Testimonio que revela falencias

Se quebró mientras trabajaba en una escuela, la ART no lo reconoció y hoy vive una tortura

Bibiana Paludi Ruppi (50) es una docente con 26 años de trayectoria. Relata que en febrero pasado, en el marco de las Jornadas Institucionales, sufrió una caída que le generó graves lesiones. Aquí, comparte la odisea que tuvo que vivir como consecuencia de las falencias en el sistema.

Zulema Usach
Zulema Usach viernes, 14 de octubre de 2022 · 07:00 hs
Se quebró mientras trabajaba en una escuela, la ART no lo reconoció y hoy vive una tortura
Bibiana Paludi Ruppi comparte su testimonio al hacer referencia a las falencias que detectó en el sistema de salud para docentes. Foto: Gentileza

Si hay algo que Bibiana Paludi Ruppi (50) siempre amó, fue pararse frente a sus alumnos/as en clase y enseñarles las herramientas fundamentales para su vida. Durante 26 años compartió miles de vivencias junto a niños y niñas de seis escuelas primarias; allí donde su vocación la hizo transcurrir más de la mitad de su vida entre risas, llantos, cuadernos y pizarrones.

Después de 14 años de entregar tiempo y esfuerzo a la enseñanza en este nivel, un problema en sus cuerdas vocales la obligó a aceptar por un corto lapso de tiempo un cambio de funciones. Sin embargo, algo dentro de su corazón le indicó que aún podía seguir la convicción por la que tanto había trabajado. Quería y sentía que podía continuar entregando conocimientos. Las aulas de dos escuelas que funcionan en contextos de encierro, serían entonces, su nuevo espacio. Fue en esos años, asegura, cuando descubrió un camino nuevo como educadora, sin imaginar que un sorpresivo y complejo obstáculo la alejaría nuevamente de su gran amor, la docencia.

El comienzo de una pesadilla

El 17 de febrero de 2022, en el marco de las Jornadas Institucionales previas al inicio del año lectivo, Bibiana sufrió una grave lesión en su pierna derecha, por la que aún siente dolor de manera extrema. Pero esta vez, con un malestar multiplicado y que se suma al físico causado por la caída que le dejó secuelas: se siente agotada, decepcionada e incluso, estafada por un sistema al que aportó durante más de dos décadas y media.

Hoy, cuando aún avanza con la presentación de recursos de amparo y afronta complejos trámites para lograr que la ART Provincia contemple su caso, la educadora ha decidido hacer públicas sus vivencias y cuenta con detalles cada una de las etapas que le tocó transitar en un trayecto al que considera una tortura, tanto desde el punto de vista físico como emocional, económico y psicológico.

Describe Bibiana que el día en que ocurrió la caída sobre los escombros en el camino interno que lleva hacia la escuela para adultos del penal de San Felipe, su vida empezó a tomar un giro siniestro con decisiones que incluso, excedieron su voluntad. Por directivas de las propias autoridades, relata, el grupo de docentes no tuvo más opción que tener que hacer "malabares" para avanzar sobre un terreno lleno de pozos, zanjas y escombros para llegar al edificio interno del penal donde se imparten las clases.

Bibiana se traslada con muletas.

"Cuando llegamos, nos dijeron que teníamos que pasar sí o sí por ahí para ir hasta la escuela. Estábamos cuatro compañeros y yo. Apenas pisé una piedra sentí que me trastabillé y me caí sobre el costado derecho del cuerpo. No me podía mover del dolor", cuenta Bibiana, quien como consecuencia de ese episodio se fracturó la tibia, el peroné y sufrió el desplazamiento de su tobillo derecho.

"Fue ahí cuando llamé de manera urgente a la ART. Me contestaron que no podían mandar una ambulancia y que la demora era de más de cinco horas", recuerda de aquellos momentos la docente, que desde febrero a la fecha, aún no ha logrado recuperarse.

Mientras el dolor y la inflamación en su pierna -y también en la cadera- eran insoportables como consecuencia de la caída, la urgencia obligó a que personal del servicio penitenciario la revisara. Fue su hermano y personas que estaban en el lugar, quienes la sostuvieron para trasladarla hasta el auto y llevarla a una clínica. La ambulancia de la Aseguradora de Riesgos del Trabajo (ART) nunca llegó y en su lugar, aclara Bibiana, le recomendaron ir por su propios medios (es decir, en el auto de su hermano) hasta la Clínica Esperanza o la Clínica Francesa.

La odisea para tener atención médica

"Siguiendo la recomendación de la ART nos fuimos a la Clínica Esperanza. Allí, asegura Bibiana, fue el comienzo de una seguidilla de situaciones tortuosas de las que aún no logra recuperarse. "Ya había pasado tiempo y no daba más del dolor, tenía todo inflamado y no me podía movilizar. Para ingresar me hicieron llenar cinco formularios y no tenían una silla de ruedas para trasladarme. Esperé hasta que me llamó una chica, eran más de las 18 y llevaba horas muerta de dolor. Me desmayé ahí mismo de la descompostura", sigue la docente, que hoy está bajo el artículo 40 que rige para las licencias del personal de la administración pública porque su caso no está contemplado por la aseguradora.

