Elecciones en Italia

Ganó Meloni en Italia: ¿derecha antiglobalista al poder o “más de lo mismo”?

La victoria de Giorgia Meloni abre incógnitas dentro de la propia Italia y se trasladan a la Unión Europea. Las preguntas las irá resolviendo con el correr de su mandato.

Miguel Díaz lunes, 26 de septiembre de 2022 · 07:00 hs
Ganó Meloni en Italia: ¿derecha antiglobalista al poder o “más de lo mismo”?

El triunfo de Giorgia Meloni marca el fin de una década de gobiernos tecnocráticos y de centroizquierda en Italia. Pero no solo ha vuelto la derecha política a Roma, sino que ‘Hermanos de Italia’ (Fratelli d'Italia), el partido de la futura primer ministro, es sin duda el movimiento más antiestablishment de la alianza que la llevará al poder.

Los comentarios y especulaciones corren en los portales de noticias y en la TV: ¿Meloni es fascista? ¿Podría convertirse en la “oveja negra” de la Unión Europea, hasta el punto de sacar a Italia del bloque continental? ¿O, por el contrario, es “más de lo mismo”?

Empecemos repasando brevemente su trayectoria, qué políticas propone, cómo ha ido cambiando su discurso en el último tiempo y, finalmente, qué podemos esperar de su Gobierno.

Meloni empezó su carrera política en el -heredero del fascismo- Movimiento Social Italiano. Después, el partido se transformó en una versión más “amigable” con el sistema y se llamó Alianza Nacional. Finalmente, esta formación se disolvió para formar el actual Fratelli d'Italia (FdI).

La retórica de Meloni, de 45 años, se puede resumir en la frase “Dios, patria y familia”. De ahí deriva sus políticas puntuales en cuanto a enaltecer la patria y la soberanía, la “mano dura” contra la inmigración ilegal y la defensa de la familia tradicional. En definitiva, nada “extremista” ni “radicalizado”, y más bien de mero sentido común (depende quien lo vea).

Por ejemplo, FdI es el único partido político que criticó con firmeza el excesivo europeísmo, las políticas energéticas “verdes” y las restricciones draconianas por el Covid-19 impuestas por el gobierno del tecnócrata Mario Draghi. Ahora, el ciudadano italiano promedio, considera que todo eso fue un error y que es necesario que el próximo gobierno vaya por otro rumbo.

Entonces, ¿se podría catalogar a Giorgia Meloni como euroescéptica? ¿Podría llevar a Italia a una coalición crítica de Bruselas junto a Hungría y Polonia?

"Con Europa tengo una relación de enamorada desencantada. He creído mucho en ella y la he amado mucho y por eso ahora estoy amargada. Incluso enfadada con los que han tomado un gran sueño y lo han convertido en un parque de atracciones para tecnócratas y banqueros que celebran banquetes sobre las espaldas del pueblo. Se llenan la boca con las enseñanzas de los padres fundadores pero, en realidad, los han traicionado usando sus propios nombres", señala la líder nacionalista-conservadora en su autobiografía (“Yo soy Giorgia”), publicada en 2021.

Allí, dedica largos párrafos a denunciar lo que llama "el pensamiento único europeísta" en clara sintonía con el discurso proveniente de Budapest y Varsovia. Inclusive va un paso más allá y propone que Roma tome la iniciativa de refundar la Unión Europea.

En el libro también destaca el legado del movimiento MAGA (de Donald Trump en Estados Unidos) y llama a formar una alianza con Rusia "para que no caiga en las garras de China".

Puntualmente, en el tema de Ucrania, es evidente que hoy en día hay un desfasaje entre el apoyo del establishment político y el ciudadano al frente europeo contra Rusia. El votante promedio no es que está en contra de Kiev, pero no comparte las sanciones y el sacrificio energético que estas representan para el propio pueblo de Europa. Y eso Meloni lo sabe.

Si nos quedamos con este panorama, es obvio que el nuevo gobierno de Meloni no se llevará muy bien con Bruselas. Sin embargo, su discurso ha ido cambiando en el último tiempo a medida que parecía cada vez más sólida su llegada al Palazzo Chigi, la sede el ejecutivo italiano.

Ejemplos de ello son su apoyo a Ucrania, que no va a impulsar la penalización del aborto y su tono más moderado con respecto a los inmigrantes ilegales, un tema crucial para Italia y para Europa occidental en general.

Algo más difícil de dilucidar es si este mensaje “conciliador” con el establishment marcará la directriz de su nuevo gobierno, o más bien fue una estrategia electoral para calmar los mares turbulentos que ya se habían empezado a agitar en los organismos supranacionales y las grandes corporaciones multinacionales.

En favor de la segunda hipótesis podemos mencionar que, a pocos días de las elecciones, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, amenazó con aplicar un ‘tratamiento húngaro’ a Italia en caso de que Meloni ose criticar a Bruselas.

“Veremos el resultado de las elecciones en Italia (...) Si las cosas salen en una dirección difícil, tenemos herramientas, como en el caso de Polonia y Hungría”, declaró la jefa de la Unión Europea.

Todo esto a pesar de que Meloni había grabado un video -en francés, inglés y español- para tranquilizar a sus socios europeos. En el mismo rechazaba las acusaciones en su contra acerca de que con ella al mando de Roma se viene un gobierno autoritario, el fascismo, la salida de Italia del euro, etc. Pero evidentemente esto no alcanzó.

Además, la líder de FdI expuso las presiones que recibió de la banca internacional, puntualmente del poderoso Goldman Sachs. Según describió, representantes de la banca de inversión y de valores viajaron a Italia para decirle que, si ganaba las elecciones, habría problemas con la deuda pública.

“Los bancos de inversión americanos, no deciden quién debe gobernar en Italia, ni lo deciden los círculos de izquierda, lo deciden los ciudadanos italianos”, respondió la líder de FdI.

Además, hay que aclarar un dato no menor: Italia tiene un sistema parlamentario y FdI deberá gobernar en coalición con otros dos partidos, que si bien se ubican en la derecha política, tienen sus diferencias.

Uno de ellos es el conservador la Liga (Lega) de Matteo Salvini, con quien Meloni mantiene claras sintonías ideológicas. Salvini es un férreo defensor de Vladimir Putin (aunque también ha suavizado su apoyo en el último tiempo) y ha reclamado no solo que se ponga fin a las sanciones a Rusia -argumentando que perjudican más a los italianos que a los rusos- sino que Bruselas debería compensar a Italia por la crisis energética a la que la ha llevado.

El otro miembro de la flamante alianza es el liberal Fuerza Italia (Forza Italia) del veterano Silvio Berlusconi. A diferencia de Meloni y Salvini, Il Cavaliere se inclina por el atlantismo y el europeísmo, e inclusive amenazó -en la recta final de la campaña- con no formar gobierno con quienes sigan el camino de Hungría.

En el domingo anterior a las elecciones, Meloni propuso debatir la cuestión de la soberanía nacional, aunque sin salirse necesariamente de la Unión Europea: “El de la soberanía es un debate que debemos plantear (…) sin tener que decir que nos vamos de la Unión Europea (...) porque vemos por las nubes el precio del gas mientras otros países defienden sus intereses nacionales”, afirmó en una entrevista con la cadena Rai 3.

Sin duda, salirse de un eje geopolítico no es gratis y el respaldo popular es crucial. ¿Será capaz Meloni de soportar esta presión supranacional y corporativista, sostenerse en el apoyo popular y aplicar la agenda transformadora que originalmente tenía proyectada para Italia?

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