Opinión

Precios justos: otro nombre pero la misma receta para el consumo masivo

En un intento más, de tantos, por frenar la escalada inflacionaria, el gobierno nacional anunció hace algunos días la voluntad de relanzar el programa “Precios Justos”, una nueva denominación para una receta conocida: el congelamiento de precios.

Mariano Gendra Gigena
Mariano Gendra Gigena sábado, 5 de noviembre de 2022 · 11:03 hs
Precios justos: otro nombre pero la misma receta para el consumo masivo

El Gobierno acaba de lanzar una nueva versión del programa Precios Justos, con canasta conformada por alrededor de 1500 artículos de consumo masivo, cuyos precios permanecerían sin modificación durante tres a cuatro meses ya está generando un debate acerca de su implementación.

Si bien se había hablado de una posible aplicación del plan a partir del 15 de este mes, poco se avanzó al respecto luego de aquella primera reunión que mantuviera la Secretaría de Comercio con las principales empresas alimentarias y de productos de perfumería y limpieza del país, a mediados de octubre.

Y aunque desde entonces éstas no volvieron a ser convocadas, el tema reapareció en la agenda pública a partir de las declaraciones del lunes pasado del ministro de economía Sergio Massa, en las que ratificaba que las negociaciones seguían en marcha.

De acuerdo con sus dichos, la entrada en vigencia de este programa estaría prevista ahora para diciembre y serviría para acompañar ese momento del año en que el consumo, por diversos motivos (Fiestas navideñas, vacaciones, inicio del ciclo lectivo) se “recalienta”.

Lo cierto es que, al ritmo inflacionario con el que venimos, pensar en congelar precios por 120 días resulta, cuanto menos, un reto desafiante. Con una inflación promedio acumulada en septiembre en torno al 66,1% y una cifra aún mayor en lo que concierne a alimentos (69,5%), octubre termina con incrementos en este rubro que, según estimaciones privadas, podrían alcanzar el 8%, una inercia que parece difícil de controlar.

Entre los productos con mayores aumentos destacan lácteos, huevos, carnes, frutas y verduras. “Precios máximos”, Precios cuidados”, “Súper cerca”, “Precios claros”, “Precios controlados”, “Cortes cuidados”, “Mercado federal ambulante”... son innumerables los planes de emergencia que, uno tras otro (y, muchas veces, simultáneamente) se han puesto en marcha para paliar los estragos que los desmanes económicos causan en los bolsillos de los trabajadores y asalariados.

Pero solo se trata de parches cortoplacistas que apenas alargan la agonía. Algunas de estas medidas, como “Precios cuidados”, pueden ser en sí mismos buenos programas, ya que permiten al consumidor tener precios de referencia, algo de suma importancia especialmente en una situación como la nuestra.

El problema es que la dinámica inflacionaria se ha acelerado tanto que terminan desdibujándose. A esto se suma, en este caso, la falta de stock en muchas cadenas de supermercados, lo que ha reducido su efectividad a un 30 o 40%.

Por otra parte, las empresas involucradas son siempre más o menos las mismas. Poco más de veinte firmas concentran el 65% del consumo masivo, por lo que el tema de la disponibilidad de los productos (o la falta de ella) podría ser recurrente sea cual fuere el plan.

La cuestión es que el foco siempre está puesto en el último eslabón de la cadena, que es el punto de consumo masivo. Se busca contener la inflación atacando las consecuencias pero nunca se resuelven las causas.

Y los causantes de la inflación en la Argentina son los permanentes desajustes macroeconómicos que ha provocado este gobierno desde que asumió (arrastrando, por supuesto, el desaguisado económico en que terminó el gobierno anterior). No se puede pretender que uno, dos o veinte programas de este tipo pongan fin a la inflación, cuando se sigue emitiendo moneda a lo loco, no se logra controlar el déficit fiscal, no hay producción de riqueza y cunde la inestabilidad política.

El problema de la inflación, se ha dicho miles de veces, es un problema de expectativas y de confianza. No se puede hacer política económica sin credibilidad política. Y la falta de credibilidad, está claro, no se resuelve.

* Mariano Gendra Gigena, especialista en consumo y transporte.

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