Sin calmantes, hielo ni sábanas

Esta situación, entre tantas otras complicaciones, le ha generado grandes inconvenientes, puesto que buena parte de los tratamientos, medicamentos y coseguros, han tenido que ser costeados por ella misma o bien, gracias a la ayuda de familiares. Peor aún, Bibiana desde hace ocho meses no cobra el ítem aula, lo cual le implica un grave deterioro económico cada mes. 

Lo que sigue de su relato no es menos grave que las vivencias anteriores. Asegura la docente que al despertar del desmayo, se encontraba en una habitación oscura y empezó a gritar. "Recién ahí me dijeron que me iban a hacer una placa y que me iban a internar. Eran las 23 y todavía no me habían dado ni siquiera un analgésico. Solo me informaron que la enfermera tenía que hacer un cambio de guardia y que por eso tenía que seguir esperando. Cuando pregunté si había un traumatólogo me dijeron que estaba en una cirugía. Además del dolor insoportable en la pierna, tenía moretones en los brazos y en las piernas", rememora Bibiana.

Hasta el mes pasado, Bibiana ha tenido que trasladarse en andador. La ART rechaza su caso.

Agrega que como consecuencia de la caída y los retrasos en la atención médica, en la actualidad tiene una compleja lesión en la cadera que le quedará de por vida, tal como ya le explicaron los especialistas.

Bibiana continúa detallando que en la noche en que se quedó en la Clínica Esperanza -la que corresponde a través de la ART que se destina a los docentes- el traumatólogo nunca llegó y que inclusive, pidió elevar sus reclamos a las autoridades porque "no había hielo para desinflamar los hematomas ni tampoco sábanas para su cama". Tras los pedidos desesperados de Bibiana, llegó un especialista que tomaría su caso, pero antes, le explicó que no contaba con los insumos necesarios para realizar la intervención quirúrgica.

Dolor que no cesa

Fue así como Bibiana fue dada de alta sin su consentimiento y con solo una venda en la pierna. "Me dijeron que me iban a avisar cuando estuvieran los materiales y que me fuera a mi casa", denuncia y agrega que como consecuencia de que no inmovilizaron su pierna, luego fue necesario quebrar los huesos para operarla. Tras enviar una carta documento a la ART, Bibiana recibió la respuesta de que su caso había sido rechazado y que se debía presentar a trabajar. Fue recién el 5 de marzo, cuando fue operada en la Clínica Francesa por un especialista que ella misma consiguió a través de su obra social, Osep.

Bibiana, en su proyecto para crear una huerta con los alumnos del penal de Boulogne Sur Mer

Para que la intervención pudiera concretarse, fue necesario antes resolver otro gran dilema: los materiales a utilizar debían ser nacionales. Tuvo que pagar coseguros que superaron los 60 mil pesos más especialistas y medicamentos. Todo por su cuenta y con la ayuda de personas cercanas que inclusive la asistieron con los traslados porque no podía movilizarse. Hasta hace poco Bibiana caminaba sostenida a un andador y en un plazo corto necesita de otra intervención porque los clavos y tornillos que le incorporaron en sus huesos están siendo rechazados. Solo puede caminar con ayuda y sin calzados para transitar.

"Tengo que andar con ojotas o pantuflas porque el clavo se me sale por el tobillo", destaca Bibiana. Añora aquél proyecto para crear huertas con sus alumnos del penal,  es un sueño que estaba empezando a cumplirse y que quedó trunco. "Lo que más me duele es no poder volver con mis alumnos", lamenta.

Recientemente, Bibiana recibió desde la ART, la confirmación que tanto temía: "Me citaron para decirme que lo lamentan mucho pero que tenía que firmar un alta médica y un reingreso a la ART, cuando en realidad nunca hicieron nada por mí", asegura la docente y cuenta que el paso siguiente fue elevar sus reclamos al presentarse en la Superintendencia de Servicios de Salud, donde aclara que tampoco tuvo respuestas.

En ese sentido, Bibiana, con los papeles y documentos en mano que avalan esta situación, revela que en el contenido de las auditorías su caso nunca fue contemplado desde sus derechos. Por ese motivo, es que por estos días, sus abogados presentarán un recurso de amparo. "La realidad es que mi salud está deteriorada, he pasado por momentos que nunca me hubiese imaginado después de aportar la mitad de mi vida al sistema y ahora no me dan respuesta alguna", reclama la docente que no está dispuesta a bajar los brazos y asegura, su caso no es el único.

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