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La guerra entre Israel e Irán, un ajedrez con tres jugadores

Al cabo de una semana de enfrentamientos, el Ejército israelí consiguió una parte importante de sus objetivos iniciales, pero al precio de tener a sus principales ciudades bajo el asedio de los misiles iraníes. Trump parece tener la llave para cerrar el conflicto, pero sigue dudando.

Manifestaciones iraníes contra la alianza de Israel con Estados Unidos.

Manifestaciones iraníes contra la alianza de Israel con Estados Unidos.

EFE

La guerra entre Israel e Irán se convirtió en un ajedrez con tres jugadores. Lo más preciso sería hablar de tres partidas simultáneas. Benjamin Netanyahu está disputando una con Ali Khamenei y otra con Donald Trump. Y, al mismo tiempo, el líder supremo iraní y el presidente estadounidense juegan la suya.

El primer ministro israelí movió primero y golpeó fuerte. A Khamenei le comió los peones sin que pudiera hacer nada. El 8 de octubre de 2023, un día después del mayor ataque sufrido por Israel en su historia, decidió que el objetivo final sería erradicar la amenaza iraní, de donde había provenido buena parte del apoyo necesario para que Hamás se convirtiera en una organización capaz de una operación de esa envergadura. Pero para llegar a Teherán, tenía que empezar por debilitar seriamente a Hamás, algo que consiguió al cabo de un año de combates intensos en Gaza, sobre todo con la muerte, en octubre pasado, de Yahya Sinwar, máximo jefe del grupo terrorista en la Franja y arquitecto del horror ejecutado 12 meses antes.

En julio le había dado otro golpe, una provocación directa al ayatolá: matar en Teherán, en un refugio de la Guardia Revolucionaria, a Ismail Haniyeh, jefe del Buró Político de Hamás, que estaba de visita para asistir al funeral de Ebrahim Raisi, el presidente iraní que murió en un accidente aéreo sin señales de intencionalidad.

El segundo peón devorado por Netanyahu fue Hezbolá, el principal brazo armado de la República Islámica en Oriente Medio, que tardó 24 horas en sumarse a la ofensiva de Hamás. La destrucción de casi toda su plataforma misilística, la desarticulación de su estructura militar a través de la operación Bíper y la eliminación de toda su cúpula, incluyendo a Hassan Nasrallah, su líder desde 1992.

Diezmar a Hamás y a Hezbolá era condición sine qua non para lanzar una ofensiva contra Irán sin tener que preocuparse por ataques simultáneos desde Gaza y el Líbano. Pero hubo otra pieza clave para Irán que cayó a finales del año pasado: el régimen de Bashar al-Ásad en Siria, importantísimo para abastecer a Hezbolá y realizar ataques directos contra Israel. La caída de Al-Ásad no fue una obra directa de Israel, pero sus fuerzas militares y de inteligencia contribuyeron a que sucediera. Hoy, sus aviones vuelan tranquilos por el espacio aéreo sirio.

Si la partida contra Khamenei empezó a ganarla mucho antes del ataque del viernes 13 a las 3 de la madrugada, el duelo con Trump resultó mucho más difícil al principio. Lo que estaba en juego en este caso era la estrategia a seguir con Irán. El 4 de febrero, en su primera visita a la Casa Blanca tras el retorno del líder republicano, Netanyahu le presentó el plan de acción para un ataque conjunto para destruir el programa nuclear iraní y dejar al régimen tambaleando. Pero no logró convencerlo.

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Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel

Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel

Trump le explicó que había hecho campaña prometiendo no iniciar nuevas guerras y que, con la enorme capacidad de persuasión que había mostrado en sus primeros días en el poder, iba a ser suficiente para sentar a los ayatolás a la mesa. El primer ministro insistió en que un régimen como ese, basado en el fanatismo religioso, no iba a renunciar nunca a sus objetivos maximalistas de destruir a Israel y erradicar la influencia de Estados Unidos en Oriente Medio. Y que, por tanto, cualquier acuerdo iba a ser apenas una forma de darle aire y tiempo a los científicos persas para desarrollar la tan preciada bomba. Pero a Trump no le importa el largo plazo. Solo quiere poder presentarse ante el mundo como un líder que obtiene victorias en forma de acuerdos ventajosos. Si después no dan resultado, será problema del que venga, no de él.

