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Walter Nelson: "Que la gente joven me reconozca, me sorprende"

En una entrevista MDZ, Walter Nelson repasa sus inicios como relator, cómo transcendió a las generaciones más jóvenes y la actualidad del periodismo deportivo.

Walter Nelson Meloni, en un nuevo ciclo de entrevistas MDZ

Walter Nelson Meloni, en un nuevo ciclo de entrevistas MDZ

Agustín Tubio/MDZ

En una nueva entrevista MDZ, el uruguayo adoptado por Argentina, Walter Nelson, repasó su trayectoria desde los primeros pasos hasta convertirse en una de las voces más reconocidas del relato deportivo y uno de los más longevos de la historia.

Además, contó cómo su pasión por el fútbol y su deseo de ser jugador profesional convivían con largas horas escuchando la radio, donde ya admiraba a periodistas que más tarde serían su inspiración, e incluso parte de su familia, como Osvaldo Caffarelli, padre de su esposa.

Destacó el rol clave de su compañera de vida, a quien conoció de joven y lo acompañó desde sus inicios relatando en la liga de Chacabuco, y recordó que fue abriéndose paso desde abajo, sin una formación académica, pero gracias a su intuición y oficio, que fue perfeccionando con el tiempo. Su estilo, marcado por la repentización, le permitió ser el creador de frases que quedaron en la memoria colectiva: “No, Fabbiani, era el gol de la fecha”, “Ta-tán ta-tán” o “¡Salí de ahí, Maravilla!”.

Ya más distanciado del ritmo profesional que lo consagró y que llevó a cabo por muchos años, también habló de su pareja en lo profesional, como lo fue Alejandro Fabbri, y del vínculo profesional y personal que los unió durante años, y cómo esa “inconsciencia” que menciona fue clave para abrirse paso en una carrera que hoy lo ubica como un relator de época y reconocido por los más jóvenes.

- Empezaste trabajando cubriendo vestuarios y después pasaste a relatar. ¿Cómo fue ese cambio? ¿Te sentías preparado?
- No sé si estaba preparado. Lo que sí, quería relatar. Uno, a esa edad, tiene esa rebeldía y esa inconsciencia que no te das cuenta si estás capacitado o no. La historia mía comienza cuando era muy chico. Yo soy hijo único, mis padres trabajaban, entonces me crie con mi abuela en Piñeyro, en Avellaneda. Entonces, en mis momentos libres, mi compañera era la radio y escuchaba los partidos y las peleas. Me gustaba mucho el fútbol y el boxeo, por parte de mi papá, mucho después.

Y jugué al fútbol toda mi vida. En esa época se jugaba en la calle: veníamos del colegio, revoleábamos el guardapolvo y me iba a la calle a jugar a la pelota. Cuando estaba adentro, era la compañía de la radio de los partidos de fútbol. Antes los partidos se jugaban los domingos. Era el sábado a la tarde, fútbol de Primera B; a la noche, Luna Park; domingo a la mañana, automovilismo; y el domingo a la tarde, fútbol. No es como hoy, que hay fútbol todos los días.

Yo escuchaba a las grandes voces de esa época, que eran Fioravanti o Bernardino Veiga. El que terminó siendo mi suegro por una cuestión del destino, Osvaldo Cafarelli, o Eduardo García Blanco. Me crié con ellos, y después, cuando estaba solo, los imitaba y armaba partidos de fútbol con una pelotita de papel, y hacía partidos imaginarios. Nunca imaginé después que iba a ser periodista y relator de fútbol, sobre todo.

- ¿No te imaginabas siendo periodista?
- No, yo quería ser jugador de fútbol. Lo que pasa es que dejé abruptamente cuando se separan mis padres. Yo era hijo único y tuve que salir a trabajar, y cuando estaba en Atlanta, en edad de Quinta, ya jugando en Tercera, tuve que dejar. Seguí jugando al fútbol, pero no a nivel profesional como hubiera querido. Jugué siete años en la Primera de Teléfonos, donde trabajaba. Era un campeonato entre sindicales que era muy bueno, era como una Primera B de hoy, con concentración y entrenamiento. Después seguí jugando con mis amigos.

