El lado oculto de El Eternauta: el secuestro y asesinato de su autor e hijas

Netflix lanzó la serie “El Eternauta” y la aceptación ha sido total. Así que da pie para traer al presente las memorias que inspiraron esta obra. Lo que pocos sabían es que la vida de su creador, Héctor Germán Oesterheld, es inseparable de la historia política de la Argentina. La ficción fue solo una parte de una existencia que terminó en las sombras de la dictadura.
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A fines de los años 50, Oesterheld ya era un nombre respetado en el mundo editorial. Había dado vida a la Editorial Frontera y a la revista Hora Cero. En esas páginas, junto a Francisco Solano López, dio forma a “El Eternauta”, una historieta que trascendía su género. Lo que parecía ciencia ficción era una reflexión profunda sobre el poder y la resistencia.
El éxito de la historieta fue inmediato, pero su autor no se quedó en lo artístico. Con el tiempo, se acercó cada vez más al compromiso político. A comienzos de los 70, se sumó a Montoneros y dejó la vida editorial. Sin embargo, su pluma no descansó. Desde la clandestinidad, volvió a escribir. Reescribió incluso su obra más famosa.
La nueva versión de “El Eternauta” fue más directa. Era una denuncia disfrazada de aventura. La dictadura no tardó en notarlo. Convertido en un símbolo, Oesterheld empezó a ser vigilado. Sus textos molestaban. Sus ideas incomodaban. No tardó en convertirse en un objetivo.
El 27 de abril de 1977 fue secuestrado en La Plata. Tenía sesenta años. Su salud ya estaba deteriorada, pero eso no detuvo el operativo. Fue llevado al centro clandestino de detención El Vesubio, uno de los más crueles. Allí lo vieron por última vez. Su cuerpo nunca fue hallado. Su ausencia quedó como herida abierta.
No fue el único en su familia. Sus cuatro hijas, todas militantes, también fueron secuestradas. Diana, Beatriz, Estela y Marina desaparecieron una por una. Dos estaban embarazadas. El golpe fue devastador. Su esposa, Elsa Sánchez, se quedó sola, rodeada de recuerdos y sin respuestas.
Años después, uno de sus compañeros de cautiverio dio testimonio sobre aquel diciembre de 1977. Fue una Nochebuena dentro del horror. Les dejaron hablar por cinco minutos. Oesterheld, viejo y débil, saludó a cada uno con un apretón de manos. Fue un gesto mínimo, pero cargado de dignidad. Aún en ese infierno, no perdió la humanidad.
El informe “Nunca Más” recogió estos relatos. Allí quedó escrito el destino del autor de historietas que creyó en un país más justo. Sus palabras fueron censuradas, sus libros quemados, sus personajes perseguidos. Pero la memoria hizo lo suyo. Ni la tortura ni el silencio lograron borrarlo.