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Quién fue Dorotea Bazán, la cautiva que eligió “la barbarie” a “la civilización”

Estas historias de mujeres fueron rescatadas muchos antes por los pintores, los músicos y la literatura, que por la historia. Pero ahí están. Y aunque fueron subestimadas, estas historias crueles y llenas de pasiones, están volviendo para ser reconsideradas.
La historia de las cautivas ha sido reflejada mucho antes por el arte. Foto: Juan Manuel Blanes, El regreso de la cautiva, 1880
La historia de las cautivas ha sido reflejada mucho antes por el arte. Foto: Juan Manuel Blanes, El regreso de la cautiva, 1880

“Yo no soy ‘huinca’, capitán / Hace tiempo que lo fui / Deje que vuelva para el Sur / Déjeme ir allí. … / Mi nombre casi lo olvidé: Dorotea Bazán /Yo no soy ‘huinca / India soy por amor, capitán”. Así empezaba el poema del historiador Félix Luna, que con la musicalización de Ariel Ramírez y en la voz de Mercedes Sosa, tomaba luz en el emblemático disco “Mujeres Argentinas” (1969).

Lo hemos venido repitiendo; mucho le debe el rescate histórico a la literatura. En ocasiones, los textos literarios anticiparon en décadas lo que la historiografía nos contará mucho tiempo después. La historia de las cautivas se convirtió en un caso concreto. Estas historias de mujeres fueron rescatadas muchos antes por los pintores, los músicos y la literatura, que por la historia.  Pero ahí están. Y aunque fueron subestimadas, una vez más estas historias crueles y llenas de pasiones, están volviendo por sus fueros para ser justamente reconsideradas.

Por estas páginas ya pasó Fidela Ferreira. Mañana tal vez llegará Lucia Miranda. Hoy nos detendremos en el nombre de la mítica Dorotea Bazán, la “blanca” (HUINCA) que se enamoró de un cacique ranquel y que sirvió de inspiración a Félix Luna, quien al conocer la historia verdadera de la cautiva Fermina Zárate, pudo con su pluma tender un paralelo artístico con la imaginaria Dorotea, luego inmortalizada en verso y canción.

Fermina Zárate y la verdadera excursión a los indios ranqueles

Félix Luna tomará como musa inspiradora a la verídica (“de carne y hueso”) Fermina. La misma oriunda de La Carlota (Córdoba) que describe Lucio V. Mansilla en su obra histórica “Una excursión a los indios ranqueles”, publicada a modo de apostillas durante 1870 en el diario “La Tribuna”, y que con seguridad muchos de nosotros leímos con pasión en tiempos de nuestra cálida escuela primaria. Repasemos entonces un breve fragmento del libro en un dialogo entre Mansilla y Fermina:

“ - Y por qué no se viene usted conmigo, señora? – le dije.

-Ah señor, -me contestó con amargura - ¿y qué voy a hacer yo entre los cristianos?

-Para reunirse con su familia. Yo la conozco. Está en La Carlota. Todos se acuerdan de usted con gran cariño y la lloran mucho.

-¿Y mis hijos, señor?

-Sus hijos…

-Ramón me deja salir a mí porque realmente no es mal hombre; a mí al menos me ha tratado bien, después que fui madre. Pero mis hijos, mis hijos no quiere que los lleve.

No me resolví a decirle: Déjelos, son el fruto de la violencia. ¡Eran sus hijos?

Ella prosiguió:

-Además, señor, ¿qué vida sería la mía entre los cristianos después de tantos años que falto de mi pueblo? Yo era joven y buena moza cuando me cautivaron. Y ahora ya ve, estoy vieja. Parezco cristiana porque Ramón me permite vestirme como ellas, pero vivo como india; y francamente, me parece que soy más india que cristiana, aunque creo en Dios, como que todos los días le encomiendo mis hijos y mi familia.

