Música

¿Qué tendrá el trap? El fenómeno que instauró una nueva grieta generacional

¿Qué hay detrás de este sonido de origen marginal que logró la devoción de los niños y el rechazo de los adultos? Radiografía de una manifestación cultural que llegó para quedarse, le pese a quien le pese.

Gonzalo Arroyo
Gonzalo Arroyo miércoles, 6 de marzo de 2019 · 12:31 hs

Mendoza fue testigo de uno de los fenómenos musicales más importantes del momento: el trap. La presentación de Paulo Londra, el pasado 23 de febrero, dejó atónitos a propios y extraños. La multitudinaria convocatoria, más de 60 mil personas, superó altamente las expectativas del gobierno provincial y de la ciudad. Pero, ¿qué hay detrás de este joven músico cordobés de 20 años?

El éxito impensado de este artista, que logró ser el argentino más escuchado a nivel mundial durante 2018 en Spotify, se entiende si lo analizamos en el marco de este nuevo género musical que está revolucionando la actual escena nacional.

Paulo Londra en Mendoza

Surgido en la Argentina no hace más de cuatro años en las bases del reggaetón, consolidó su estilo particular en las denominadas "Batalla de los Gallos" (improvisaciones en un combate verbal uno contra uno) propias del hip hop. Rápidamente se instaló en plataformas digitales como Youtube, Spotify y Deezer, dejando relegados a artistas de la talla de Abel Pintos, Lali Espósito y Tini Stoessel.

Este nuevo fenómeno musical, donde se enmarca no solo Londra sino también artistas como Duki, Khea, Ecko, Cazzu, Wos, Neo Pistea, Omar Varela, Dakillah o la Joaqui, es sin lugar a dudas una manifestación cultural que se expande por todo el país y atraviesa directamente a una población mayoritariamente compuesta por niños y jóvenes. ¿Los adultos?, quedan afuera, relegados. Y quizás aquí remite uno de los puntos claves de la polémica que se viene desatando en charlas familiares, redes sociales y medios de comunicación: la grieta generacional.

Duki, que con 22 años logró ponerse a nivel de los referentes mundiales.

La clave del trap está más allá de sus inicios en "El Quinto Escalón" (encuentro que se organizaba los domingos en Parque Rivadavia) y sus influencias reggaetoneras. El trap argentino crece día a día dejando de lado las etiquetas que intentan imponerles y gambetea una única fórmula o actitud. Están los exponentes más románticos y las corrientes más polémicas, que remiten sus letras a las drogas, sexo y violencia.

Es decir, no todos los artistas de trap representan los mismos ideales, aunque los medios de comunicación solo intenten reflejar aquellos que generan consternación en los mayores. No es un género que habla siempre de lo mismo. Quizás, lo que más distinga al trap sean los sonidos, más que las letras o el mensaje.

Cazzu, la nueva reina del trap tuvo en su último video 29 millones de reproducciones.

El rechazo a una nueva expresión musical - devenida en cultura masiva - por parte de una sociedad adulta, que básicamente no la comprende por eso lo cuestiona, no es nuevo. Ya pasó entre los ’50 y los ’70 con el rock y su irrupción como subcultura adolescente; o en los ’80 con la demonización del heavy metal; o en nuestro país con géneros barriales como el rock chabón y la cumbia villera.

Estos son algunos ejemplos de que temáticas como sexo, drogas y violencia (por nombrar tan solo algunas) siempre fueron abordadas desde la música como expresión de una determinada época y cultura, más allá del género musical de fondo.

Dakillah, con tan solo 17 años es una de las referentes del trap local.

Sin embargo, lo que hoy preocupa a muchos tiene que ver no con un gusto musical en particular (base rítmica / Auto-tune) sino con el contenido de algunas de sus letras y el acceso sin control de niños y jóvenes mediante las nuevas tecnologías y sus plataformas de reproducción.

Sexo, drogas y trap

Las críticas principalmente vienen por el lado del contenido de sus letras, que hacen referencia a la libertad sexual, las drogas y la delincuencia. Pero, para hablar de trap (término estadounidense que denomina el lugar donde se venden drogas de forma ilegal) primero hay que entender sus orígenes.

Los adolescentes siempre fueron considerados un síntoma del descontento en la sociedad. Lo son en cierto grado, sin dudas, pero se tiende a buscar la causa del síntoma en ellos y no en la compleja trama de configuraciones que, en realidad, es su origen. Si este nuevo fenómeno tiene tanto éxito es porque básicamente logra que los jóvenes se sientan identificados con su propuesta. Los artistas reflejan en sus letras lo que pasa en la calle, lo que viven a menudo miles de chicos en nuestro país. Por otro lado, tenemos a un sector de la sociedad, y parte de la industria, que no quiere aceptar que existe un recambio.

Más allá de las crítica, el trap se consolida como un fenómeno de masas, impulsado por adolescentes. No por nada ya expandieron su espectro escénico, llegando a formar parte de eventos hasta ahora impensados: el 21 de enero pasado, el trap llegó al Festival Nacional de Doma y Folklore de Jesús María. Desde la edición 2018 el trap forma parte del festival Lollapalooza con Batalla de Gallos y este año tendrá a cinco grandes exponentes nacionales en escena. Por último, el pasado 23 de febrero se realizó el “Buenos Aires trap”, el primer festival dedicado solamente al género que convocó a más de 20 mil personas en el Hipódromo de Palermo.

Todos estos nuevos artistas pasaron de las plazas de sus barrios a ser los más escuchados del país. Detrás de esto no existen grandes sellos que los catapultó como productos manufacturados, pensarlo de esta manera sería un análisis equivocado de un fenómeno cultural mucho más complejo. Esta nueva generación comprende el juego y puede estar al margen de la industria. No necesitan de las multinacionales: avanzan a pasos agigantados a través del mundo digital.

Plataformas digitales, la clave del éxito

El modo de circulación de sus canciones es lo que lo diferencia de otros géneros musicales. El trap tiene su mayor flujo de consumo a través de plataformas digitales, con YouTube y Spotify a la cabeza. Sin lugar a dudas, los avances tecnológicos y la adaptación de la propia industria (descartar el formato analógico) es una parte fundamental de la clave del éxito.

La forma de acceso a esos contenidos que tienen hoy los jóvenes es completamente diferente a la de los adultos. Ellos, gracias a las redes sociales, lo comparten entre sus amigos, generando un proceso de socialización y que tiene al trap actualmente como discurso hegemónico sobre todo en el contexto escolar. Claramente, y este es otro aspecto de suma importancia, este fenómeno está íntimamente ligado a la identificación en el colegio.

Pocos géneros tuvieron una irrupción tan grande y tan rápida en la industria musical mundial como el trap. En la Argentina, el fenómeno cobró su propia forma y dimensión. Ya no estamos ante una moda, sino frente a una nueva cultura joven con identidad propia.

Los traperos son las nuevos estrellas de la época. Los quieren en los festivales más importantes del país; las publicidades usan sus canciones para vender lo que sea, y los sellos multinacionales intentan (sin resultado) sumarlos a sus filas. El trap local creó su propia lengua y cultura. Bienvenidos a la nueva religión de los centennials.