- ¿O sea que te lanzaste con lo que aprendiste de chico?
- Sí, lo que pasa es que mi vida da un giro cuando conozco a mi mujer. Yo la conozco cuando tenía 21 años, en una fiesta de egresados. La saqué a bailar, no sabía quién era y terminó siendo la hija de Osvaldo Cafarelli. Después me pongo de novio, ella tenía 17 años. Mi suegro, un día, en las charlas que teníamos —él veía que yo sabía mucho de fútbol y que me gustaba—, trabajaba en Rivadavia ya con el equipo de Muñoz, y los domingos transmitía para una radio de Tucumán, LB12, y me dijo si me atrevía a hacer vestuarios.

Yo no tuve estudios de periodismo como hay hoy. Todos los errores y el aprendizaje fueron sobre la marcha. Empecé haciendo vestuarios para LB12, en los partidos que se hacían acá en la capital, para la provincia. Debuté en un partido San Lorenzo - Lanús, en el año 72, tenía 21 años y hoy tengo 74.

- Claro, en la marcha fuiste perfeccionando la profesión
- Antes, la única escuela que había era el Círculo de Periodistas Deportivos, que sigue estando. Es más, mirá lo que son las vueltas de la vida: fui a dar charlas ahí. Después proliferaron las demás escuelas, como hay hoy, que no está mal. Y tampoco los pibes seguían esa carrera de periodista. En esa época, para la familia era mejor seguir la carrera de abogacía o de arquitecto, o trabajar en un banco. Las épocas cambiaron, indudablemente.

- Hablando un poco de esto que mencionas, que te fuiste perfeccionando sobre la marcha, ¿cuáles fueron tus referentes?
- En fútbol, los que te nombré: Fioravanti, Bernardino Veiga o Ortega Moreno. En boxeo, mi primer referente fue mi papá. Él me empezó a llevar al Luna Park cuando tenía nueve años. Mi viejo nunca me fue a ver jugar al fútbol porque trabajaba de noche en La Razón y La Nación, y era amante del cine y del boxeo. Es más, me encanta el cine y sigo viendo.

Cuando era chico, él me llevaba al Luna Park, (algo que generaba problemas con su mamá) porque las peleas terminaban como a las 2 de la mañana. Me llevaba a comer pizza a Las Cuartetas y, si no, al Palacio de la Papa Frita. Te estoy hablando del año 58, 59, 60... Había mucha noche de Buenos Aires, y llegaba a mi casa a las tres o cuatro de la mañana. Yo tenía nueve o diez años y las discusiones con mi mamá eran terribles, pero a mi viejo le enloquecía. La primera pelea fue Horacio Accavallo y Júpiter Mansilla, un uruguayo. Mirá lo que es la vida: yo soy uruguayo, mi papá uruguayo y mi mamá argentina.

Los referentes de Walter Nelson

- ¿Creés que relatar boxeo te dio herramientas para después trasladarlas al fútbol?
- La verdad que no me di cuenta si las trasladé. Yo siempre digo que el relator es un bicho raro dentro del periodismo. Yo soy relator, conductor, he tenido programas, gané tres Martín Fierro con Golpe a Golpe. Yo digo que el relator es un bicho raro dentro de la rama del periodismo deportivo. El relator, por lo menos en mi caso, me siento más intuitivo que inteligente. La intuición te la da cuando estás relatando un partido: lo que puede llegar a pasar segundos después, de acuerdo a los protagonistas que están en la cancha.

