Debate

Sobre egoístas, ideas infantiles y problemas insolubles: la relación entre religión y progreso

El autor responde en esta columna un artículo que contrapone religión y progreso. "Me gustaría analizar y discutir los argumentos presentados a fin de agudizar el diagnóstico sobre un tema tan transversal en la vida política –y personal- de los argentinos", adelanta el autor.

Pablo Benegas lunes, 20 de septiembre de 2021 · 23:12 hs
Sobre egoístas, ideas infantiles y problemas insolubles: la relación entre religión y progreso
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En el día de ayer, Eduardo Marty publicó un artículo titulado “Religión vs Progreso en el que hace una presentación sobre cómo la existencia de la religión es un motivo –si no el motivo- por el que el despegue económico del país se ve pospuesto. En este escrito me gustaría analizar y discutir los argumentos presentados, a fin de agudizar el diagnóstico sobre un tema tan transversal en la vida política –y personal- de los argentinos.

El artículo comienza planteando 2 problemas “insolubles” que le plantearía la religión a las sociedades modernas: el primero es el de “contaminar y distorsionar la razón humana” al poner “en pie de igualdad a la información obtenida a través de observaciones y razonamientos y a pseudo verdades provenientes de relevaciones, sentimientos [sic] y mensajes místicos”. El segundo es el que la religión adopta un código moral “altruista” en el que las necesidades de los demás son más importantes que las propias, código que “altera y distorsiona la naturaleza humana”. Advierte que estos principios impactan en el retraso económico “porque la religión odia el espíritu de lucro” y sitúa los orígenes de la fe religiosa (citando a Ayn Rand) en la confianza que tenemos en nuestros mayores, que nos imponen algo por autoridad y exigen obediencia, echando mano a la culpa (concepto en el que pone especial énfasis) para cercenar nuestra autonomía de pensamiento y libertad de acción. Estirando la línea, dice que incluso ese principio de autoridad allana el camino para el advenimiento de “otras autoridades”, como se dio en los casos del nazismo, el fascismo o el comunismo.

Quizás podamos resumir la idea central con palabras del propio Marty, que dice “La idea religiosa sostiene que el hombre no está en condiciones de concebir a Dios y que por lo tanto, debe obedecerlo; no debe cuestionar, debe someterse. El conflicto con la modernidad parece entonces inevitable: mientras el liberalismo y el capitalismo piden libertad, productividad, creatividad y búsqueda de la propia felicidad, la religión condena estos deseos”.

Debo confesar que la lectura del artículo me generó cierta perplejidad. No se trata de un desacuerdo en las conclusiones, sino sobre todo en las premisas: se exponen y hacen decir una cantidad de inexactitudes que me generan el riesgo de ser puntilloso donde no vale la pena. Trataré de evitar ese riesgo.

Sobre los problemas insolubles

Me gustaría tratar de aportar a la solución de los 2 problemas insolubles. Con respecto al primero, el poner en la misma bolsa de “la religión” a la Iglesia Católica, el Islam, el Budismo y al tarotista de Plaza Francia, complica el análisis. Por eso haré la opción de hablar desde el Catolicismo (que es el que genera la agonía que pone sobre el tapete Marty, trayendo a Zanatta). El debate sobre la relación entre fe y razón fue discutido a lo largo de la historia, y presentado con bastante suficiencia ya en el siglo XIII. Hay cosas accesibles por la razón (la existencia de Dios es una de ellas) y cosas que no (lo que forma parte de la Revelación); pero ambas no pueden entrar en contradicción. Que algo supere la razón no quiere decir que vaya en contra de ella, y los dos ámbitos tienen su autonomía. Incluso si quisiéramos remitirnos al surgimiento de la ciencia moderna en el siglo XVII, nunca se percibió como un golpe de muerte a la religión . Ni por científicos, ni por religiosos (que, dicho sea de paso, en muchas casos eran las mismas personas). Y, en los últimos siglos, la separación entre Estado e Iglesia ha sido más un pedido de la religión que del Estado (de hecho, el nacismo, fascismo y comunismo citados han querido generar un avance del Estado sobre la Iglesia).

Sobre el “código moral altruista, contrario a la razón humana”, decir 2 cosas:

  1. La formulación de que “debemos dejar de lado nuestros sueños y aspiraciones” por “el bien común, por el pueblo” no es claro ni siquiera qué querría decir en la práctica. ¿Entiende que un cristiano no tiene un proyecto de vida? ¿Qué no se casa, no estudia ni trabaja para darle “algo” (¿qué?) “al pueblo”? No sólo me declaro incapaz de entender las implicaciones concretas de este apotegma sino que no hay nada más difícil de discutir que lo que uno no ha dicho. Y la Iglesia no condena ni la búsqueda de la felicidad, ni la creatividad, ni la libertad ni la productividad. Ahora, si el problema es que parte de la propia misión en la vida y la propia plenificación está ligada al impacto en otros, bueno, es otro cantar. No dice que la productividad sea mala, dice que no es suficiente. Por otro lado, ese enunciado dejaría de lado, no sé si consciente o inconscientemente, la formulación del mandamiento que dice “amar al prójimo como a uno mismo”. Entiendo que porque lo hace problemático, ya que implicaría un sano amor a uno mismo.
  2. Decir que algo es “contrario a la naturaleza humana” tiene una connotación más problemática aún, pues quiere decir que a) existe una naturaleza humana y b) la podemos conocer. Aquí no podemos estar más de acuerdo. Hablar de una naturaleza, de la que se desprenden principios operativos (que hay cosas que nos hacen bien y cosas que son contrarias a esa naturaleza) da cuenta de un orden y –por tanto- de un ordenador. “Tú no estás lejos del reino de Dios”.

