El gran circo de China: magia, robots de cartón y chips de juguete
China está atrapada luego de los aranceles que le impuso Estados Unidos y busca fortalecer su imagen mediante una agresiva campaña de propaganda.
Xi Jinping busca fortalecer la imagen de China. Foto: EFE
Desde que Estados Unidos le impuso aranceles gigantes y sus aliados le cerraron el acceso a tecnologías críticas —especialmente a los semiconductores avanzados artificial— China responde con propaganda y sin avances reales. Estas ficciones son muchas, pero todas tienen algo en común: son frágiles, fácilmente desmontables, y están sostenidas por una maquinaria estatal de desinformación sin precedentes.
DeepSeek: una inteligencia artificial construida con robo de datos y hardware prestado
China presentó a DeepSeek como su gran modelo de inteligencia artificial (IA), un supuesto rival de ChatGPT y Claude. Según el relato oficial, lo construyeron en dos meses, con menos de seis millones de dólares y utilizando únicamente hardware chino. Todo eso es falso. El modelo se entrenó usando chips H100 de Nvidia, que no deberían estar disponibles por las sanciones, pero que China obtuvo a través de triangulaciones. No se gastaron seis millones, sino al menos quinientos millones. Y lo más grave: dos tercios de los datos utilizados son robados de OpenAI. El resultado es un modelo que no entiende, no razona y sólo replica mecánicamente frases que huelen a propaganda. No es una IA nacional, es un espejismo, sostenido por piratería informática, contrabando de chips y una puesta en escena para parecer competitivos donde no lo son.
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Huawei, el orgullo tecnológico de China durante más de una década, anunció la creación del chip Ascend 910C como respuesta al H100 de Nvidia. Dijeron que tenía un rendimiento comparable. Pero eso no es cierto. El Ascend 910C es un chip que funciona con arquitectura atrasada y sin procesos de miniaturización avanzados. China no tiene acceso a tecnología de 5 nanómetros ni de 3 nanómetros, porque no puede producirla. Y el chip que promocionaron es más lento, más caro y más ineficiente. En suma, no tiene compatibilidad real con los frameworks de IA más utilizados. Es un chip que sirve para propaganda interna, no para uso real. Huawei muestra renders, no resultados.
La gran mentira del ASML chino
ASML es una empresa holandesa que produce las únicas máquinas del mundo capaces de fabricar chips de última generación. Estas máquinas se llaman litografía ultravioleta extrema, o EUV por sus siglas en inglés. Son dispositivos enormes, que proyectan luz a través de espejos especiales para imprimir patrones diminutos sobre obleas de silicio. Cada una cuesta más de 150 millones de dólares y requiere una precisión nanométrica, mantenimiento constante y software actualizado. China, ante las sanciones, no puede comprarlas ni recibir mantenimiento de las que ya tiene.Entonces inventó una historia: que tenía su propio ASML. Mostraron a un supuesto ingeniero que trabajó en ASML y que ahora desarrolla una versión china.
Nada de eso se puede verificar. No hay obleas fabricadas con EUV chino, no hay pruebas de producción en serie, no hay fotos, ni pruebas funcionales. El mantenimiento de las máquinas que ya estaban en China fue suspendido por la holandesa. Lo que queda son máquinas paradas, obsoletas, o en manos de técnicos que no saben operarlas. Sin ASML, no hay chips avanzados. Sin chips avanzados, no hay IA. No hay smartphones de gama alta. No hay futuro.
Las fábricas automatizadas: una ilusión de eficiencia y la propaganda
El régimen mostró videos de fábricas sin luces, donde robots trabajan sin humanos. Las llamó “dark factories”, fábricas oscuras, como símbolo de una nueva era. La verdad es otra. Estas instalaciones existen, pero solo como pilotos, como demostración para cámaras. No tienen productividad real, no están interconectadas con cadenas logísticas y muchas de las piezas utilizadas en estos procesos son importadas. Automatizar una fábrica no es simplemente poner brazos robóticos: implica sensores, mantenimiento, software, algoritmos de control, materiales de precisión. China no domina ninguno de esos elementos de forma autónoma. La narrativa de fábricas robotizadas sirve para mostrar progreso interno. Pero no produce resultados exportables ni industrializables.
También mostraron un hospital donde todo lo hace la IA: diagnósticos, tratamientos, atención. La promesa es que ya no se necesitan médicos. Pero nadie ha visto un solo estudio validado. No hay publicaciones científicas certificando la precisión de esos diagnósticos. No hay auditorías. Nadie sabe si los pacientes son reales o actores. Lo que sí se sabe es que los modelos clínicos requieren datos extensos, protocolos internacionales y supervisión médica. Nada de eso se mostró. Es otro caso más donde la IA es una escenografía para aparentar modernidad.
China anunció que junto a Rusia construirá una base lunar, con energía atómica y capacidad de permanencia prolongada. No tienen ni los cohetes, ni los módulos, ni el combustible. Es ciencia ficción. Y ni siquiera buena: es propaganda espacial, pensada para mostrar grandeza en contextos donde no pueden competir.
Por otra parte, el país dejó que Shein y Temu subieran los precios tras los nuevos aranceles de Estados Unidos. Lo hizo a propósito. Saben que esas plataformas son adictivas, que millones de estadounidenses las usan. El objetivo es que el consumidor culpe a su propio gobierno por los aumentos. No es economía: es manipulación de masas vía consumo.
China produce videos generados con IA que muestran a EE.UU. como un país sucio, pobre y dividido. Los suben a TikTok, a cuentas falsas, con comentarios automáticos que refuerzan el mensaje. No hay análisis, no hay crítica. Es una operación psicológica para construir una imagen global: la de un Occidente decadente y una China pujante. Aunque la realidad diga lo contrario.
Otra historia: que los norteamericanos ahora viajan a China a comprar porque allá los productos son más baratos. No hay registros migratorios que lo confirmen. No hay tiendas llenas de turistas. Es una noticia fabricada para mostrar que, a pesar de todo, “el mundo sigue comprando en China”.
La ofensiva en Taiwán: encuestas falsas y mensajes blandos
Entre tanto, publicaron encuestas que muestran que los chinos no quieren invadir Taiwán. Otras, que dicen que los taiwaneses ya no confían en EE.UU. Son falsas. Son parte de una campaña para parecer moderados, razonables. Para quitarle legitimidad al apoyo que Taiwán recibe de Occidente. Es la sonrisa del dragón. Pero los dientes siguen ahí.
Y durante la pandemia, China atacó sin pruebas las vacunas de Pfizer, Moderna y AstraZeneca. Dijo que eran inseguras, mientras ofrecía las suyas como solución. Nunca mostró los estudios completos. Nunca permitió auditorías internacionales. Pero vendió millones de dosis en África y Asia, usando la salud como arma diplomática.
Así, videos emocionales, documentales glorificados, animaciones con música épica. Todo forma parte de una campaña dirigida tanto a su población como también a estudiantes, influencers y periodistas del sur global. No son documentales. Son productos de propaganda cuidadosamente diseñados.
Todo este edificio de anuncios, desarrollos, productos y declaraciones tiene un solo fin: que el mundo crea que China ya superó sus límites y que no necesita a Occidente. Pero es exactamente lo contrario. Cada uno de estos frentes —tecnológico, militar, médico, comercial, narrativo— se sostiene por una combinación de robo, ocultamiento, manipulación y teatro. No es una potencia invulnerable. Es un régimen que sabe que pierde la carrera y que solo le queda una estrategia: fingir.
Las cosas como son
*Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.