Mil y un relatos

Hacer espacio para lo nuevo

Se trata de vaciarse de algunos objetos, prejuicios, pensamientos rumiantes y miedos bajo la alfombra para que entre el aire fresco y las historias nuevas que nos impulsen a crecer.

Diana Chiani
Diana Chiani sábado, 16 de octubre de 2021 · 08:42 hs
Hacer espacio para lo nuevo
Foto: Foto de Educación creado por marymarkevich - www.freepik.es

Hay un cuento zen que relata cómo un maestro quiso servir un té a su estudiante y, en un supuesto descuido, llenó la taza por demás, por lo que el agua se derramó hasta que el aprendiz, algo irritado, se lo señaló. El maestro, entonces, explicó que no podría aprender nada si antes no se vaciaba, no desaprendía algunas cosas, ya que no hay mucho que agregar a una taza llena.

Aunque no soy experta, los chicos aprenden más rápido que los adultos porque –entre otras cosas- tienen espacio en su disco rígido, que aún no está lleno de infinidad de juicios, costumbres, hábitos y creencias que los adultos hemos acumulado y que muchas veces interfieren -sin que nos demos cuenta- con nuestras ganas de cambiar o de hacer diferente.

¿Cómo enfrentarnos a una clase de inglés si siempre hemos dicho ser un “desastre” para los idiomas? ¿Cómo entablar nuevas relaciones si nuestros juicios previos sobre personas, círculos o lugares que ni conocemos, pero sobre los que tenemos infinidad de supuestos, meten la cola y ni siquiera nos permiten llegar?

Vaciarse o desaprender nada tiene que ver con tirar por la borda las experiencias previas, los conocimientos adquiridos o lo que sea nos haya traído hasta acá. Más bien, en primer lugar, es preciso honrar esos caminos y agradecerlos para, en segunda instancia, preguntarnos si hoy nos son útiles, si de verdad nos representan o si se trata de modelos mentales que nos permitirán llegar adonde queremos.

No es que vayamos a olvidar los aprendizajes hechos en 30, 40 o la cantidad de años que cada uno tenga ni que eso, por otra parte, sea sencillo o instantáneo. Se trata, en cambio, de darnos el permiso para cuestionarlos, hacernos la pregunta sobre si hoy volvemos a elegirlos o preferiríamos encontrar nuevas formas de ser, más acordes con lo que deseamos y hemos construido durante este tiempo.

Es que no solo estamos llenos de preconcpetos, creencias y experiencias sino que también, muchas veces, vamos saturados de pasos por cumplir, infinidad de listas sobre lo que nos falta, aún no somos, todavía no alcanzamos y diversos deberías cuyas tildes no logramos, perdidos en una marea de exigencias y mandatos que en lugar de impulsarnos nos hacen patinar en el barro.

A veces, incluso, nos apegamos también a las cosas materiales que se acumulan sin uso por años, nos atiborramos de palabras no dichas, frases postergadas, enojos no expresados que ocuparán un lugar precioso hasta que podamos sacarlas, expresarlas, regalarlas, venderlas  o –mi favorita- escribirlas. 

Vaciar la taza, hacer espacio en nosotros, es un primer paso para permitir que ingresen cosas diferentes en nosotros e implica mirarnos con honestidad. Si todo lo sabemos, si ya hemos vivido “aquello” o si creemos que los demás son poco confiables o carentes de razón por pensar distinto; por mencionar algunas “verdades” con las que a veces nos saturamos, no habrá cambios posibles ni aventuras por recorrer.

Y no hablo de dejar todo para poner un bar en la  playa –aunque la idea es tentadora- sino de todas esas pequeñas certezas que no hemos corroborado jamás, pero nos dan seguridad por el simple hecho de creer tener razón y considerarnos “mejores” que algo o alguien como si eso nos hubiera dado alguna satisfacción palpable alguna vez.

Y casi todos hemos tenido la experiencia de sorprendernos gratamente con una persona que al principio nos caía mal, encontrar ayuda de casualidad en algo en que descreíamos o caer en la cuenta de que hay otras miradas tan válidas como la nuestra aunque no las compartamos.

Es un fenómeno físico y se trata de hacer especio, vaciarse, desapegarse no de los afectos y los vínculos sino de algunos objetos, prejuicios, pensamientos rumiantes y miedos bajo la alfombra. Solo así habrá lugar para el aire fresco, los relatos nuevos, las amistades inesperadas, el trabajo anhelado y todo aquello que implique movimiento, aprendizaje y una vuelta más para crecer.

Por Diana Chiani. Comunicadora, editora y Coach Ontológico Profesional  IG: @milyunrelatos.  www.milyunrelatos.com

 

 

 

Archivado en