y supermercados vengan por una mayor cantidad de ventas en lugar de rentabilidad por menos ventas con productos más caros.
Experiencia kirchnerista
Curiosamente, Caputo ejecuta una idea que alguien ya había puesto en práctica: fue en el 2022, cuando Roberto Feletti impuso desde su mandato en la secretaría de Comercio Interior un régimen de congelamiento de precios, a cambio de la liberación de insumos para producir más y ganar dinero con mayores ventas.
Obviamente, hay grandes diferencias en ambos planes, especialmente en cuanto a la idea de un congelamiento general de precios con aumentos negociados producto por producto, bien por bien. Sin embargo, la manera teórica de enfrentar el problema, curiosidades de la historia, ponen al actual ministro y al segundo secretario de Comercio Interior de Alberto Fernández en una proyección similar.
Todos lo esperaban de Feletti. La novedad es que Caputo esté considerando (quizá con razón) medidas intervencionistas que limiten un argumento de libre competencia como la estrategia de promociones. Se verá el resultado. Por ahora, los fabricantes preparan sus oficinas de negociaciones con funcionarios públicos, las que desde diciembre estaban desmanteladas.