De la "anexión de la República de Annobón" al nuevo apodo de Trump: una semana de noticias inesperadas
La República de Annobón pidió ayuda a Buenos Aires, el Gobierno coordinó un rescate sorpresa y en EE.UU. algunos empiezan a dudar de Donald Trump.
Donald Trump no convence a los mercados y lo "rebautizaron". Foto: EFE.
Fue una semana rara en la escena global. Sobre todo por el lugar ocupado por la Argentina en algunas de las noticias que mayor difusión tuvieron. La más llamativa de todas, sin dudas, fue que la República de Annobón estaba interesada en ser parte del país. Todo derivó de un gran malentendido, por supuesto.
La verdad tras el mito de anexión de la República de Annobón
Lo que pretendía República de Annobón, una isla de 17 km² en la costa oeste de África, era ayuda del Gobierno argentino frente a las graves violaciones a los derechos humanos que sufren sus 3.000 habitantes por parte del régimen de Guinea Ecuatorial.
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Los annoboneses son tratados como ciudadanos de segunda por ser de un grupo étnico diferente al dominante en Malabo, la capital del país al que pertenecen formalmente. Los abusos por parte del dictador Teodoro Obiang Nguema —en el poder desde hace 47 años— llevaron a Annobón a declarar en 2022 una independencia unilateral y no reconocida.
Desde entonces busca el apoyo de otros países, y Argentina es uno de los más apuntados por una conexión histórica: en 1778, la isla fue cedida por la corona portuguesa a la española, que la incorporó al Virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires. Orlando Cartagena Lagar, primer ministro en el exilio, visitó Argentina días atrás. A partir de una interpretación equivocada de algunas de sus declaraciones —y de la posterior viralización— se creó la noticia del supuesto deseo del territorio de ser anexado.
Crisis venezolana y la liberación del gendarme Gallo
Una noticia real pero no menos llamativa fue la del gobierno argentino coordinando una operación secreta de extracción en Venezuela. El Ministerio de Seguridad, que conduce Patricia Bullrich, siguió de cerca el rescate de la venezolana María Alexandra Gómez, pareja del gendarme argentino Nahuel Gallo, secuestrado por las fuerzas de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello el 8 de diciembre. Gallo, que estaba de licencia, había ido a visitar a Gómez y a su hijo de 2 años, que habían viajado a Venezuela por trámites personales. El régimen lo acusa de terrorista, imputación habitual a todos los extranjeros secuestrados para ser usados como ficha de cambio en negociaciones con sus enemigos.
En su conferencia de prensa del jueves, Manuel Adorni confirmó que la mujer y el niño estaban bien y que habían sido recibidos por la propia Bullrich, pero no dio detalles del operativo. Si bien ella no tenía pedido de captura, estaba siendo hostigada por un gobierno que está escalando su campaña de represión. El temor ahora es que se desquiten con el gendarme, de quien no hay noticias desde hace meses.
Las redadas y los encarcelamientos masivos son una estrategia multipropósito para Cabello, que se jactó esta semana de arrestar a 20 personas por difundir el valor del dólar paralelo. Tras una dolarización de facto, Venezuela había conseguido calmar los precios y acercarse a una unificación cambiaria. Pero el caos que siguió al escandaloso fraude con el que Maduro fue reelecto el año pasado deterioró todas las variables económicas. Ahora la brecha entre el dólar libre y el oficial se acerca al 50%, y la receta es perseguir a quienes lo cuentan.
Crisis de petróleo en Venezuela y suspensión de nuevas visas
Van a tener que arrestar a mucha más gente en los próximos meses, cuando empiece a sentirse el impacto de la peor noticia que recibió Maduro en mucho tiempo: la decisión del gobierno de Donald Trump de no renovar la licencia que le permitía a Chevron exportar petróleo venezolano a Estados Unidos. Ese negocio representaba el 25% de las ventas totales del crudo socialista y le daba al régimen unos US$ 3.000 millones al año. Un ala importante dentro de la administración Trump había fraguado un acuerdo para renovar la licencia, un poco por su cercanía con Chevron y otro poco por un abordaje mucho más transaccional respecto de la cuestión Maduro. Pero ahí se impuso la línea de Marco Rubio, el secretario de Estado que es hoy uno de los hombres más empoderados del gabinete.
Es su Departamento el que lidera una de las iniciativas más controvertidas del gobierno: la suspensión de la entrega de nuevos visados para estudiantes internacionales. El objetivo es el mismo que lo llevó a pelearse con Harvard: evitar que ingresen al país jóvenes con ideas extremistas y contrarias a los valores occidentales, como muchos de los que formaron parte de las tomas en las que se veían banderas de Hamas y Hezbolá y se prohibía el ingreso de estudiantes y profesores judíos. “Quiero asegurarme de que sean personas que puedan amar a nuestro país”, dijo Trump. Para ello, quiere que haya un escrutinio mucho más exhaustivo sobre el pasado de los aspirantes, empezando por sus publicaciones en redes sociales.
