Rincon literario

Cómo esperar a que llegue un mensaje de WhatsApp sin morir en el intento

La ansiedad por recibir la respuesta deseada en alguna de las redes sociales, nos deja en más de una ocasión en estado de espera, sin permitirnos ver más allá del celular, sin dejarnos avanzar.

Pablo Gómez domingo, 21 de enero de 2024 · 06:05 hs
Cómo esperar a que llegue un mensaje de WhatsApp sin morir en el intento
Y mientras tanto, yo acá esperando y esperando. Foto: Freepick.

No me escribe. La batería de mi celu baja, la oscuridad ya cubre a la ciudad desde hacen horas, y a pesar de la fuerza que le pongo a la cosa, el mensaje no aparece. Y no es que esa persona deseada y perseguida hasta el hartazgo (dentro de lo que la legislación vigente permite) haya sufrido un accidente terrible, como por ejemplo un calambre de los dedos de la mano derecha que le impida escribirme: porque sí escribe. Sin ir más lejos, está en línea justo en este momento; pero a mí, ni una palabra. Y con eso de que tiene desactivado el tilde azul, ni siquiera sé si me clavó el visto o simplemente me ha ignorado, la que viene a ser la peor de las
opciones: es feo que no te quieran, pero que te ignoren, es la mismísima mierda.

Y no le voy a poner ni un emoji hasta que no me responda, ya lo dijo alguna vez un poeta, más o menos así: “me olvidé de avisar: no te voy a llamar ni una sola vez en cuatro días. O si no… voy a hacer cualquier cosa que me digas”. Ja, que buena frase para describir este momento por el que estoy pasando justo ahora. Así que no le voy a escribir, y listo.

Aunque vaya a saber si esa personita que me quita el sueño estará preocupada por mí y por mi angustia, y se encuentra en este momento jugando a la resistencia conmigo, o si tan solo soy alguien más en su larga lista de contactos… ahora que lo pienso, capaz que ni siquiera me tiene en su agenda, y soy tan solo un número, otro +54261 intentando sin éxito recibir su respuesta.
Muchas veces vivimos en nubes de pedos con entornos que nos dicen cosas, y nos creemos que esas cosas son el mundo; y al final resulta que no, que cada cual tiene su mambo, que en este caso es muy probablemente otro mambo, con otros problemas de los que no soy parte. Y mientras tanto, yo acá esperando y esperando. Mejor no saber la verdad: la ignorancia siempre juega a favor de la felicidad.

Está en línea justo en este momento; pero a mí, ni una palabra. Foto: Freepick.

Pero no puedo ceder. ¿O sí puedo? ¿Qué pasa si cedo? No… si cedo, si le escribo, pierdo. La vida es una suma de negociaciones; o quizá sea tan solo una suma de extorsiones. Ya no veo tan clara la diferencia entre ambas opciones, aunque una suena más políticamente correcta que la otra. De todos modos, cada negociación no deja de ser en el fondo una amenaza de no hacer algo que la otra parte quiere, o quizá de hacer algo que no quiere. Como sea, es una extorsión, y dependiendo del nivel de fuerza que cada cual tenga, es la probabilidad de éxito en el intento. Aunque en este caso, desconozco absolutamente el poder de fuego que poseo, por lo que sigo acá en la oscuridad, a la espera del desenlace de una batalla que no sé si tan siquiera existe, o si tan solo está en mi mente.

Las primeras luces se filtran por la ventana de la habitación. El celu está avisándome desde hace rato que lo ponga en modo “ahorro de energía”; ni en pedo, a ver si me manda una imagen justo ahora, y no me la abre. Me va a escribir, sé que me va a poner aunque sea un miserable “jaja”. Algo que me dé esperanzas, que me obligue a seguir intentándolo. Es tan poco lo que pido… tan solo una ilusión, en este mundo complejo que nos vive diciendo que tenemos todo al alcance de la mano, pero que cuando intentamos agarrar tan solo una pequeña porción de esa torta lejana que parece ser la felicidad, se nos escapa, y tan solo nos
mancha la punta de los dedos con crema: a chuparse los dedos, que otra vez será…

¡Ahí me está escribiendo! No, falsa alarma. Casi… ya casi…

Pablo R. Gómez.

* Pablo R. Gómez, escritor autopercibido .

Instagram: @prgmez

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