Sin relato no hay acción
Apenas una década atrás ganó fuerza la instalación de un concepto: dato mata relato. Esta idea resulta difícil de digerir, ya que la única posibilidad de que los datos puedan ser conocidos por la opinión pública es a través de la narración.

Hace un año Javier Milei firmó el Pacto de Mayo con los gobernadores.
X (@CasaRosada)Apenas una década atrás ganó fuerza la instalación de un concepto: dato mata relato. Esta idea resulta difícil de digerir, ya que la única posibilidad de que los datos puedan ser conocidos por la opinión pública es a través de la narración. No todos pueden ser protagonistas en la historia y la constatación de los datos implica un desafío que ni la administración de justicia, con todos sus recursos y herramientas, suele proporcionar para la saciedad social.
El sujeto objetivo
El desprecio por "el relato" suele ser leído como el método más eficaz para desactivar la corriente revisionista de la Historia. Un estratagema que -podemos comprobarlo- rinde sus frutos. Esto, llevado al discurso periodístico se traduce en uno de sus apotegmas: el hecho es sagrado, la opinión es libre. Axioma incontestable pero con una salvedad nunca dicha: quién es el decidor del dato, quién el observador, quienes los involucrados y cuáles las consecuencias de revelar ese hecho desde una mirada siempre, voluntariamente o no, subjetiva.
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Incómoda
Tan indispensable como incómodo resulta conmemorar este 9 de julio, Día de la Independencia, en una Argentina herida de pobreza, destrato, insolidaridad. Dividida por una grieta visible que muestra un panorama difuso: triste y dramático para una mitad, expectante e ilusorio para la otra Apenas un año atrás, de estos 209 que nos separan de la Declaración de la Independencia, los actuales presidente y vice presidenta, lucían juntos y sonrientes, montados en un tanque de guerra, de esos que -afortunadamente- Argentina nunca utilizó, portando armas de largo calibre, con gestos ambiguos, entre festivos, infantiles y belicosos. Hoy, ni siquiera la máxima autoridad del poder ejecutivo estará en Tucumán, provincia y ciudad en donde nuestros próceres, no sin debates arduos y disidencias intensas, firmaron la Declaración para iniciar la acción libertadora, independentista
La milagrosa convertibilidad
Sabemos que lo perfecto nunca logra conciliar con la realidad. Aquellos obstinados hombres, decidieron por mayoría conculcar lo que la corona española pretendía para los pueblos del sur. Con diferencias ostensibles en relación a la Asamblea celebrada tres años antes, aquél Congreso puso en palabras su decisión y las escribió. El compromiso promovió la integración regional y fue el que le concedió autoridad suficiente a las fuerzas independentistas para continuar los combates y concluir con la expulsión definitiva de la monarquía europea en América del Sur.
Los 29 representantes que estamparon su firma, un dato que suelen omitir los críticos de los relatos, lo hicieron sobre actas escritas en castellano, pero también en quechua y en aymara, aspecto que merece ser conocido por actuales autoridades que profesan una animadversión para con los pueblos originarios, ignorando la voluntad y vocación de los artífices de nuestra independencia y desconociendo el papel vital que tuvieron quienes habitaban estos territorios antes que los caballos, las carabelas y las deidades que convierten pesos en dólares.
Etiquetas
La febril intención de etiquetar cada pensamiento y todo acto, puede generar confusiones insalvables. Tanto la Asamblea del Año XIII como la de la Declaración de la Independencia, contienen en su texto ideas liberales y progresistas. Fin de la esclavitud, libertad de vientre, impedimento de las cláusulas inquisitivas, todas leyes que desbarataron la concepción conservadora medioeval, casi lo contrario al proceso que transitamos hoy en Argentina, de ahí la incomodidad que produce esta evocación. La política de hoy constituye una flagrante contradicción con el espíritu del génesis de la Argentina.
Libertad de verdad
Elucidar qué se dirá en el futuro sobre la Argentina de este 2025 es una tarea tan inútil como imposible. Sí podemos confirmar que las palabras que pronuncia el actual primer mandatario, contrastan con las ideas de una de las figuras de la emancipación nacional, Manuel Belgrano, abogado y militar, quien propiciaba la educación pública en favor de la igualdad, que promovía la industria en contra de las actividades extractivistas primarias e incluía a las etnias que no se inclinan ante los poderes foráneos; y también es comprobable que tanto la actitud como el discurso del presidente actual desentona con la verba del General San Martín, que a pesar de lo que diga el presidente Milei, se llamaba José, no Juan, y propugnaba por una libertad auténtica, por una nación libre y próspera para todos; por un destino común, pergeñado por compatriotas, sin someterse a los imperios ocasionales.
Nosotros o la inteligencia artificial
Ayer, con disidencias profundas, con armas precarias, con ejércitos improvisados, con escasos recursos, la Declaración de la Independencia, o sea, el relato, fue el aval para la Gran Epopeya y la hazaña militar que logró derrotar a las fuerzas coloniales y consagró la independencia del sur del continente. Dos siglos y casi una década después, con la misma generosa geografía, con instituciones amenazadas, pero con fuerte desarrollo académico, tecnológico, industrial, artístico, deportivo, social, seguimos debatiendo el pretérito, extenuado el presente y nublado el futuro. Tal vez sea un buen momento para recuperar la épica del relato y proponer nuestra propia Eneida, antes que lo haga la inteligencia artificial.