Fe religiosa, historia y psicología infantil

Con respecto a de dónde surge la fe religiosa y cuáles son sus consecuencias prácticas, entramos en otro problema. Que el problema sea que en su germen esté el principio de autoridad nos cuestionaría no sólo la fe, sino la educación en general. Cada persona debería empezar de nuevo la historia del conocimiento, sin condicionamientos externos que lo lleven a aceptar el teorema de Pitágoras o la ley de Gravedad. Si uno quiere remover el principio de autoridad, lo que encuentra no es mayor libertad, sino el paso al instinto.

Ahora, si lo que queremos decir es que el principio de autoridad es lo que mantiene a la fe religiosa a lo largo de la historia, bueno, hace que uno se cuestione la visión de Marty sobre la misma historia, la psicología y la crianza de hijos adolescentes. Tendríamos que borrar miles y miles de biografías de intelectuales, eremitas y santos que no entran en la lógica de poder y subordinación que nos quiere presentar el artículo.  Después de todo, millones de golondrinas pueden tener algo que ver con el verano.

¿Se trata la religión de algo infantil? La rareza es que, en la historia del pensamiento, incluso los autores que han puesto a la razón por sobre todo han terminado aceptando la hipótesis de Dios para que les cierren las cuentas (por dar algunos ejemplos, Dios garantiza el acceso al mundo en Descartes; Dios es el garante de la razón práctica en Kant). Es más, en la historia de la filosofía, aquellos que han dejado afuera a Dios no lo han hecho como una conclusión, sino como una premisa (el “Dios ha muerto” de Nietzsche o el “como Dios no existe, la existencia precede a la esencia” de Sartre son botones de muestra).

¿Infantiliza la fe? ¿Promueve el somentimiento y la falta de libertad? Es interesante el recurso al planteo de Rand que hace Marty porque Rand es una autora muy interesante. El hombre libre y liberado que hace que la sociedad avance. Y es cierto que, si se quiere remover todo mérito y avanzar hacia un igualitarismo forzado, las consecuencias sociales son visibles. Cuando los personajes de “La Rebelión de Atlas” abandonan en avión una New York en la que se escuchan disturbios entre los apagones, uno no puede menos que establecer paralelos con la Caracas contemporánea.

La pregunta es si esto es lo que promueve la religión. Por otro lado, la comunidad idílica que dibuja Rand, donde una serie de personas de talento extraordinario comercian entre sí en total libertad en una suerte de ghetto de superhombres, es en realidad bastante triste y no tiene en cuenta principios que ya Aristóteles postulaba sobre cómo se forman las sociedades y de la necesidad que tenemos de los demás para vivir una vida plena y con sentido. Como si fuese un club de Sidartas, en esta comunidad sólo aparece una niña, y la muerte es preferible a cualquier invalidez. Más que una comunidad ficticia en Colorado, las consecuencias prácticas del sueño de Rand pueden verse en la Europa actual (envejecida, impotente y con generaciones que se miran con incomodidad entre sí).

Por otro lado, ir del Pecado Original a la envidia por los logros ajenos como se hace en el texto deja afuera el dato de que el primer pecado de la humanidad caída fue justamente la envidia: Abel hace un buen trabajo, que Dios aprecia, y por eso Caín lo mata. Exégesis selectiva.

Libertad y culpa

Pero el punto es si el Catolicismo subsiste a base de la culpa. Es bastante común escuchar a personas que se autoperciben como librepensadores despotricar contra “el concepto judeo-cristiano de culpa”, como un ancla que evita el desarrollo. En primer lugar, quiero aclarar que la culpa nunca ha sido algo valorado en sí mismo. Es, en todo caso, se toma como un indicador en la conciencia sana. Está ligada a la capacidad que tenemos de reconocer el carácter de nuestras obras. Su importancia deriva de que buscamos el bien (no la culpa, el bien) y se nos prende una alarma cuando nos desviamos en esa búsqueda. No voy a entrar exhaustivamente en el desarrollo espiritual del concepto, pero basta decir que no siempre la presencia de culpa quiere decir que haya pecado (en las conciencias escrupulosas puede más bien ser un problema) y su ausencia, como hemos dicho, no implica necesariamente libertad, sino más bien embrutecimiento. Alguien a quién su conciencia ya no le reprocha nada es probable que haya cortado varios lazos. Y no sólo con Dios, sino también con los demás. Las atrocidades del siglo pasado las han hecho personas cuya consciencia ya nos les decía nada. Y no consideraríamos que un verdugo es la persona más libre..

¿La conciencia católica frena el avance de la humanidad? No sólo no se ha comprobado históricamente que esto sea así, sino que más bien lo contrario: ha sido el Occidente cristiano dónde más ha florecido el progreso material y espiritual. No tengo intención de rebatir cada una de las leyendas negras que probablemente tenga el autor en su cabeza, pero invito a rastrear por qué en Occidente tenemos tanta claridad sobre los derechos individuales, de carácter universal; por qué hablamos sobre proyectos de vida personales y de una conciencia que no debe subordinarse al Estado, y no encontramos paralelos en el Oriente musulmán o la gran Asia. Lo que se encuentre puede sorprender..

Creo que la mejor conclusión que podríamos sacar la da el mismo autor. Cuando uno arma un esquema sostenido en supuestos propios más que en el análisis de lo que el otro dice, con visiones históricas parciales para concluir algunas cosas con las que el otro no estaría totalmente en desacuerdo, como mínimo uno puede ser injusto. “El sueño de la razón produce monstruos”.

 

Pablo Benegas es filósofo, consultor y profesor MBA.

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