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El circo en Mendoza: cómo es vivir en un barrio que se arma y se desarma

Cien personas forman parte de un barrio itinerante que viaja con el circo Gueorgue. Hoy, su carpa y su vida rodante están instaladas en Mendoza.

El circo en Mendoza revela cómo es la vida en un barrio itinerante. 

El circo en Mendoza revela cómo es la vida en un barrio itinerante. 

Marcos Garcia / MDZ

Hace tres meses, el circo Gueorgue llegó a Mendoza para compartir la temporada de invierno. Detrás de las luces y los aplausos, existe una comunidad itinerante de unas 100 personas que viajan, viven y crían a sus hijos en un universo propio: un barrio donde cada casilla es un hogar y cada función, una rutina compartida. Una mirada íntima sobre la vida cotidiana del circo, ese mundo paralelo que se arma y se desarma como un sueño nómade.

Es cerca del mediodía y el sol alcanza su punto más alto en el cielo. En un descampado detrás de un conocido supermercado de Godoy Cruz, un niño camina entre las casillas rodantes. Geremi, de cinco años, sostiene entre sus manos un muñeco de peluche de Sonic.

“Lo tengo que devolver, se lo olvidó una familia en la carpa anoche”, dice. “Adentro tengan cuidado con un escalón, una señora se cayó”, advierte, reconociendo cada detalle del ingreso al show. Es que siempre acompaña a su mamá, quien atiende la puerta de la carpa.

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Detrás de las luces y la ilusión del circo, donde la magia y el asombro atrapan a grandes y chicos, se revela la cotidianidad. La imagen parece la de un barrio cualquiera, pero en realidad es único: ropa colgada, casillas que reflejan la identidad de quienes las habitan, mascotas en los patios. Cada rincón guarda una historia distinta.

La primera función comienza a las cuatro, pero mientras tanto, cien personas habitan una microcomunidad. Viven cerca, pero cada una lleva su propio ritmo, sus rutinas y costumbres. Es un barrio especial, que gira por pueblos y ciudades, que está en constante movimiento.

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Julieta y Agustín, el payaso Chiribín, son vecinos en el barrio.

Julieta y Agustín, el payaso Chiribín, son vecinos en el barrio.

“Todo es nuevo todo el tiempo”: cómo es la vida en el circo

En el circo Gueorgue, la carpa se arma y se desarma al ritmo del viaje. Alrededor de cien personas recorren distintos lugares, conviviendo en una comunidad que se despliega como un barrio nómade. No hay casas, pero hay hogares. No hay calles, pero hay pasillos de tierra entre las casillas rodantes.

Cada parada es volver a empezar. “Todo es nuevo todo el tiempo”, dice Joao Inacio (35), más conocido como “Tarzán”, quien ha vivido su vida entera en familias circenses. Él -asegura- no imagina otro ritmo, otra normalidad.

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Tarzán es brasileño y ha vivido toda su vida girando con el circo.

Tarzán es brasileño y ha vivido toda su vida girando con el circo.

En este andar no todos son artistas. También están los choferes que guían las casas rodantes bajo los cielos cambiantes; los técnicos, que se ocupan de todo lo que ocurre detrás de las bambalinas; y quienes hacen que el circo brille en cada ciudad. Algunos provienen de familias con varias generaciones en el mundo del circo. Otros, como Julieta López, dejaron una vida estable para sumarse a esta forma de vivir. “Es otra vida, porque todo el tiempo estás girando. Es intensa, loca, pero hermosa”, cuenta.

Juli (33) es bailarina. Estudió en Córdoba y, hace un año, conoció al circo Gueorgue a través de una amiga. Allí encontró el amor: Aaron, su pareja, un trapecista que representa la sexta generación de una familia de circo.

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Agustín es sanjuanino y vive en su casilla junto a su gato Boris.

Agustín es sanjuanino y vive en su casilla junto a su gato Boris.

Definitivamente, para quienes no nacieron en el circo, adaptarse no siempre es fácil. Agustín Medina (el payaso Chiribín), oriundo de San Juan, lo sabe bien. “Para los que venimos de afuera, vivir en espacios reducidos, estar lejos de la familia… cuesta un poco más”, admite.

Sin embargo, la vida en comunidad compensa. “Vivir en el circo -dice Juli- es como vivir con tus amigos del barrio todo el tiempo. Si un día estás aburrido, le tocás la puerta al de al lado y te tomás unos mates”.

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La preparación antes del show es clave: maquillaje, vestuario y concentración para salir a escena.

La preparación antes del show es clave: maquillaje, vestuario y concentración para salir a escena.

Vivir de campamento

La rutina en el circo no existe como la conocemos: se adapta, se pliega, se inventa sobre la marcha. “Es como estar de campamento todo el tiempo”, dice Julieta, con una mezcla de humor y realismo. Y es que, si bien viajan con todas las comodidades, todo demanda tiempo y organización. Cada acción requiere una logística casi artesanal: cocinar en un anafe, lavar ropa y calentar agua con electricidad.

