Un breve relato de vacaciones

Los adolescentes, con su agenda, ponen en crisis a la dirigencia que no los ve

Mientras la dirigencia política gasta fortunas para posicionarse en un lugar y hace que eso aparezca en sus propias redes la gente que está en la playa, y en especial los adolescentes, no piensan más que en tres cosas: comer, amar (ponele) y jugar.

Alejandro Cancelare
Alejandro Cancelare lunes, 6 de febrero de 2023 · 09:00 hs
Los adolescentes, con su agenda, ponen en crisis a la dirigencia que no los ve
Foto: Archivo

Hace una semana que paso tiempo completo con mis hijos adolescentes, de todas las edades. Y de ambos sexos. Vamos a la playa, caminamos, vemos algunos negocios pero, a la hora de estar en el lugar que alquilamos, cuando todos tenemos que estar en el mismo espacio, por primera vez perdí el debate de qué se ve en la tele.

No es porque no lo intente, sino porque estamos en otras galaxias. Lo mío es la tele tradicional, la radio, y la de mis conocidos lo mismo. Por eso empecé a sorprenderme cuando en la playa sobrevuelan avionetas con los nombres de los candidatos, la explanada está pintada de minúsculos nombres que, a pesar de ser del propio partido, al intendente Guillermo Montenegro no le deben causar ninguna gracia y que las provincias abrumen con innumerables promociones en toda la costa.

A esto hay que sumarle las gigantografías móviles en colectivos y trailers. Están todos, menos los del oficialismo. Salvo el gobernador que pintó algunas paredes, el resto parece que saben que, todos los días, se acuerdan de ellos.

¿A qué voy con esta reflexión? A que por primera vez me doy cuenta que cualquier cosa que les diga a mis hijos le será similar a lo que experimenta un chino aterrizando por primera vez en Argentina y que mucho o todo lo que diga, con mi lenguaje tradicional, no penetrará.

¿Qué les llega? Cuatro o cinco post adolescentes, jóvenes adultos algunos de ellos, tirando tips para debatir abiertamente en un formato comunicacional que no es radio ni TV, que hay que verlo por un canal de YouTube y que pueden estar horas debatiendo desde el sexo de los ángeles hasta las relaciones con los conocidos, amantes y amigos, si las bebidas se toman de tal o cual manera, o lo que se le ocurra en ese momento a la producción.

Lo primero que me llama la atención es que todo parece ser una gran película donde todos los personajes están ahí por arte de magia. Nadie tuvo un inconveniente con el tránsito, un colectivo o se sorprendió por lo que le costó algo de su cotidianeidad, desde el café, mate o bebida que ingieren hasta la cobertura médica. Nada. Ni siquiera se da por sobreentendido.

No lo ví ni uno ni dos ni tres días. Los miré y escuché toda la semana. No fue tortura. Fue aprendizaje y debate a la vez con mis hijos y mi mujer, quien en varios aspectos, en casi todos, me ayuda siempre a entenderlos en sus criterios y formas.

Diego Leuco, antiguo periodista “tradicional”, encargado de las noticias “duras” y con una mirada más que crítica de la actualidad inicia la mañana dando el debate de cómo debe pedirse un favor, y si el mismo no termina transformándose en una carga. Tres horas, con mensajes vía WhatsApp y mis hijos atentos a cada reflexión que de ahí surja. Por su puesto que ellos jamás lo vieron en Telenoche o en Radio Mitre y conocen de su existencia desde que se fue de ahí.

Es, indudablemente, su cotidianeidad. Hablan de sexo, de amigos, de infidelidades, de traiciones y demás cuestiones que son su minuto a minuto. Por eso se sorprenden de los precios cuando uno los manda al súper no les alcanzó para comprarse las “gomitas” que antes salían mucho más baratas. “Es increíble”, rezongan, aunque sugieren soluciones. Tomar bebidas de menor valor, dejando las gaseosas por las saborizadas que cuestan la mitad. Ayuda en este debate que haya tres de cinco que ya trabajen y los que no, por lo menos, estudian.

Es un avance, pero yo sigo preocupado. Porque apenas termina Leuco, aparece Nico Occhiato, y sigue con lo mismo. Quizás modifica el tema, pero no sale de lo que mencionamos arriba. Y así van otras horas más hasta que yo, ingenuamente, propongo generar en el almuerzo un disparador para charlar con ellos, casi igual que lo hacían Leuco u Ochiato.

Por supuesto, viene la mudez. Uno de mis hijos, el más chico, que chatea con una nueva amistad, se anima y los demás se horrorizan por qué exteriorizó lo que en YouTube recién podían ver y comentar.

Volvemos a la playa. Volvemos a ver dirigentes políticos extremándose para aparecer distintos, originales, previsibles y confiables utilizando las mismas formas que hace más de dos décadas. Claro que mis hijos no los verán. Y los que están veraneando al lado tampoco. A pesar de la edad, en la playa, solo tienen tiempo y quieren disfrutar y no saber nada de quién es la cara o el apellido que aparece por el aire o por la explanada. 

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