Pymes: un aprendizaje constante
Ya estamos absortos de escuchar cómo se habla de que la salida es el ajuste o el tránsito de un largo camino para combatir la inflación y acotar el déficit fiscal.
Hace varios años ya, cuando decidí meterme de lleno en la pyme familiar, la cual estaban gestionando mis hermanos, asumí hacerme cargo del punto más débil de nuestro negocio; la administración. No era un avezado en el tema (aun sigo aprendiendo) pero venía con el bagaje de lo que fue la gestión de mi papá, muy laburante en el día a día, hombre de palabra, pero al que no le alcanzaban las horas del día para llevar una buena administración y planificar las finanzas de la empresa.
Recuerdo que en ese entonces busqué asesoramiento en una consultora, para que nos guie en cómo organizarnos. Fui a la cita con uno de mis hermanos, y la chica que nos entrevistó nos preguntó; ¿saben cuánto ganaron este último año? Con mi hermano nos miramos y no supimos responderle. Ella sonrió y nos dijo que no nos alarmemos, que, en el mundo de los emprendedores y las pymes, es de lo más habitual manejarse intuitivamente, lo cual justamente es un error.
Inmediatamente buscamos otro contador para que nos acompañe en el día a día, de una manera más didáctica en lo que es manejarse dentro de la telaraña impositiva y regulatoria a nivel nacional, provincial y municipal, sin dejar de lado a los sindicatos, y grandes empresas que adquieren nuestro servicio, pero a la vez nos imponen sus condiciones, casi nunca armoniosas para una pyme.
Mi contador de entonces me dijo una frase que no olvidaré: “problemas administrativos, traen problemas financieros, y viceversa”. Entendí que había que ordenarse y desterrar la lógica con la que mi padre se manejó casi toda su vida. Esto también importaba un cambio de hábito, ya que, como sus hijos, copiamos todo lo bueno, pero también justamente algunas cosas que había que dejar de lado, es decir, el desorden.
Tener una pyme en Argentina, con la dinámica inflacionaria tan incorporada a nuestra idiosincrasia, hace a mi entender, que cualquier negocio que uno tenga, no importa el rubro, sea principalmente un negocio financiero. Hay que estar al tanto del valor de los diversos tipos de cambio, las alícuotas impositivas, retenciones, percepciones, ver mes a mes los índices de ajuste que publican los organismos oficiales, las paritarias, la tasa de interés.
También renovar el descubierto, mantener el cupo de descuento de cheques a una “mejor tasa” en el banco. Cubrir los cheques con los que se paga a los proveedores, todo antes de las 15 horas, o de las 12 AM, según el banco. Hacer un costeo diario del servicio para tratar de competir con un mejor precio en un mercado deprimido o zigzagueante. La capacitación es constante y el desafío de no fundirse es minuto a minuto, por lo que un emprendedor, termina siendo un “ser autoexplotado”.
En 2021, me topé con una interesante nota de un miembro del Monapy (Movimiento Nacional Pyme), en la cual describía su día a día, con el mismo grado de detalle, pasión, sufrimiento e incertidumbre con el que yo me levanto todos los días, y hacía hincapié en la imperiosa necesidad de crear nuevas bases para nuestro crecimiento. Decidí acercarme a compartir experiencias con sus miembros y al instante me di cuenta de que estaba hablando con gente como yo, con los mismos problemas, que aun con diferentes ideologías políticas, no pierden de vista las reformas que hacen falta para ayudarnos a crecer.
El Monapy tiene su propio proyecto de ley, el cual se enfoca en los problemas principales que aquejan a todo aquel que tiene una idea y la quiere transformar en un emprendimiento; el impositivo, el laboral y la financiación. Cualquier mortal que decida inscribirse en el Régimen General de la AFIP, pasa a pagar las mismas alícuotas que una multinacional. Ni hablar si querés sacar un crédito, ya que las tasas son siderales y piden una cantidad de requisitos que no siempre se pueden cumplir para el que recién comienza.
El banco te presta el paraguas cuando hay sol, y te lo saca cuando llueve, decía mi papá. Pero no caigamos con todo el peso solo sobre ellos, porque la Argentina ha destruido cuatro signos monetarios a lo largo de su historia, tuvo tres hiperinflaciones en los últimos 30 años, hace más de 10 años que no crece y no genera empleo, y sus jóvenes en su mayoría no estudian ni trabajan, y los que sí lo hacen, deciden en buena parte emigrar.
Todo lo anterior toma más significancia a mi entender, cuando una serie de reformas propuestas al régimen laboral vigente pateó el tablero en un debate que estaba estancado. Me refiero al Capitulo IV del famoso DNU 70/2023. Sin adentrarme en detalles, es necesario decir que muchos empresarios tenemos miedo de contratar gente porque el costo laboral es enorme, y a una pyme le quita competitividad contra las grandes empresas en a las cuales el peso de esta variable se les diluye, ya que la pueden trasladar más fácilmente al precio que paga el consumidor final. Esto, sin mencionar el siempre latente juicio laboral que en su mayoría resulta equivalente a la casi desaparición de una pequeña empresa.
En lo personal entiendo que este proyecto puede crear muchos puestos de trabajo y que muchos de ellos pasen a la formalidad, aportando impuestos, además de crear muchos puestos nuevos y de calidad. Pero ojo, porque una pyme necesita un apoyo en sus comienzos, con un sistema impositivo más ventajoso, y un sistema de créditos blandos que ayuden a arrancar.
Esto último se daría casi natural si la economía se estabiliza. Sin embargo, sino se armoniza el sistema tributario y no se consensua un nuevo pacto fiscal que morigere o alivie la presión fiscal, esta reforma laboral cuya constitucionalidad decidirá la Corte Suprema en algún momento, quedará como otra de las tantas declaraciones de buenas intenciones a las que la historia nos acostumbró.
Alegremente, sin embargo, siento que en la actualidad la palabra pyme nunca fue tan mencionada como ahora. Siempre estuvimos representados en todos los foros por grandes empresarios que desconocen el día a día del dueño de una pyme, y nuestra imagen nunca se pudo dibujar cabalmente en el imaginario social, de manera que muchas veces escuché asociar fácilmente la palabra “empresario” a “millonario”. Ser emprendedor es intentar materializar un sueño, y el camino que nos lleva a él nos apasiona.
El trayecto no es precisamente un camino de rosas, lo cual también hace que debamos recurrir a la templanza, la paciencia, y a amigarnos con la palabra incertidumbre. Se está abriendo un camino para nosotros, nos estamos haciendo un lugar, estamos haciendo conocer nuestra importancia en la economía del país.
Ser emprendedor también es luchar, y esto recién empieza.
* Diego Ricardo Laudani. Socio de la empresa Belpasso Construcciones S.A., integrante del Monapy.