Opinión

Las alianzas electorales argentinas desde una perspectiva espacial

Una columna de opinión del lector Eduardo Da Viá.

lunes, 1 de julio de 2019 · 19:13 hs

Los argentinos hemos asistido recientemente a la vorágine electoralista desatada por las PASO, y como ciudadanos de pleno derecho, voto mediante, hemos apoyado cada uno las alianzas que nos merecen más confianza, o tal vez, menos resquemor.

Todo esto visto desde el llano, es decir a la misma altura respecto del nivel del mar que en la que se mueven los candidatos, lo que en un país muy extenso como el nuestro, hace parecer que lo que ocurre en Tucumán por ejemplo, está allá muy lejos y poco nos afecta. De hecho no es así, todos somos afectados por todos independientemente de la distancia que nos separe.

Pero antes de continuar con mis disquisiciones políticas, que, desde ya, son las de un observador no alineado con ninguna corriente, por lo que advierto a mis posibles lectores que no esperen alabanzas ni denostaciones para ninguno de los candidatos, me urge aclarar la segunda parte del título: “Desde una Perspectiva Espacial”.

Hace pocos días y en forma casual, tuve la suerte de observar un video de la NASA, relatado por un experimentado astronauta que cuenta con tres estadías en la Estación Espacial Internacional, y un total de 166 días en el espacio, con una claridad de imagen y una nitidez de audio pasmosas.

Se trataba de la visualización personal del mencionado cosmonauta de un fenómeno meteorológico insólito, ya descubierto en el 2006 por el satélite CALIPSO de diseño compartido entre la NASA y la Agencia Espacial Francesa.

Creo interesante antes de continuar, aclarar que la palabra Calipso no tiene vinculación alguna con el ritmo y el baile tradicionales de Trinidad Y Tobago, ni con la ninfa homónima, hija del titán Atlas, famosa por haber albergado a Ulises en su larga peregrinación para volver desde Troya a los brazos de su amada Penélope, permaneciendo 4 años en la caverna donde se ocultaba la dama (En griego Calipso significa La Oculta) y disfrutando de paso de los favores íntimos de la misma, todo lo cual es argumento de la famosa Odisea homérica.

Nada de esto tiene que ver con nuestro satélite, cuyo nombre es simplemente un acrónimo formado por las iniciales de una serie de palabras inglesas que se traducen como “Satélite de observación de vías de desplazamiento de nubes y aerosoles mediante el uso de infrarrojos y láser”

El fenómeno descubierto fue el desplazamiento periódico de ingentes cantidades de arena sahariana, estimado en alrededor de ciento ochenta mil millones de toneladas anuales, con la particularidad de cruzar transversalmente el Atlántico desde su África natal, para ir a asentarse fundamentalmente en la Amazonia a la que ingresa por Venezuela y afectando según la magnitud, la costa oriental de América, desde la Patagonia hasta los estados del sudeste norteamericano

Foto satelital mostrando una gran masa de arena proveniente del Sahara viajando en dirección a América del Sur

Este polvillo, cuya unidad estructural es varias veces menor que el de la arena de la mayoría de las playas, tiene la característica única de ser muy rico en Fósforo y Nitrógeno, elementos ambos muy escasos en esa gran biomasa amazónica y esenciales para la sobrevida de la flora y por ende de la fauna de la misma.

Vale decir, el fertilizante del que se nutre, le es donado por el desierto seco más grande del mundo.

Si este fenómeno lo superponemos no sobre un mapa físico de los sectores del mundo involucrados, sino sobre un mapa geopolítico, observaremos que el Sahara, ocupa parte de numerosos países de creencia preponderantemente musulmana y es de donde parte la enorme masa de arena, cruza un gigantesco océano, el segundo en tamaño del planeta y que yo supongo ateo o cuando menos agnóstico, para recalar en un extensísimo territorio, poblado por muy diferentes etnias, cada una con su particular concepción religiosa, pero ninguna seguidora de los preceptos de Alá.

Este fantástico salto de una continente a otro, requiere a mi juicio, como condición sine qua non, que tanto el remitente como el destinatario no sean fundamentalistas fanáticos.

Claro, la Naturaleza no hace distingos como lo hacemos los humanos, rehusándonos como católicos, judíos, budistas o musulmanes, a recibir ayuda por parte de miembros de un credo diferente sin importar cuánto daño le significará esta absurda postura a los necesitados de la tal ayuda.

Esto es perfectamente superponible con el fundamentalismo político, que rechaza de plano la sola idea de que un feligrés se cruce de bando y pase a militar en otro diferente, aun cuando ese cruce pudiera redundar en beneficios para la gente común.Si tan solo imitáramos el enorme altruismo que tal donación implica, muy distinto sería este mundo.

Perdón, no tomen esta relativamente larga perorata, como manifestación de fuga de ideas; paso a conectar con el panorama político argentino y en particular con la primera parte del título referido a las alianzas electorales.

Las movidas de supuestos salvadores en pos de una posición ventajosa, no son por cierto novedad, pero en ésta oportunidad en particular, se han podido observar saltos desde una corriente partidaria a otra, en una clara actitud de liberación de las cadenas impuestas a sus miembros por las dirigencias, obligando a sus partidarios a cumplir una especie de “obediencia debida”, más parecida a un dogma de fe que a una convicción intelectual.

Epítetos como “traidor” y “vendido” son lo menos que puede esperar el temerario migrante; y yo me pregunto si no cabe al menos en teoría, la posibilidad de que ese advenedizo no sea ni lo uno ni lo otro, sino que luego de practicar durante años como correligionario incondicional, haya advertido que en la práctica no se cumplieron muchas de las leyes de la tabla partidaria por parte de los mandamás, obteniendo sí para ellos pingües logros personales, sin importarles nada ni sus seguidores ni mucho menos el pueblo al que supuestamente deben beneficiar desde su condición de autoridad electa.

Si fuese así, el “salto liberador” sería una actitud loable y potencialmente útil para los miembros de la sociedad.

Ésta fue la alegoría que se me apareció con el salto de la arena de un continente a otro, de una creencia a otras muy diferentes y con un fin puramente benéfico.

Si estas movidas las observáramos desde la estación espacial, veríamos a nuestros conspicuos políticos moverse como granitos de arena, impelidos no por los sabios vientos alisios sino por los apetitos personales, y quizás, tan solo quizás, por sinceros deseos de curar heridas, reparar errores y velar por el bien común.

Por favor, ruego no tomarme por iluso, actitud que el conocimiento de la triste historia política argentina me impediría adoptar, sino como el mero ejercicio de analizar por parte de un libre pensador, y barajar variantes estadísticamente probables.

Es tiempo de elecciones, de distinguir a una persona como Presidente, Gobernador o Legislador, mediante el democrático voto.

Es tiempo de creer en argentinos que dicen tener soluciones para los males que nos aquejan, es de esperar que los que cruzaron el Atlántico lleven en su equipaje el fósforo y el nitrógeno que la Nación necesita, o, por lo menos, los medios para obtenerlos, y no valijas en cuyo interior solo hay sacos vacíos a la espera de ser colmados con los dineros de la gente.

Que así sea.

DEDICADO A LOS POLÍTICOS DE MI PAÍS.

Eduardo Da Viá- Junio 2019