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Opinión

La clase obrera (y los piqueteros) van al Paraíso

El paro del 20N bajo el análisis de Graciela Cousinet, decana de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNCuyo

Así como hay un derecho laboral con características específicas que lo diferencian del derecho civil, también las luchas sindicales tienen su propia lógica que las distinguen de otros ámbitos de conflicto como pueden ser una elección presidencial o una asamblea universitaria.

Lo que importa en las contradicciones entre trabajadores y patrones, sean estos empresarios o el Estado, es que hay una clara y marcada desigualdad de poder. El patrón es el dueño y como tal es el que toma las decisiones. Es por eso que el derecho laboral protege, en primera instancia, a aquellos reconociendo su esencial vulnerabilidad.

La fuerza de los trabajadores radica en el número, la organización y la unidad. En cada huelga y mucho más en un paro general se dirimen cuestiones de vida o muerte para ellos, cuestiones que tienen que ver con sus propias condiciones de existencia.  La huelga es el núcleo central del capitalismo y de ese modo es reconocido por las convenciones internacionales y por nuestra Constitución. Algo logrado después de mucha sangre obrera, lo que no es una figura literaria sino la más cruda realidad, ya que antes del establecimiento del derecho de huelga era frecuente que los paros terminaran con varios muertos del lado de los trabajadores.

Una vez decidida una huelga los patrones no se quedan quietos y presionan de muchas maneras, la más frecuente es la amenaza del descuento de los días o el despido. Cuando se vive al límite de los recursos esta es una posibilidad temible.

Es por eso que siempre, y repito siempre, las huelgas se acompañan con piquetes, cuyo objetivo no es tanto impedir que los que quieran ir a trabajar lo hagan, sino fundamentalmente dar una excusa a aquellos que no quieren ir pero tienen miedo de las consecuencias. El piquete no es contra el trabajador sino contra el patrón.

Toda huelga ocasiona trastornos y prejuicios a muchos que no están directamente involucrados, es decir, a los ciudadanos de a pie. Pero también es cierto que, a la larga, los derechos conquistados terminan beneficiando a las mayorías. Como ejemplo: la jornada de 8 horas, la licencia por maternidad y por enfermedad, las vacaciones pagas.

El gobierno kirchnerista se sorprende por los piquetes y los demoniza  utilizando un discurso común a la patronal de todo signo. Se extrañan por la protesta pensando que no hay nada por qué reclamar, sobre todo teniendo en cuenta la debacle del 2001. Sólo los que no viven la cotidianeidad de los trabajadores pueden pensar que está todo bien y que sólo deben agradecer lo recibido como si fuera mérito exclusivo del gobierno. Olvidan  que los logros laborales no son nunca concesiones graciosas sino que siempre son resultado de luchas prolongadas de los sectores populares que incluyen votos, movilizaciones y piquetes.

Es la primera huelga general al kirchnerismo. Nos equivocaríamos si pensamos que sólo se debe al alejamiento de Moyano o a la prédica de Clarín. Hay descontentos muy identificables. Moyano tendrá sus propios objetivos políticos pero también sabe que si no se pone a la cabeza de los reclamos, su cabeza será reclamada.