Preocupación en Washington

El avance cristinista ya genera cortocircuitos con Biden

A pocos meses de la llegada de Biden a la Casa Blanca comienza a deteriorarse la relación con la administración del presidente Fernández. Ya hubo fricciones en la relación bilateral y crece la desconfianza en la administración demócrata frente a la intención de CFK de alinearse con China y Rusia.

Beto Valdez
Beto Valdez martes, 23 de marzo de 2021 · 08:04 hs
El avance cristinista ya genera cortocircuitos con Biden
Foto: EFE

La derrota de Donald Trump en las elecciones presidenciales norteamericanas del año pasado fue festejada por el presidente Alberto Fernández y todos los miembros del Instituto Patria, con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner a la cabeza. Suponían que la continuidad del excéntrico ex presidente en la Casa Blanca iba a generar más tensión en la relación bilateral. Sin embargo, pese al desembarco de Joe Biden y el regreso de los demócratas los vínculos no han mejorado.

Las señales más claras del deterioro en los vínculos con Washington, en momentos en que Fernández busca un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), fueron la suspensión de la visita del buque USCG Cutter Stone, de la Guardia Costera de EEUU, y la fuerte protesta del Ministerio de Relaciones Exteriores por la presencia del submarino de propulsión nuclear USS Greeneville, que en la segunda semana de febrero navegaba en el Atlántico Sur, en un ejercicio combinado con un avión británico que partió de Malvinas. Pero estaba en aguas internacionales y no cargaba armas nucleares como denunció agresivamente el gobierno argentino.

En la flamante administración demócrata no logran entender cómo es que el gobierno de Alberto por un lado pide a la Casa Blanca colaboración en la negociación con el FMI y un encuentro personal con el nuevo presidente, mientras en simultáneo envía estos mensajes hostiles. Un doble juego que también tuvo que padecer Trump y es habitual en la política exterior argentina al que ahora parece que deberá acostumbrarse Biden y los miembros de su administración.

Por algo el titular del Departamento de Estado, Antony Blinken, todavía no tomó contacto con autoridades argentinas, ni siquiera el consejero de temas para América Latina del Consejo de Seguridad, Juan Sebastián González, hombre cercano al titular de la Casa Blanca. Incluso, a pesar de lo que se decía livianamente de la alianza del presidente Jair Bolsonaro con Trump, el secretario de Estado se comunicó el mes pasado con el presidente de Brasil y renovaron la alianza estratégica entre ambos gobiernos.

Mientras tanto, en Washington crece la desconfianza frente a la administración del Frente de Todos. En el Departamento de Estado y en el Pentágono se encienden luces de alarma frente a la evidente intención de Cristina de darle un giro geopolítico a la política exterior apuntando a un acercamiento más estratégico con el régimen de Beijing y la administración de Vladimir Putin. El intento de avance de China y Rusia en la región generan recelo en los Estados Unidos, más allá de que gobiernen republicanos o demócratas. En el establishment de Washington DC hay políticas que no se modifican.

El FMI es, en buena medida, Estados Unidos, principal accionista y dueño de, al menos, poder de veto sobre sus decisiones. Lo que se escuchará en el Fondo será el eco de lo que se dice en el Departamento de Estado. El giro reciente del gobierno argentino, blanqueado por Fernández en la apertura de sesiones del Congreso, supone un alineamiento del Frente de Todos en torno a su núcleo cristinista en el año de elecciones intermedias y, de la mano de eso, el regreso de posiciones económicas y políticas que Estados Unidos califica como populistas. Y encima al ministro de Economía, Martín Guzmán, no le fue nada bien en sus contactos con fondos de inversión en Wall Street.

Sea como fuere, el presidente sigue sosteniendo a Felipe Solá en el Palacio San Martín. Está muy disconforme con su gestión profesional, pero sabe que si lo cambia debe ceder en el Ministerio de Relaciones Exteriores a un integrante del Instituto Patria. Alberto optaría por Jorge Argüello, embajador en los Estados Unidos, o Gustavo Béliz, secretario de Asuntos Estratégicos, pero ninguno de ellos pasaría el filtro de CFK.

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