-¿A pesar de estar usted cautiva cree en Dios?

-¿Y él qué culpa tendrá de que me agarraran los indios? La culpa la tendrán los cristianos que no saben cuidar sus mujeres ni sus hijos.

No contesté”.

El rapto por parte de los malones desde la mirada del arte. 

Fin del fragmento elegido; y algunas aclaraciones. El “Ramón” mencionado por Fermina es el cacique Ramón Cabral, quien había recibido de su padre en 1865 el cacicazgo de las tribus Carrilobo. Era conocido también como “el cacique Platero”; puntualmente por su oficio de orfebre. En medio de las tolderías poseía una fragua donde fabricaba con enorme habilidad: estribos, espuelas, cuchillos, prendedores, pulseras, anillos, coronas, copas de plata. Siguiendo la usanza nativa permitida a los caciques, Cabral tenía cinco esposas. Cuatro indias de distintas edades y una “cristiana”: Fermina, quien era su favorita.

Lucio Mansilla se encontrará con estas tolderías de Ramón Cabral (y puntualmente con Fermina) en su expedición a Leuvucó, la capital de todo el imperio ranquel conducido por el gran jefe: Panguitruz Guor (el segundo hijo de Painé Güer, llamado “el zorro azul” - Painé: azul; Güer: zorro). Panguitruz era conocido también como Mariano Rosas. Y vaya paradoja, cuyo nombre se debió a que fue criado cuando niño por Juan Manuel de Rosas y bautizado con denominación criolla y apellido de su protector.

El total de aquella expedición de Mansilla cubrirá casi cuatrocientos kilómetros desde el fuerte Sarmiento de Río Cuarto hasta la laguna de Leuvucó, en el actual límite de las provincias de La Pampa y San Luis. Mientras la zona puntual del dominio de Cabral (el cacique casado con Fermina y subordinado a Mariano Rosas) comprendía aproximadamente entre la Laguna La Verde y los montes de Aillancó.

Dorotea y Fermina: entre la poesía y la realidad

“Yo me hice india y ahora estoy / Más cautiva que ayer / Quiero quedarme en el dolor /De mi gente ranquel…. /Me falta el aire pampa y el olor /De los ranqueles, campamento / El cobre oscuro de la piel de mi señor /En ese imperio de gramilla / Cuero y sol”. Son las últimas estrofas de la poesía de Félix Luna: “Dorotea, la cautiva”. Es ahí cuando desde la imaginación creativa del intelectual, historiador y poeta aparece identificada la verdadera Fermina.

Fermina Zarate fue secuestrada muy joven junto a su hermana. Volver a “la civilización” implicaría seguramente un violento destrato por parte de los suyos. Era insoportable para las “familias blancas” aceptar a una mujer que hubiera tenido vínculos afectivos con el indio. “Haber sido cautiva significaba en ese tiempo la muerte social” (Adriana Annecchini Bausa – La Opinión. Mayo 2023).

Escuchá la versión inmortalizada por Mercedes Sosa

Con el cacique Ramón tuvo tres hijos: Práxedes, una niña con discapacidad mental, Renao y Antenao Zárate. Aclaramos que la terminación “nao” pertenece al linaje de los Cabral. Al ser “la favorita” del cacique era considerada y tratada como “cacica”.

A pesar de todo, Fermina volverá a La Carlota luego de tres décadas cuando la derrota de los indios ya era un hecho inevitable. Fue repudiada. “Aunque la culpa no la tuvo Dios”, como le comentará a Mansilla. Vivirá en una chacra alejada del poblado central. La acompañará solamente su hija Práxedes. Sus hijos se quedarán en las tolderías. Cada tanto la visitará Cabral. El estigma de ser la mujer del indio la acompañó hasta sus últimos días. Falleció a los 85 años; un 15 de mayo de 1905. No se sabe quién la enterró. Una calle de La Carlota la inmortaliza con su nombre.