Más allá de los cambios de criterio que se puedan poner en marcha, Estados Unidos va a seguir abierto a los estudiantes extranjeros, que terminan teniendo un impacto extraordinario en la economía. Hay estimaciones que lo cifran en más de US$ 40.000 millones, considerando que muchos de ellos terminan siendo fundadores de algunas de las startups más exitosas del mundo.
Estados Unidos: la negociación por la guerra de Ucrania
El mayor desafío para Rubio sigue siendo conseguir lo que hasta aquí ha resultado imposible: convencer a Putin de llegar a un acuerdo razonable con Zelenski para poner fin a la guerra en Ucrania, como Trump prometió en campaña. La sensación es que está perdiendo la paciencia con su amigo ruso, pero no sabe bien qué hacer para no quedar en ridículo. Porque cada vez que dijo que Putin quería la paz y que un acuerdo era inminente, Rusia respondió con un nuevo ataque masivo y un ninguneo a Zelenski.
Esto llevó al presidente estadounidense a cambiar el discurso. “No me gusta nada lo que está haciendo Putin, está matando a un montón de gente”, dijo después del feroz ataque aéreo del fin de semana pasado, que involucró más de 300 drones y 70 misiles. Horas después agregó: “Putin no sabe las cosas muy malas que evité que le sucedieran. ¡Está jugando con fuego!”. Pero no se anima a anunciar nuevas sanciones. En parte porque no quiere dañar su relación con el Kremlin. Y en parte porque cualquier respuesta podría pecar de ineficaz o de demasiado peligrosa. “La única cosa muy mala que podría haber pasado es la Tercera Guerra Mundial”, lo desafió Dmitri Medvédev, ex presidente y vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso. Tras la amenaza llegó una invitación a Ucrania a negociar la semana que viene en Turquía. Pero no hay muchas razones para creer que pueda haber un cambio significativo en esos diálogos.
Elon Musk: la caída del gran aliado de Donald Trump
Así como subieron las acciones de Rubio en el gabinete, cayeron a cero las de Elon Musk. El hombre de los cohetes, que lideró sin un cargo formal el Departamento de Eficiencia Gubernamental, anunció su salida en medio de críticas por el aumento del déficit público estipulado en el presupuesto que envió Trump al Congreso y que ya obtuvo media sanción en la Cámara de Representantes. El consenso generalizado es que, aunque tuvo el mérito de ser el primero en encarar un proceso de recorte masivo en el Leviatán en el que se convirtió el Estado norteamericano, la falta de método y de experiencia, sumada a la resistencia que enfrentó por parte de los ministros, le impidieron cumplir sus objetivos. Aún más decisivo fue no haber contado con un respaldo definitivo de Trump, que prefiere la alquimia de bajar impuestos sin recortar gastos. A pesar de las diferencias, el Presidente despidió el viernes con honores a Musk, de quien dijo que hizo un “trabajo colosal”.
La caída en desgracia de Musk y de lo que representaba en este segundo mandato del líder republicano es la constatación de los problemas que tiene su enfoque cortoplacista y efectista para lidiar con problemas estructurales. Es lo que pasa con el déficit fiscal y también con el comercial. Esta semana, Trump festejó que un tribunal de apelaciones restableció los aranceles que había suspendido el Tribunal de Comercio Internacional con sede en Manhattan, con el argumento de que la mayoría no se justificaba en la defensa de la seguridad nacional. Todo indica que la Justicia terminará convalidándolos porque son una facultad presidencial. La duda es por su capacidad de cumplir con los objetivos que pretenden, sobre todo a largo plazo.
Sigue la guerra de aranceles entre China y Estados Unidos
En otra evidencia de que los problemas a resolver son más complejos de lo que el presidente cree, Scott Bessent, secretario del Tesoro, contó su frustración con China porque las negociaciones estaban estancadas.
Trump afirmó que había bajado los aranceles del 145% al 30% por compasión con lo mal que la estaba pasando China, pero ahora acusó a Xi Jinping de violar todos los términos del acuerdo preliminar alcanzado.
Donald Trump y su nuevo apodo: "TACO"
Nadie sabe si lo que se viene es una nueva amenaza. Lo cierto es que estas idas y venidas están empezando a perder el efecto esperado. En el mercado bautizaron a Trump con un sobrenombre que lo enfurece: TACO, acrónimo en inglés para “Trump siempre se acobarda”. En otras palabras: anuncia medidas muy extremas, pero luego se asusta por las reacciones adversas y da marcha atrás.
Él lo llama el arte de la negociación, y es verdad que ha conseguido concesiones importantes de otros países. El punto es que la estrategia se está volviendo predecible y que la economía estadounidense necesita mucho más que eso para resolver sus principales desafíos.