- Bueno, pasa también con las frases que vos fuiste creando a lo largo del tiempo por esto de la intuición
- Bueno, la intuición, la espontaneidad, la repentización o la velocidad. Eso lo fui adquiriendo sin que nadie me lo contara y nadie me enseñara. Nunca fui a una escuela, eso lo hice solo, me salió espontáneamente. Se ve que nací para eso y no me daba cuenta. Me di cuenta después de algunos años, cuando dije: “Bueno, tengo que relatar”, y el Gordo Muñoz, en Radio Rivadavia, no me daba la oportunidad. La historia también tiene que ver con que, yendo al Luna Park todos los sábados, conozco a un periodista de Chacabuco. Entonces, este muchacho que venía con su grabador, Norberto “Titi” Longo, me dice: “Walter, ¿vos relatas?”. Y yo no había relatado nunca. Necesitaban un relator para la liga de Chacabuco, y le digo: “Sí, relato, ¿Cómo no voy a relatar?”.

Lo mismo que te conté: la rebeldía y la inconsciencia. Empecé a ir todos los domingos. Le pedía franco a Muñoz y me iba todos los domingos. Después de los vestuarios en el Luna Park, me tomaba un micro en Retiro, llegaba a las cuatro, me iba al hotel a dormir, y me levantaba al mediodía. Almorzaba, transmitía y me volvía 20:30 de la noche, y llegaba a la una de la mañana. Así, diez años.

- Hablando un poco de tu pasión por el boxeo, volviste a relatar a Maravilla, se que tenés una gran relación con él.
- Nosotros la campaña de Maravilla la hacíamos por TyC Sports, cuando él se va a vivir a España. Pero nosotros ya lo habíamos transmitido. Hicimos toda la campaña en Boxeo de Primera y las peleas venían los sábados a la tarde. Nosotros ya lo conocíamos, la gente acá no. Acá la gente explota cuando él hace una pelea cuando gana el título mundial superwelter.

La gente que no era del boxeo ya lo empezó a mirar de otra manera, y cuando mete el nocaut frente a Paul Williams, despertó la admiración y la curiosidad. Cuando viene acá a Buenos Aires y hace todo ese paseo por los programas, querían saber de qué se trataba. Un tipo, boxeador, que habitualmente viene de un estrato social muy bajo, que no tiene un buen vocabulario, que se expresa de manera muy humilde. Cuando lo vieron dijeron: “Este, más que un boxeador, parece un actor de cine”.

- ¿Eso no viene también por haber estado tanto tiempo afuera?
- No, yo pienso que él era así. Ya se interesaba por un montón de cosas que no tienen nada que ver con el ambiente del deporte: la cultura, leer o la poesía. Viene de una familia muy humilde. Su mamá, Susana, vive en Quilmes y su papá trabajaba arreglando techos, que él lo ayudaba. Cuando él viene acá a Buenos Aires, la cosa cambia. A través de las peleas y de hablar, armamos una linda amistad, que se fue incrementando con el correr de los años.

Su relación con Maravilla Martínez

- En "Párense de Manos" fue lindo para vos tener la oportunidad de volver a relatarlo
- Él nunca me lo quiso decir, pero yo creo que él fue el que le habló a Luquitas Rodríguez para que me lleve al Luna Park, el primero en el 2023. Cuando entré y vi 15 mil personas no lo podía creer, dije: "Esto es como cuando yo trabajaba con Cafarelli y García Blanco, todos pibes". Fue mi mujer, fue mi hijo que fue jurado, fue mi nuera y fue mi nieta, y no lo podían creer. Cuando sale lo de Vélez, ahí sí, Luquitas Rodríguez, como peleaba Maravilla con Migliore, me dijo en la reunión: “Walter, quiero que la relates vos, sería una falta de respeto que la relate yo”. Yo no iba a decir nada, dije que sí, cómo no, y Sergio me miraba y me guiñaba el ojo. Yo creo que él tuvo mucho que ver. Son muy pocos los amigos que tengo en el ambiente en los 54 años de periodismo. Uno es Sergio, el otro el Tigre Gareca, el Pipa Higuaín y el Pato Fillol.

¿Con Pasarella no?
- Con Daniel tuve idas y vueltas. Te tenés que poner los guantes. Ahora hace rato que no hablo; hablé durante la pandemia. No está bien de salud, pero tuve una época muy buena y otra época que no. No le gustó cuando opiné que Caniggia tenía que haber ido al Mundial 98 y se enojó, me llamó y discutimos. Después estuvo en la selección uruguaya y me llamó y nos amigamos; después volvimos a discutir. Pero tuve una linda relación al principio, cuando él jugaba en River y yo empecé mi carrera.

