Salieris de San Martín

El debate incómodo: los que más tienen, más se educan y se agranda la brecha

La pandemia puso de relieve las desigualdades y las potenció: fue más fácil para un graduado universitario acceder a un posgrado que para un alumno de primaria ir a clases. Comienzan a gestarse cambios en la educación básica y universitaria. Pero faltan vínculos. Qué piensa la rectora de la UNCuyo.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 17 de julio de 2022 · 12:32 hs
El debate incómodo: los que más tienen, más se educan y se agranda la brecha
Foto: Rodrigo D'Angelo / MDZ

El aislamiento ejecutado por la pandemia generó una paradoja en la educación que, en realidad, es una muestra más de la desigualdad. Gracias a la virtualidad, explotó la cantidad de profesionales que pudieron acceder a posgrados, acortando distancias y costos. Sin embargo, culpa de la virtualidad, miles de niños mendocinos y argentinos quedaron excluidos porque no tenían los medios para acceder a las clases, con una brecha educativa enorme que aún hoy se siente y quedará. A diferencia de la desigualdad económica, en el conocimiento a nadie se le ocurre que haya que ponerle límites a quienes crecen. El problema está en la enorme brecha y si, como ocurre, cada vez es más complejo el acceso.

Argentina tiene el sistema educativo más inclusivo del continente. El Estado ofrece opciones desde el nivel inicial hasta la universidad y ese ha sido el principal eje de desarrollo. El problema, como ocurre en casi todos los órdenes, es el deterioro que se sufre: cada vez es más complejo acceder para muchas familias argentinas.

La Universidad Nacional de Cuyo es la principal casa de estudios pública de Mendoza. Acaba de transitar un traumático proceso electoral y ahora, con rectora electa, comienza un nuevo período. La “pospandemia” en realidad es la era del sinceramiento; cuando ya se sabe que la universidad es pública, pero no para todos; que antes hay un condicionante para el acceso y que miles de adolescentes ni siquiera se imaginan que pueden optar por una educación de nivel superior porque simplemente no llegan. El ascenso social que permite la educación y que ha sido motivo de orgullo históricamente en Argentina, ya no está garantizado. Incluso más allá de lo educativo hay una gran frustración que cruza a todos: nadie puede garantizar que las generaciones futuras (que nuestros hijos) vivan mejor.

La UNCuyo hizo una caracterización de sus alumnos en 2015. Aunque el relevamiento no es reciente, sirve para evaluar quiénes acceden y quiénes quedan afuera. La mayoría de los alumnos de esa universidad pública viven con sus padres, no trabaja, no tiene hijos y proviene de hogares con tradición educativa y una situación socioeconómica por encima de la media. Esa generalización no es útil porque hay muchos matices. Pero igual es un puntapié para discutir y que reconocen en la propia Universidad como tema a resolver.

Hay una sensación de cambio en la educación. La Dirección General de Escuelas ha puesto de relieve al secundario como eje para mejorar, mientras buscan potenciar el aprendizaje de lengua y matemática en la primaria. Todo, tras un errático tránsito pospandemia por problemas de infraestructura y decisiones nacionales inevitables (como un año sin clases presenciales) y dificultades sociales de inevitable impacto en el aula. En la principal universidad de Mendoza hay un cambio de gestión tras la crisis política y una ausencia de autocrítica en el equipo de gobierno que, sin que sea casualidad, comparte la estructura de poder de la provincia. Justamente hay dos ausencias: la autocrítica y la vinculación entre los niveles educativos. ¿Cuántas reuniones públicas hubo entre la cúpula de la Universidad y de la DGE? Pues difícilmente se encuentren imágenes y, menos, documentos compartidos para mejorar.  

Esther Sánchez y Gabriel Fidel conducirá la UNCuyo.

Esther Sánchez, la rectora electa, se define como independiente y, para ser más precisos, como el eje del sector no partidario del Interclaustro, el ala universitaria y génesis de la ecléctica alianza Cambia Mendoza. Tiene mucho más arraigo universitario que Daniel Pizzi y viene de la “ordenada” facultad de Ciencias Económicas. Antes fue parte de la gestión de María Victoria Gómez de Erice, una rectora que tuvo algunos momentos bisagra en esa casa de estudios.

Sánchez, que estuvo en MDZ, marcó cuáles son los ejes de la gestión. Claro, el rectorado no gobierna solo, sino que cualquier cambio depende de las cátedras, las carreras, los consejos directivos y decanatos y el Consejo Superior. Esa trama complejiza algunos objetivos, como “cambiar la forma de enseñar”. “Los estudiantes deben aprender a resolver problemas”, repite una y otra vez la rectora electa. Justamente un reclamo social que se hace hacia los graduados y hasta a nivel institucional a la propia UNCuyo: que aporte valor para mejorar la calidad de vida de la comunidad de la que es parte. “Sí, la universidad debe evitar ser endogámica”, aclara la mujer. Carreras más cortas, más vinculadas a las necesidades y con una dinámica menos estructurada en currículas fijas.

La misma rectora electa reconoce la diferencia entre la duración teórica y real de las carreras y la cantidad de alumnos que quedan en el camino. Más allá de ese problema, apunta a que haya un reconocimiento a las trayectorias: que las personas que tienen un recorrido universitario no que queden con las manos vacía aunque no hayan logrado el título de grado. Mendoza es una de las provincias que más cantidad de universidades tiene; sobre todo por el desarrollo de las privadas. Incluso ocurre que el “mercado” académico, ha resultado mucho más versátil que el Estado para adaptarse a las demandas y a las necesidades de los estudiantes. Por eso, por eso, por ejemplo, hay carreras donde una persona que trabaja tiene más posibilidades de acceso a cursar en una Universidad privada que en la pública. “Para tomar decisiones nosotros tenemos una complejidad mayor. Pero hay que buscar la forma, los métodos para que haya más posibilidades. La virtualidad aporta mucho en eso porque acorta distancias. El uso de la tecnología va a ser uno de los ejes de la gestión”, aseguró la rectora.

Quién llega

Los alumnos que llegan a la universidad pública en su mayoría ya tienen una tradición de altos niveles educativos y también hay algún sesgo social. Por eso, por ejemplo, el 58% de los estudiantes conviven con padres que han ido a la Universidad y casi el 40% tiene título. El 90% de los padres de los estudiantes tiene al menos el secundario completo. Si se amplía el foco fuera de la burbuja universitaria, solo el 14% de las personas tiene título universitario y apenas el 50% tiene la secundaria completa. Menos del 4% de los estudiantes cursa su carrera con hijos a cargo y la enorme mayoría depende de otras personas para mantenerse.

La Universidad tiene como objetivos, además de formar personas, aportar conocimiento a través de la investigación, realizar tareas de extensión y promover acciones para mejorar la comunidad. Ese rol es el que quedó, ante la mirada de muchos referentes, opacado en los últimos años (situación expuesta durante la pandemia). Ayudó a esa realidad la situación de confort político, pues ha sido una universidad acrítica con los procesos políticos y de gestión. Sánchez pone por delante de las presiones y las tensiones política que pueda enfrentar a la autonomía universitaria. Y sí toma como desafío vincularse mejor con la comunidad. “La Universidad puede aportar mucho desde la investigación y la mirada interdisciplinaria en temas estratégicos. Uno, por ejemplo, es la gestión del agua en Mendoza”, grafica la rectora quien, como especialista en economía,  entiende que Mendoza y el país está en una profunda crisis productiva, económica y social.

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