Año Nuevo

Esperanza para volver a empezar

En vísperas de un nuevo año la autora reflexiona en torno a los finales y los nuevos comienzos.

Josefina Madariaga sábado, 1 de enero de 2022 · 07:52 hs
Esperanza para volver a empezar

La época en la que vivimos tiene sus dificultades. Si bien en medio del aislamiento la tecnología fue una herramienta insustituible para acercarnos unos a otros, hoy las tecnologías de la comunicación y la influencia de las redes sociales facilitan la configuración de un contexto que favorece una cultura de cancelación y de aislamiento que pareciera llevarnos a olvidar que estamos todos en una misma barca. A su vez, el dolor por los vacíos que dejó el covid-19 y las heridas que siguen abiertas, nos recuerdan que aún necesitamos tiempo para sanar y ponen en evidencia la importancia de la cercanía, del encuentro y de la escucha como camino para devolver esperanza.

Este nuevo año que se abre ante nosotros nos invita a tomar conciencia de que la vida de cada uno está entrelazada a la de los demás: necesitamos unos de otros para salir adelante. En ese sentido, en la encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, el Papa Francisco explica: “Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano. Toda otra opción termina o bien al lado de los salteadores o bien al lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del hombre herido en el camino. La parábola nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común” (Fratelli tutti, n. 67).

Animados por esta realidad, surgen propuestas solidarias creativas impulsadas por jóvenes que buscan enriquecer su entorno aportando soluciones inspiradoras a problemas reales. Es el caso de las alumnas de secundaria del Buen Consejo -una escuela de Barracas, en Buenos Aires- que es puerta de inclusión para chicas de la Villa 21/24. A través del proyecto “Rayos de Dignidad”, se propusieron concientizar y capacitar a la comunidad sobre el uso de energía solar como alternativa al gas o la electricidad para obtener agua caliente, mediante la construcción de un colector solar hecho con materiales descartables. De esta manera, lograron dar respuesta a una de las problemáticas que atraviesa su comunidad: el 10% de las familias no contaba con agua caliente en su casa y se bañaban calentando agua en un jarrito utilizando el gas de garrafa o calentando el agua con una resistencia eléctrica, lo que eventualmente causa cortes de luz en el barrio, peligro de electrocución o principio de incendio. “Este proyecto me hizo dar cuenta de que no todas las familias tienen agua caliente y eso tiene una solución: el colector solar. Me gusta haber participado, unió a todo el curso e hizo que todas pongan su parte. Fue única la experiencia”, comenta una de las alumnas orgullosa del trabajo en equipo y de la transformación que lograron en la vida diaria de muchas familias.

Llegar a fin de año empuja a hacer balances, a descubrir que lo grande y lo importante está en las pequeñas cosas que podemos hacer por los demás, poniendo en el centro el mensaje de Jesús que nos impulsa a librarnos de las dialécticas que enfrentan y a proyectar una sociedad que incluya a todos. Como el caso de Cáritas que nos alienta a unirnos a la campaña “En Navidad tu generosidad es esperanza” para construir un mañana mejor que permita vivir y soñar con esperanza a quienes más sufren.

En este contexto, la familia cobra una especial relevancia como auténtica escuela de humanidad capaz de hacer doméstico el mundo y transformarlo en un lugar de paz, solidaridad y respeto. Sabemos que no hay familias perfectas, en todas hay dificultades y las circunstancias de la vida que atraviesan muchas veces no son fáciles. Pero Jesús, que eligió venir al mundo en una familia, le dio una fuerza interior capaz de convertirla en el motor para generar una cultura del cuidado de unos hacia otros y en la que todos somos responsables de los demás, especialmente de los que más sufren, de los más vulnerables, de los descartados.

Movidas por ese impulso interior, numerosas familias se unen para armar cajas navideñas y llevar ilusión a quienes más sufren; jóvenes que con sus voces y guitarras abrazan a los enfermos que visitan y llenan la tarde con villancicos de esperanza; niños y niñas se desprenden de sus “tesoros” para regalar alegría a quienes no tienen con qué jugar; jóvenes que destinan sus vacaciones para trabajar en equipo junto a organizaciones como Impulso Social o Universitarios para el Desarrollo para restaurar el comedor social o la capilla de un pueblo, o colaborar de diferentes maneras en el desarrollo local de una comunidad vulnerable.

Hoy, ante un mundo que parece levantar muros de indiferencia y soledad, tantas iniciativas que surgen en el corazón de muchas personas que se sienten transformadas por el mensaje de Jesús e impulsadas a construir horizontes de esperanza. Como decía san Josemaría: “Desde la cuna de Belén, Cristo me dice y te dice que nos necesita, nos urge a una vida cristiana sin componendas, a una vida de entrega, de trabajo, de alegría. La eficacia redentora de nuestras vidas sólo puede actuarse con la humildad, dejando de pensar en nosotros mismos y sintiendo la responsabilidad de ayudar a los demás”.

 

Josefina Madariaga es directora de la Oficina de Comunicación del Opus Dei en Argentina

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