- Relataste 10 mundiales además de muchos campeonatos de boxeo, ¿Cómo es tu repaso a lo largo de estos años, cuando ves todo lo que hiciste?
- Yo no le di mucha pelota, y en mi casa me dicen de todo. La que le da mucho interés y que me hizo una biblioteca, una habitación llena con todos mis recuerdos: libros, fotos con grandes personajes, los Martín Fierro… todo eso me lo hizo mi mujer.

- ¿Es tu fanática?
- Sí, yo creo que te diría que fue mi primera seguidora y admiradora. Lo tuvo con su papá también, que para mí fue el mejor relator que dio la historia del boxeo. Es una historia medio de película para ella: tuvo a su papá y después me tuvo a mí. Son muchos años.

- ¿Cómo ves ese repaso, cuando te reconocen?
- Lo tomó de manera natural.

Reflexión de la carrera de Walter Nelson

- ¿Cómo vivías el espacio de relatar para tantas personas en Fútbol de Primera?
- Te sigo diciendo, la inconsciencia. Yo lo notaba en la calle, tampoco me puedo apartar tanto de eso. Quizá tenga que ver mucho con las características de mi signo. Esta es una profesión en la que te tropezás, no te digo permanente, pero de vez en cuando con alguna injusticia que decís: “¿Por qué merezco esto?”. Me he encerrado, he puteado, he llorado, pero al otro día me levanto con más fuerzas y le demuestro a esas personas que estaban equivocadas. Por eso debo ser que mantengo mi vigencia. El otro día me lo hizo ver mi hijo Ricardo; me dijo: “Vos tenés en cuenta que sos el relator más longevo que hay”. Y yo no había prestado atención a eso.

Cuando yo entré a Torneos, me llaman en el año 89 y yo me peleo con Muñoz. Un día que no aguanté más, le dije un montón de cosas, porque veía tantas injusticias y me tuve que ir solo. Ahí me llama José D’Amato, que necesitaba relatores a prueba en Canal 9. Me voy de Rivadavia y, en la misma que me llama, me llama Víctor Hugo para ir a Radio Argentina, pero cuando me sale lo de la televisión, le dije: “Mirá, Víctor Hugo, quiero probar en televisión a ver qué pasa”. Esto que te digo recién, de ir, y al final quedé. Arranqué bien de abajo en Torneos. El primer partido fue River - Deportivo Español en la cancha de Huracán; ganó River 1-0 con gol de Juan Amador Sánchez.

- En relación a esto que hablás, que a veces tuviste que encerrarte en un cuarto, ¿cómo fue cuando sabías que no ibas a relatar en Qatar, lo viste como una injusticia?
- No, a esta altura de mi vida hay cosas que antes no existían. De pronto, está todo muy politizado y aparecen cosas que vos conocés y ya se saben de antemano. Me dijeron que querían darle la oportunidad a otra gente porque yo era muy conocido, que de cualquier manera me tenían en cuenta. Eso me dio más fuerza para seguir. Yo hice el Mundial desde acá, pero ya no tenía tantas ganas de viajar; no me gusta viajar para trabajar. Ya me cansé. Si viajo, es de vacaciones con mi mujer y mi familia, y me encanta. Yo a Qatar ya había ido dos veces: en el 95 con Pekerman, cuando salió campeón Sub-20, y después en el 2010, a un amistoso en el que Argentina le ganó a Brasil con un gol de Messi sobre el final. Si tenía que ir, iba, pero mucho no me afectó como me hubiera afectado quizá diez o quince años atrás. Le dieron la oportunidad a otra gente y está bien.

