En tiempos de cuarentena

La pobreza, la otra pandemia que sufre Mendoza

¿Cómo es "quedarse en casa" para los que no tienen servicios básicos en sus precarias viviendas y, además, viven en condiciones de hacinamiento?

Nimsi Franciscangeli domingo, 5 de abril de 2020 · 08:18 hs
La pobreza, la otra pandemia que sufre Mendoza
Foto: Foto: Pachy Reynoso

Más del 42% de los mendocinos son pobres. La cifra realmente es alarmante, en el último año se sumaron unas 88 mil personas que viven en hogares con ingresos que no alcanzan para cubrir la Canasta Básica Total (CBT).

En la comparación interanual la pobreza en Mendoza creció casi 6 puntos, llegando al 42,1% según informó la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE).

A lo largo de este aislamiento social, preventivo y obligatorio hemos escuchado hasta el cansancio la tan trillada recomendación “quédate en casa”, además de las medidas de higiene que debemos llevar a cabo como método preventivo. Sin embargo, no todos tienen acceso a estas medidas, que parecieran tan básicas. La pandemia producida por el Covid-19 y la pobreza no son compatibles.

"Muchas veces para una persona que tiene todas las condiciones de vida resueltas y vivienda digna es mucho más sencillo quedarse en casa. Pero la verdad es que en los barrios en donde falta lo más elemental es complicado quedarse en la casa. El primer problema es el hacinamiento. Cinco o seis personas viviendo en un lugar extremadamente pequeño y en forma precaria", explicó Adrián Bonada, coordinador provincial del movimiento Barrios De Pie.

Si las personas no cumplen con las medidas de higiene necesarias, los epidemiólogos afirman que el virus avanzará de forma más rápida. Y no es descabellado pensar que esto sucederá en aquellos barrios dónde los servicios básicos y esenciales como el agua, son escasos y las viviendas precarias.

Tal es el caso de los asentamientos que rodean al Centro Educativo Social “Progresar y Crecer”, de Colonia Segovia, Guaymallén. En ese lugar trabaja Miguel, que, debido a la crisis, lo ha transformado en un comedor para 17 familias de la zona.

En una charla con MDZ, Miguel describió las viviendas de esas familias: “Las casas son sumamente precarias, están armadas de cañas, ramas, cartón prensado y nylon, son lugares donde habitan entre 5 o 6 personas que solamente se juntan en el almuerzo, la cena y para dormir. En estos lugares es mejor estar afuera que adentro, el hacinamiento es terrible”

La postal de la vulnerabilidad se observa a en todos los municipios. Yolanda, fundadora del comedor infantil “Los pajaritos”, al oeste de Godoy Cruz, se ocupa de la primera infancia de esa zona y le da de comer a más de 130 niños y niñas a partir de los dos años. Agradecida por las donaciones que sigue recibiendo y a la vez preocupada por el estado de los menores, relató: “Los vemos descalzos y en malas condiciones de higiene, viven en villas con casas precarias. Siempre nos preguntamos ¿cuál será el futuro de esos niños? Porque realmente hay que vivir en estos lados”.


El trabajo y la economía informal

“Hago changas”, “tenía un kiosquito y lo cerré”, “soy cuentapropista”, “trabajo el día a día en las chacras”, “reciclo en el basural”, son las frases que se escuchan decir a muchos de los que hoy están sufriendo drásticamente los efectos de esta cuarentena.

La economía se paralizó en todos los ámbitos, golpeando más duro a los que están en situación de pobreza o marginalidad. Desde el Bachillerato Popular “Violeta Parra”, ubicado en el Barrio La Favorita, algunos de sus miembros destacan que “hay desabastecimiento en la zona ya que muchos pequeños comerciantes han decidido cerrar sus puertas debido a la cantidad de controles que deben sortear para llegar a la ciudad, se les vuelve compleja la tarea de bajar a comprar”.

Gran parte de la población de La Favorita tiene trabajo informal. Flor, integrante del Bachillerato Popular, explica lo difícil que es sostener la realidad estando aislados: “Los recursos son por autogestión o donaciones de otras organizaciones sociales. El Estado llega de manera básica, hay poca articulación entre políticas nacionales, provinciales y municipales, realmente es insuficiente”.

Que no falte la comida

La solidaridad en tiempos de crisis es real. Hay organizaciones trabajando, hay héroes anónimos, hay madres, padres, estudiantes, que buscan de alguna manera u otra que el plato de comida llegue a los hogares más necesitados.

La tarea primordial de muchas de estas agrupaciones es la entrega de víveres, como es el caso de Banco de Alimentos, que hoy asiste a 84 organizaciones sociales como comedores, merenderos, jardines maternales y centros de atención educativa, entre otros, y a través de ellos colabora con la alimentación de más de 32.000 personas.

De las 84 organizaciones que trabajan con el Banco, 20 han suspendido su actividad por ser población de riesgo o porque lo determinaron por razones de prevención y 64 siguen realizando su tarea, pero tuvieron que cambiar la prestación alimentaria que desarrollaban.

“En este momento tenemos en falta alimentos como arroz, fideos y leche”, señaló Lorena Troncoso, coordinadora del Banco de Alimentos y agregó: “Por esto es que, como siempre, hacemos un llamado a empresas e industrias alimenticias para que a través de sus donaciones nos acompañen y sean parte de una cadena de valor solidaria que funciona hace 18 años y que hoy los necesita más que nunca”.

En el recorrido por los diversos centros asistenciales llegamos al centro de actividades educativas “La ventana del Flores”, ubicado en el Barrio Flores Oeste. Allí trabajan con donaciones y en conjunto con el Banco de Alimentos, en este espacio se está dando el almuerzo dos veces por semana a 92 niños, niñas y adolescentes. La cocina queda en manos de Juana y Graciela, dos mamás del barrio.

Quienes colaboran en “La ventana del Flores” saben que su tarea diaria es “poder garantizar a los niños y niñas un plato de comida caliente y acompañar a las familias en este contexto”, explicaron.

Las mujeres al frente

Son madres del barrio, son las cocineras, preparan las viandas, entregan la comida, sirven la copa de leche, organizan juegos para los más pequeños, brindan apoyo escolar y buscan las habilitaciones para circular por los barrios carenciados.

“La mayoría somos mujeres”, resaltó Laura, una de las integrantes de la organización Casas de Encuentros, que trabaja con más de 4 mil niños, niñas y adolescentes en el Gran Mendoza y el Valle de Uco, repartiendo alimentos y la copa de leche. “Es todo un desafío tratar de llevarles las cosas a sus casas, se hace difícil porque a veces no podemos juntarnos y a esto hay que sumarle que no nos pare la Policía por los barrios, aunque contamos con los permisos para circular otorgado por el gobierno”, detalló.

Las viandas son caseras: sopaipillas, tortitas, galletas y la leche. La predisposición de estas mujeres es determinante a la hora de colaborar con quienes menos tienen, en su lema se resume el trabajo de tantas organizaciones:

“Tenemos el compromiso de ayudar en lo que más se pueda”.

La pobreza, es la otra pandemia.

 

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