Semanas críticas para Israel

Fueron semanas críticas. Si los negociadores estadounidenses que se reunieron varias veces con los iraníes en Irán lograban hacerlos firmar un entendimiento, Israel no habría tenido margen para atacar solo. Pero la partida entre Trump y Khamenei no comenzó como esperaba el primero. La exigencia de que renuncien por completo a enriquecer uranio, incluso limitado al porcentaje necesario para uso civil, fue vista como inaceptable. El ayatolá hizo una doble apuesta. La primera, que Trump es un perro que ladra pero no muerde. Por algo en el mercado lo llaman TACO, acrónimo en inglés para “Trump Always Chickens Out”. En otras palabras: anuncia medidas muy extremas, pero luego se asusta por las reacciones adversas y da marcha atrás. Aplicado al conflicto con su país, Khamenei asume que siempre va a preferir volver a negociar antes que pagar los posibles costos de una guerra.

La segunda apuesta fue que Netanyahu no se animaría a avanzar sin la participación de Estados Unidos. Por ahora, acertó en una, pero no en la otra. Porque el primer ministro israelí tenía una decisión tomada: si al cabo de dos meses de diálogos no había avances concretos, iba a llevar adelante su plan de guerra. Cada vez más frustrado con la intransigencia del régimen iraní, Trump no se animó a amenazar a Israel por atacar. En un primer momento, se limitó a informarle al mundo que no tenía nada que ver con la ofensiva. Quien lo informó fue Marco Rubio con un mensaje inédito para un secretario de Estado: no apoyó públicamente a Israel ante una guerra. “Esta noche, Israel tomó medidas unilaterales contra Irán. No participamos en ataques contra Irán y nuestra principal prioridad es proteger a las fuerzas estadounidenses en la región”, se limitó a decir.

El juego cambió cuando, transcurridas las primeras horas de la guerra, Israel había logrado matar a los principales jefes militares iraníes y sus aviones volaban con absoluta libertad por su espacio aéreo, destruyendo blancos militares y nucleares sensibles. Entonces, sucedió algo con lo que contaba Netanyahu: Trump se empezó a desesperar al constatar que comenzaba a imponerse un relato según el cual Israel demostraba, sin la ayuda estadounidense, que podía derrotar a Irán, y que los intentos de negociación de Trump eran débiles e inútiles. Entonces publicó una serie de mensajes avalando primero las acciones de Israel y planteando luego que estaba evaluando seriamente sumarse.

Estados Unidos ya desplegó sus fuerzas como para atacar a Irán y hay rumores de que el presidente estuvo a punto de dar la orden, pero se arrepintió a último momento. Su apuesta es que Israel por sí solo no puede completar el trabajo, porque para destruir el principal centro de enriquecimiento de uranio que tiene Irán, conocido como Fordo, ubicado varios metros debajo de una montaña, se necesitan bombas antibúnker que solo puede lanzar Estados Unidos con sus B-2, los bombarderos furtivos más avanzados del planeta. Frente a Khamenei, la jugada fue anunciar que esperaría dos semanas para tomar una decisión definitiva, habilitando una última instancia de negociación. Trump cree que, enfrentando la amenaza cierta de derrumbe del régimen por los ataques israelíes, el líder supremo va a terminar cediendo, permitiéndole presentarse como el gran hacedor de paz en el mundo.

No obstante, por ahora, Khamenei se niega a ceder. El sobrenombre TACO sigue dándole vueltas: parece convencido de que Trump hará todo lo posible por evitar meterse en la guerra. A la vez, confía en que la lluvia de misiles que dispara desde hace una semana contra Israel —que ya dejó 25 muertos y cientos de heridos— va a forzar a Netanyahu a detener su ofensiva antes de alcanzar la meta final.

Las tres partidas continúan en simultáneo, con resultado incierto. Los jugadores son avezados y se conocen desde hace mucho tiempo. ¿Habrá alguien capaz de ganar las dos partidas que juega? ¿O esto termina en tablas? De eso depende el futuro de Oriente Medio.