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Trabajar para la comunidad: premio y castigo para los violadores de cuarentenas

En Mendoza la cifra de los que no respetaron el aislamiento social obligatorio ya superó los 5.200. Quienes no poseen antecedentes, cuentan con el beneficio de realizar tareas comunitarias. Un castigo ejemplificador que en la pospandemia podría ser una opción más útil que zafar pagando una multa.

Rubén Valle
Rubén Valle sábado, 9 de mayo de 2020 · 06:52 hs
Trabajar para la comunidad: premio y castigo para los violadores de cuarentenas

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Cualquier definición que se haga de tareas, servicios o trabajos comunitarios desembocará inequívocamente en que se trata de un "beneficio a la comunidad". A la par de que cumplen con una función reeducativa, sirven para concretar una actividad provechosa para la sociedad. Si te perjudiqué, ahora es tiempo de que te compense (me guste o no), sería la traducción solidaria de esta acción.  

En la noticia de que harán trabajo comunitario miles de mendocinos que rompieron caprichosa e irresponsablemente la cuarentena, no para ir a ver a un ser querido o trabajar si no para comerse un asado o jugarse un fulbito con los pibes del barrio, hay una necesaria reparación social para todos aquellos que sí cumplieron, que sí pensaron en sí mismos y en los demás, entendiendo que esto del aislamiento es de vida o muerte, aunque suene así de fatalista.



El caso de Edgardo Ribi, quien violó la cuarentena ¡tres veces! y fue condenado a un año de prisión en suspenso y 200 horas de trabajo comunitario en el Hospital Notti, puso en foco esta opción de castigo mucho más productivo que quemar las horas en una celda de 4x4 o pagar una multa y ya.

El año pasado, una veintena de personas que habían sido sancionadas por distintas faltas al nuevo Código de Contravenciones de la provincia cumplió trabajos comunitarios en el Ecoparque, con jornadas de 4 horas diarias y en lapsos de hasta 50 días, de acuerdo con sus respectivas sanciones. La noticia no tuvo el eco del violador de cuarentenas, pero esas horas representaron más de 100 días de trabajo real. 

Una sanción ejemplificadora

En total en la provincia ya se imputaron a 5.274 personas (dato del 8/5), muchas de las cuales podrán acceder al beneficio de las tareas comunitarias. La Resolución N° 49/2020 del Ministerio Público Fiscal de Mendoza establece que, salvo cuando el infractor sea reincidente o tenga antecedentes penales, se le podrá imponer que preste servicios no remunerados en hospitales y centros de salud, escuelas, municipios, secciones policiales y oficinas fiscales, entre otros. La cantidad de horas varía con cada caso y cada pena acordada. Obviamente, el cumplimiento será pospandemia -sobre todo en el caso de los hospitales- para no llover sobre mojado.

"Esta es una herramienta prevista en el Código Procesal Penal de Mendoza con la suspensión del juicio a prueba. Es una buena herramienta de sanción ejemplificadora para que los que no cumplan con el aislamiento obligatorio y no tengan antecedentes delictivos realicen trabajos en hospitales u otra institución pública una vez que concluya la cuarentena obligatoria", explica el subsecretario de Justicia, Marcelo D’Agostino.

"También está previsto -agregó- en el nuevo Código Contravencional que reformamos en el 2018, en donde se puede pedir la sustitución del arresto o multa por cumplimiento efectivo de trabajo comunitario, prestación de servicios, tareas especiales o funciones laborales sin remuneración o beneficio alguno en instituciones de bien público o entidades municipales o provinciales. Situadas, en lo posible, en el ámbito de la jurisdicción donde se domicilie la persona sancionada". 

Lo rompés, lo arreglás

Mirando hacia adelante, la implementación de esta sanción instalada desde años ha en otros países (como es común ver en tantas series y películas), permitiría potenciar el sentido de lo ejemplificador más que de la sanción en sí, reparando en la comunidad aquello que se dañó ex profeso. 

Ahí donde los vándalos dejan su sello, ahí también sería esperable que en la pospandemia lo reparen los mismos sátrapas. Pintadas y rotura de instalaciones en las escuelas, daños a la cartelería pública, trabajos de limpieza y mantenimiento en espacios públicos, son algunas de las tantas opciones, pero también pueden serlo la ayuda y asistencia a discapacitados, de enfermos terminales y ancianos, el acompañamiento a adultos mayores en los centros de día, la participación en campañas de prevención de drogas, seguridad vial y otras, la colaboración en oficios como carpintería, albañilería, pintura, en barrios vulnerables. 

Las opciones son interminables, pero también es cierto que requieren de un seguimiento y una logística que no son tan simples de poner en práctica a la hora de "castigar" a los infractores y sacarle un provecho social al delito. 

Después de ver casos como los del típico conductor temerario que habla por teléfono mientras maneja y luego zafa pagando una multa, queda la sensación de que no hay una "devolución" real a los demás afectados. De los infractores de la cuarentena pagando su pena con trabajo comunitario puede quedar un efecto visagra que ojalá no se desaproveche. 

  #ElResaltador

Nadie quiere estar en silencio

  • "Lo vengo escuchando bastante en las últimas semanas: cada generación tiene sus pruebas que atravesar… nosotros fuimos jóvenes en dictadura, esa fue nuestra prueba… los jóvenes de ahora tienen la pandemia… blablablá... Pepe Mujica dijo dos cosas que me conmovieron particularmente y que tienen que ver con el silencio (eso que deberíamos ejercitar un poco más en estos tiempos). Dijo: 'Yo quiero morirme en silencio como los bichos del monte'. Dijo: 'Por qué no usamos este tiempo para hablar con el que tenemos adentro'. Con uno, con una, se habla igual que como lo hacen los creyentes con Dios: en silencio. En estas semanas parece que nadie quiere estar en silencio. Todos tienen algo para decir, todos piensan que estamos ávidos de escuchar a aquellos que no tenemos ganas de decir nada".  

{ Selva Almada, escritora, en Perfil

 
#Solapa

La ¿nueva? estructura social de América Latina. Cambios y persistencias después de la ola de gobiernos progresistas, de Gabriela Benza y Gabriel Kessler. (sigloveintiuno editores, 168 páginas, $489)

  • Están quienes creen que los gobiernos progresistas de principios del siglo XXI en América Latina representaron un avance socioeconómico indiscutible para masas de personas postergadas por décadas. Otros, por el contrario, están convencidos de que esos gobiernos fueron la concreción de un “populismo” que condenó a la región al atraso, la prebenda y la demagogia. Este libro viene a llenar con datos y análisis los vacíos de esa discusión, a la vez que logra cambiar de raíz nuestro sentido común sobre América Latina y su “desigualdad” característica.

#LaDataFlora 

 

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