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La supremacía de la inteligencia artificial ante la abundante ignorancia

Los hechos conflictivos que se están viviendo a nivel mundial, sumado a la inteligencia artificial, están poniendo en evidencia la peor faceta de las personas.

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Archivo MDZ

El humano es algo que debe ser superado. Esa podría ser la traducción de una de las sentencias que Nietzsche le hizo pronunciar a Zaratustra, en su texto. Dicen que esta obra, entre poética y filosófica, fue utilizada por quienes Nietzsche detestaba, para justificar sus políticas y sus actos criminales. También le adjudican a Elisabeth -su hermana- haber adulterado el contenido de “Así habló Zaratustra”. Resulta difícil incluirla dentro de un género, mucho más que leerla, y sin dudas, muchísimo más que aludir sin haberla leído. Están quienes la valoran como una anticipación de lo que sería el Siglo XX, y aquellos que sugieren que fue el perfecto guión de algunas atrocidades. Una crítica feroz de su tiempo y una provocación para desestabilizar las certezas.

Un tránsito que puede dejarnos perplejos

“El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, cuerda suspendida sobre el abismo”, decía el Zaratustra de Nietzsche. Los acontecimientos que se están produciendo ahora, justo a esta hora, insinúan que la humanidad está perdiendo el equilibrio necesario para transitar esa soga hacia el futuro. Elegir la violencia, la amenaza constante, la vigilancia más intrusiva y la destrucción del otro, aleja al hombre de su posibilidad evolutiva, aunque la aniquilación del otro se haga mediante la precisión tecnológica, y lo que llaman “inteligencia militar”, ignorada por la mayoría de los habitantes del Planeta, Tierra por la que tantos cuidados reclamaba Zaratustra.

Ahí mismo

Zaratustra es la traducción caprichosa de Zoroastro, el profeta que -casualmente- nació en Persia, territorio que hoy en las burocracias estatales figura como Irán. La religión zoroastrismo es la más antigua de las monoteístas, aunque presenta diferencias considerables con las demás. En el credo de Zoroastro, Ahura Mazda es el Dios superior, pero hay otras divinidades inferiores, y está su contracara: Ahriman, quien representa las fuerzas del mal. La concepción es dualista, por lo que muchos confunden con el maniqueísmo- pero en este caso, en la contienda que rige al mundo desde sus orígenes, del bien contra el mal, vence el primero; en el maniqueísmo, el combate no se agota jamás. Y en Irán, desplazaron a los zoroastristas hace demasiados años, cuando los seguidores de Mahoma poblaron la región. Apenas se cuentan por decenas de miles los que siguen los rituales del fuego, los que alaban a Ahura Mazda, que traducido significa “Señor de la Sabiduría”, y no dominan ninguna situación política, ni en Irán, ni en las zonas a las que fueron expulsados, por lo que la aspiración de Friedrich Nietzsche, no tiene lugar en este presente tan beligerante.

La imposición de la libertad

Suena exageradamente extraño que aviones atraviesen más de once mil kilómetros para sumergirse en un conflicto de vecinos. El acierto perfecto del que dan cuenta los partes informativos, será de imposible comprobación. No será la primera vez que hablan de operaciones quirúrgicas hasta que se comprueba que los daños colaterales mataron no sólo al paciente sino a todos quienes lo rodeaban. Acaso una anécdota para los voyeur del mundo occidental, pero una tragedia para quienes padecen el asedio desde el exterior, y la indolencia de los propios. Los que hasta hace algunos años fueron aliados, hoy son los verdugos. Los que predican la libertad por sobre todos los valores humanos, someten a quienes no obedecen sus pretensiones. Inevitable evocar aquella historia del explorador quien se encuentra por primera vez con una tribu aborigen y pregunta ¿Hay caníbales entre ustedes? y le responden con serena exactitud: no, ayer nos comimos al último.

¿De qué lado estás?

Si la honestidad fuese el rasgo de moda, la única respuesta posible ante la pregunta ¿de qué lado estás? sería: del lado más alejado. El despliegue fenomenal armamentístico tecnológico de Israel y la adhesión inmediata del Estado más poderoso del mundo, ponen en relieve la desproporción ante un conflicto que se ha extendido a toda la región, la zona más rica en petróleo del mundo, casualmente. La imposibilidad de identificar con las clásicas etiquetas a los países, impide una definición como espectadores, desde la perspectiva ideológica. Irán es un Estado con un sistema teocrático pero con algunas concesiones otrora impensadas. Las actuales administraciones del Estado de Israel y de Estados Unidos de América, son producto de la democracia, pero de dudosa representatividad. Según una encuesta realizada por The Economist y YouGoy, el 60% de los norteamericanos prefería que no interviniera su país, frente a un 16% que dijo sí. Esto fue cuando Trump había dicho que se tomaría dos semanas para pensar si intervenir de manera directa en la contienda Israel-Irán o no. Al otro día, la fuerza aérea de Estados Unidos bombardeó posiciones estratégicas del régimen iraní. Semanas presurosas por lo que pudo comprobarse, tiempos en los que la verdad resulta inalcanzable.

Combate virtual

La dimensión que puede tomar esta guerra, que tiene por protagonistas principales a Israel e Irán, pero tiene consecuencias, daños y muertes en el Líbano, la franja de Gaza, Siria, y los países periféricos, es incalculable. De poco sirve referenciar una historia de siglos y sus epígonos luego de 1948, cuando se crea el Estado de Israel. El sinuoso trayecto de los enfrentamientos en toda la región imposibilitan anticipar un final, y mucho menos, un final feliz. El arsenal nuclear de Irán recuerda a las armas químicas del Irak de Sadam Hussein, mientras una porción cada vez más numerosa de opinadores furtivos en las redes, manifiesta a la distancia, cuando no su preferencia, sus vitoreos y lamentos, como si se tratara de un certamen lúdico. El hecho de no poner el cuerpo sino un mensaje en la pantalla, transforma la tragedia de una guerra en un acontecimiento más del espectáculo universal.

Ni los puntos cardinales

La situación política de hoy, tanto en el mundo como en nuestro país, nos coloca lejísimo del Superhombre (Übermensch) de Nietzsche. En el caso de Argentina, los pronunciamientos de la máxima autoridad del Poder Ejecutivo, resultan más propios de un adolescente desorientado que desconoce las diferencias entre norte y sur, izquierda y derecha, que las de un mandatario que debe privilegiar los intereses de una Nación. Si como prefigura el filósofo alemán en su obra Así habló Zaratustra, Dios ha muerto, pudo haber sido por un acto voluntario, para no presenciar tanto desatino y para no ser cómplice del descalabro moral e intelectual que destaca la época. Tal vez aquél Superhombre sea el rol que ha adoptado el algoritmo y ya estemos siendo sujetos esclavizados por la inteligencia artificial.