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Inmuebles o acciones: qué inversión conviene en Argentina para sacar los dólares del colchón

Aunque el argentino promedio suele invertir en terrenos y departamentos en lugar de comprar acciones, cada alternativa presenta sus ventajas y desventajas.

Inversor Global
Inversor Global martes, 20 de abril de 2021 · 06:54 hs
Inmuebles o acciones: qué inversión conviene en Argentina para sacar los dólares del colchón

A diferencia de los ciudadanos de otros países como Estados Unidos o Alemania, el argentino promedio suele invertir los dólares que tiene “bajo el colchón” en inmuebles.

Esto se debe a un mito profundamente arraigado: el mercado inmobiliario es la mejor alternativa de inversión posible. Producto de esta idea se deja de lado la  posibilidad de comprar acciones, ya sea por desconocimiento o por -simplemente- prejuicio.

El inmueble no siempre es rentable

Si bien en otras partes del mundo o bien décadas atrás en Argentina comprar un inmueble y colocarlo en alquiler era un buen negocio, hoy en día la situación cambió por completo.

Tomando como referencia el precio promedio de un pequeño departamento ubicado en Ciudad Autónoma de Buenos Aires y su alquiler mensual, la rentabilidad neta para el dueño ronda el 2% anual en dólares, una cifra que apenas supera la inflación en moneda dura.

Por otro lado, la compra de un inmueble tiene un grave problema: la falta de liquidez. Entendiendo la liquidez como la capacidad de transformar la inversión en dinero disponible de manera rápida y al menor costo posible, los terrenos, casas o departamentos carecen de esta cualidad. Normalmente, desde que se publica la venta de una vivienda hasta que la transacción se efectiviza, pueden llegar a pasar meses, semanas o incluso años. Además, no siempre se comercializa al precio deseado.

A su vez, no todas las personas pueden acceder a la compra de un inmueble debido a los altos precios que tienen en relación a los sueldos medidos en dólares. Suponiendo un escenario de estabilidad cambiaria con un dólar a $140 y cobrando un sueldo neto de $140.000 por mes (USD 1.000), un joven profesional tendría que ahorrar el 100% de sus ingresos durante 60 o 65 años para poderse comprar un pequeño departamento de 65 metros cuadrados.

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Las acciones en el largo plazo ganan

En contraposición, se encuentras las acciones. Consideradas un juego de azar por gran parte de la sociedad y amadas por los participantes del sector financiero, estos activos de renta variable tienen la característica de ser ineficientes en el corto plazo, pero muy eficientes en el largo.

Para ejemplificar, se tomará como referencia el S&P 500, el índice accionario más importante del mundo, el cual mide el desempeño de las 500 empresas más relevantes de todos los sectores.

En los últimos 21 años, partiendo de abril del 2000, justo antes de la “crisis puntocom”, el índice creció hasta el día de hoy un 184% en dólares, lo que da como resultado un retorno anual promedio del 8,76%. Este rendimiento fue posible incluso con dos de las más grandes crisis de la historia en el medio: la burbuja de las tecnológicas del 2000 y la crisis subprime que se inició en 2007.

Además, a diferencia de lo que sucede con los inmuebles, para invertir en este índice, que básicamente se considera como invertir en todo el mercado accionario en general, solo basta con abrirse una cuenta en línea a través de cualquier bróker internacional, depositar los fondos deseados y comprar un ETF (la mezcla entre una acción y un fondo común de inversión) que emule el comportamiento del S&P 500.

Inmuebles vs acciones

A esta altura, debería resultar sencillo saber qué alternativa de inversión es mejor según el perfil de cada uno, sin embargo, es probable que todavía haya dudas.

En resumen, los inmuebles pueden llegar a brindar una sensación de “seguridad” al ser un activo físico que puede tocarse. Sin embargo, su rentabilidad anual por alquiler es extremadamente baja y carecen de liquidez.

Por otro lado, las acciones en el largo plazo suelen retornar una cifra que se encuentra cuatro veces por encima de la inflación en dólares, a cambio, por supuesto, de una mayor volatilidad.

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