Los martes y miércoles suelen ser los días de descanso. A veces no se ensaya, otras veces sí. Depende del clima, de la temporada, del pueblo. Nada es fijo. Algunos, como Juli, intentan salir del círculo para entrenar y conectarse con el afuera: ir al gimnasio, a academias de danza. Pero sostener una rutina estable es difícil cuando el circo puede levantar campamento en cualquier momento.

Circo Gueorgue (6)
Juli se sumó hace un año al circo Gueorgue, a la vida itinerante.

Juli se sumó hace un año al circo Gueorgue, a la vida itinerante.

Todos hacen de todo. Un trapecista puede vender pochoclos; una bailarina, recibir a la gente en la puerta. Los roles se multiplican. “Nos damos una mano”, dice Héctor, que es parte del equipo técnico.

Sin embargo, en la dinámica interna no siempre funcionan como una gran familia. “Todos piensan que siempre comemos juntos”, ejemplifica Celeste. Lo cierto es que cada uno vive a su ritmo, con sus horarios.

Y cuando hay algún problema, se habla. Se busca a los dueños del circo, se plantea lo que molesta, se intenta resolver. Porque aunque cada casilla sea un hogar, todos comparten el mismo terreno, la misma carpa, el mismo camino.

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El vestuario es uno de los espacios compartidos en cada función.

El vestuario es uno de los espacios compartidos en cada función.

Un legado que se transmite de generación en generación

En plena juventud, cuando el circo llegó a Freyre, un pequeño pueblo de Córdoba, Verónica conoció al dueño del espectáculo. Era apenas una adolescente, y su padre aceptó que se fuera con él bajo una sola condición: que se casaran. Así comenzó su vida en la ruta. Tuvieron un hijo que creció entre luces, acrobacias y el eco de los aplausos. Intentaron alguna vez vivir una vida “estable”, como la llaman ellos, pero no pudieron adaptarse.

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En el show, los artistas asumen varios roles: venden pochoclos, merchandising y controlan el ingreso.

En el show, los artistas asumen varios roles: venden pochoclos, merchandising y controlan el ingreso.

Hoy, ese hijo es Marcos Yovanovich, actual propietario del circo Gueorgue. Junto a su esposa Celeste, también nacida en familia circense, comparten la crianza de sus dos hijos: Itzel, de 5 años, y Bebo, de 9. Ambos son parte del circo desde la cuna.

“Todo lo que sé me lo enseñó mi papá, y yo se lo voy a enseñar a mis hijos”, dice Bebo con convicción. Apasionado por el escenario, ya participa en el show. Bebo aparece como payaso, explora el globo de la muerte y hasta es guía en un cuadro con los dinosaurios. “Una vez le dijimos en broma que íbamos a dejar el circo, y no paró de llorar”, cuenta Celeste.

El circo, para ellos, es una forma de vida heredada y se comparte. Aunque Itzel parece tener otros intereses (le gustan los números, dice su mamá), la pertenencia al mundo circense resulta inexorable.

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Chiribín se prepara para la función en Mendoza.

Chiribín se prepara para la función en Mendoza.

La historia se repite en muchas familias. Sergio Ramírez y Yixmar Galvis, trapecistas, también transmiten su legado. Su hijo mayor, de 22 años, forma parte activa del espectáculo. El menor, Dylan, de 14, entrena para algún día sumarse al número familiar. Por ahora, hace algunas apariciones breves. “No lo consideramos un trabajo para él”, aclara el papá. “Es una forma de que se familiarice con la pista y de que entrene un poco frente a la gente”.

Infancias en movimiento: estudiar desde el circo

“La gente de afuera piensa que los chicos del circo no estudiamos, pero sí estudiamos”, dice Bebo orgulloso. Tiene 9 años y, mientras el circo Gueorgue esen Mendoza, asiste al colegio Papa Francisco de Godoy Cruz. En cada provincia que visitan, se incorpora a una nueva escuela. Tiene amigos y compañeros en distintas partes del país, según cuenta.

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Bebo tiene 9 años, nació en el circo y sueña con continuar el legado familiar circense.

Bebo tiene 9 años, nació en el circo y sueña con continuar el legado familiar circense.

Dylan, de 14, también va al colegio y conoce bien la dinámica de esta vida. “Me adapto cada vez que cambiamos de lugar. Ya me acostumbré a este estilo de vida”, expresa.

Aunque sus infancias transcurren entre viajes y carpas, en Argentina sus derechos están protegidos por la Ley 26.061 que garantiza el acceso, la permanencia y la no discriminación de niños, niñas y adolescentes en el sistema educativo.

En el caso de las familias circenses, es responsabilidad de los adultos buscar escuelas en los lugares donde se instalan, inscribir a sus hijos apenas llegan a un nuevo destino y acompañarlos para que estén al día. Por su parte, las escuelas deben aceptarlos de manera inmediata. El Estado debe garantizar su continuidad escolar, sin trabas ni burocracias.

Fotos y video: Marcos García

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La pareja de trapecistas se prepara y entrena; su legado continúa con sus hijos.

La pareja de trapecistas se prepara y entrena; su legado continúa con sus hijos.