- Hablás esto de que la gente te reconoce, ¿cómo lo sentís cuando la gente joven te reconoce?
- Lo de la gente joven me sorprende, además de que me gusta. Mi mujer me lo hace notar. El otro día íbamos a comer y, cuando caminábamos, venía una chica y un pibe que no tendrían más de 23 años. El pibe se paró de golpe en la vereda y mi mujer no lo podía creer. Vi que el pibe estaba muy nervioso, traté de calmarlo y me di cuenta de que se había emocionado. Ese tipo de cosas me sorprenden. Mi mujer me dice que trascendí generaciones, y yo le explico que no es por agrandado, pero que tiene mucho que ver el celular. Yo tengo redes sociales y a veces veo que suben cosas mías de la década del 90, de boxeo y fútbol.

- Mencionaste a Fabbri y sé que tenés un gran vínculo con el. ¿Cómo nació esa amistad y trascendió a lo largo de los años ese vínculo?
- Hubo una época en la que vivía y dormía más con Fabbri que con mi mujer, porque viajábamos todos los fines de semana, íbamos a mundiales y tomábamos aviones. A eso le tengo alergia hoy, me fastidia mucho. En esa época, con Alejandro tuvimos un vínculo en el que, si no nos llevábamos bien, no iba a funcionar. Había un montón de cosas que a mí no me gustaban y a él no le gustaban de mí, pero las dejamos de lado y tratamos de pasarla lo mejor posible. En el trabajo éramos profesionales al 120%.

- ¿Nunca se pelearon o tuvieron alguna discusión?
- Sí, discutimos. Tuvimos una pelea muy grande en el Mundial 98. Medio borrachos los dos. Lo que pasa es que la convivencia a veces... Un partido que habíamos ido a Nantes, a uno de los mejores partidos del Mundial, Brasil le ganó a Dinamarca 3-2. Salimos a comer esa noche y yo tenía en el reloj la hora de Buenos Aires, pensando en la familia. Le pregunté la hora, ya habíamos comido y tomado bastante. Entonces le pregunté y me dijo: “Nunca tenés la hora de acá, siempre tenés la de Buenos Aires”. Empezamos a discutir por esa estupidez. Casi nos vamos a las manos y nos separó la mujer afuera del restaurante. Llegamos al hotel y nos fuimos a dormir. Yo estaba desayunando cuando él vino y me abrazó por detrás, como diciendo: “Qué dos tarados”. Después, las discusiones de fútbol fueron normales, las lógicas.

- Llevándote a lo periodístico, quería consultarte cómo ves el cambio en el rol del periodista deportivo, donde hablaste de que ahora hay un rol más de cercanía y no tanta crítica ni denuncias de lo que pasa. ¿Cómo ves ese cambio?
- Lo que pasa es que hoy hay muchos más medios que antes no existían, además del celular, y hay un montón de gente anónima que opina. Yo a veces no contesto y bloqueo. Hoy hay mucho periodismo partidario que antes no existía, y el fútbol en Argentina, como la vida misma, está muy sensibilizado. Cuando tenés un periodismo partidario, el hincha reacciona y a veces te dice cosas que te hieren.

A la hora de relatar siempre digo lo mismo: no tengo camiseta, soy profesional, y eso me lo hace ver la gente. Me lo enseñaron los grandes maestros que tuve, o el periodismo que era distinto antes. Hoy noto mucho puterío, que a mí no me interesa. Conozco la vida personal de muchos protagonistas y no la digo. No me dicen “Walter, esto no lo digas”, saben que yo no lo voy a decir. A mí lo que me interesa es el deportista, el que juega en la cancha. Ahí lo critico, le digo que jugó bien, que jugó mal, y al boxeador también. Ojo, el periodismo sin opinión no existe, pero no descalifico.

Una sola vez un jugador me llamó por teléfono. Yo creía que era una broma de Tití Fernández. Yo lo que digo es: cuando lo cambian, “Qué tardecita tuviste, Pascualito”. Se sintió ofendido, quién sabe qué le habrán contado. Le dije: “¿Sabés lo que dije yo? ¿Vos jugaste bien?”. Me dijo: “No, la verdad no tuve una buena tarde”. Y qué querés que diga, no dije que fuiste un desastre. A los 20 días viajamos en un avión con el plantel de River, pasó, saludó a Fabbri y a mí no me saludó.

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