Carlos Altamirano: "Hoy forman opinión los periodistas, no los intelectuales"
El investigador, docente y ensayista asegura que en el campo de la producción discursiva, los periodistas han desplazado a los intelectuales y cita como ejemplos a Horacio Verbitsky y Carlos Pagni
Las lecturas de la infancia, el estudio universitario, la resistencia durante la dictadura y las preguntas por la formación intelectual se bifurcan en los capítulos del libro Estaciones, en el que el ensayista Carlos Altamirano recorre su vínculo con textos y autores fundamentales en su biografía.
A medida que avanza esta obra publicada por Ampersand, el hoy profesor emérito de la Universidad de Quilmes relata su etapa como estudiante universitario y su descubrimiento de un mundo intelectual en el que fue adquiriendo competencias y compromiso político.
En una entrevista con la agencia Télam, Altamirano asegura que en el campo de la producción discursiva, los periodistas han desplazado a los intelectuales y cita como ejemplos a Horacio Verbitsky y Carlos Pagni. Además advierte que "el mayor desafío para un intelectual es participar de la vida pública como ciudadanos, no como seres investidos de un título especial".
- ¿Podemos pensar los capítulos del libro como estaciones o etapas de un recorrido en el que se fue construyendo su formación?
- Sí, los pensé como estaciones, etapas, experiencias. Hay un pasaje grande de Corrientes a Buenos Aires. En Corrientes no hubo un lugar fijo, ya que durante muchos años el campo fue mi hábitat. Mis amigos eran los chicos del vecindario, con ellos jugaba y aprendí a hablar el guaraní, que ya olvidé. Era una lengua proscripta en la escuela. No diría que la provincia es bilingüe, pero en el campo hay un predominio del guaraní.
- ¿Cómo describiría su vida universitaria?
- Mi formación fue en Corrientes y el año de medicina lo hice en Rosario. Tuve que adquirir la cultura reformista que es una cultura ilustrada. No se concebía que una discusión no estuviera basada en citas y menciones de obras o autores. Por lo tanto, uno no solo tenía que estar adiestrado en el ejercicio del debate sino también tener la mención adecuada. Eso lo he aprendido en las asambleas.
- Relata los dos meses en los que estuvo preso como un tiempo de lectura formativa.
- Eso remite a la cultura comunista. ¿Qué hace un camarada preso? Si puede, aumenta su cultura y la cultura comunista es una cultura de libros. Todo eso me fue haciendo competente, fui aprendiendo cuáles eran los temas, los tópicos, los argumentos del razonamiento comunista.
- La literatura empieza a estar desplazada por la sociología en sus lecturas. ¿Cómo fue ese proceso?
- No solo para mí sino para muchos de mis compañeros, sobre todo los que tenían más compromiso político, la literatura a estudiar era la argentina. Se suponía que la cultura europea era autosuficiente, mientras que la nuestra requería de un examen, una revisión. En ese sentido, fue importante la revista Contorno, que era la emergencia de un grupo generacional que decidió los juicios, los valores y el canon de la literatura argentina. La gente de la izquierda universitaria que se iba a dedicar a Letras tenía una referencia muy importante en la obra de Contorno, en el desafío, en el gusto por la discusión, por la polémica. En 1964 apareció Literatura argentina y realidad política, de David Viñas, y si bien no advertía cuántas arbitrariedades había allí, era un modo de concebir la literatura que me parecía viva. La dramaturgia del escritor, sea que se imponga por las circunstancias o que sea vencido por estas, era siempre un hecho dramático. Muy sartreano todo. Entre mis maestros de lectura también estaba Sartre.
- Hace un tiempo decía en una entrevista que en este contexto prevalece el interés personal por el poder antes que las ideas, ¿sigue siendo de esa forma?
- No voy a hacer una invención sobre cómo entiendo a los intelectuales. En general, son personas dotadas de un reconocimiento y prestigio público en un determinado ámbito que llamamos la cultura, en el campo de los bienes simbólicos, desde las artes hasta las disciplinas científicas, a quienes se les confía una suerte de autoridad y hay una inclinación a que emitan juicios y opiniones sobre cómo marcha el mundo, atribuyéndoles una autoridad.
- ¿Cómo ve a los intelectuales en la coyuntura actual?
- Creo que hoy el predominio en el campo de la producción discursiva no lo tienen los intelectuales, lo tienen los periodistas que han ocupado un lugar muy destacado. Si tengo que decir quiénes forman opinión hoy, pensaría en Horacio Verbitsky y en Carlos Pagni, para situar dos personas en polos diferentes. Nunca sé si eso fue muy diferente. No creo que alguna vez alguien como Martínez Estrada fuera más que un intelectual de intelectuales o para estudiantes. No creo que la opinión pública haya esperado lo qué decía Martínez Estrada. También hay un paso del desempeño de muchos intelectuales al ejercicio del periodismo cultural que es muy notable. Hoy hay una parte grande de quienes escriben en las revistas o suplementos culturales que provienen de la universidad. Si hubiese hecho un censo en 1950 preguntando cuál era la formación de los periodistas, en cualquiera de las áreas, es probable que prevaleciera la condición de autodidactas. Hoy es probable que prevalezca la condición de universitarios, graduados, licenciados.
- ¿Cuál es el desafío de los intelectuales hoy?
- Participar de la vida pública como ciudadanos, no como seres investidos de un título especial para hablar sobre cuestiones que preocupan a la vida colectiva, que ofrezcan una perspectiva. Toda sociedad más o menos compleja y moderna los tiene. Pueden tener visiones que pueden ser muy ilustradas pero la realidad suele aparecer mucho más complicada, aún para los intelectuales.