Opinión

La guerra informativa: hard power versus soft power

Hoy, así como Rusia goza de una enorme superioridad militar, hay una asimetría similar de soft power informativo a favor de Ucrania.

Fernando J. Ruiz miércoles, 2 de marzo de 2022 · 11:06 hs
La guerra informativa: hard power versus soft power
Foto: GETTY IMAGES

La guerra es también un flujo de noticias. Que va orientando a los actores en el conflicto. Por lo tanto, la gestión de una guerra siempre tiene como uno de sus ejes fundamentales la producción informativa. En este caso, Rusia, quien tomó la decisión de iniciarla, preparó una cascada de sucesos para esa escenografía, mientras que los otros actores internacionales, quizás pensando que no se iba a concretar la invasión, fueron solo reactivos a esa escalera informativa hacia la guerra que diseñó el gran editor ruso.

En su último tramo, entre otros movimientos del plan de corrida hacia la invasión, estuvieron la evacuación de población rusa en las provincias rusófonas, el discurso de Putin sobre la historia de Ucrania, las campañas de desinformación de su prensa afín, la reunión difundida para mostrar la “unidad” en la decisión con su Consejo Seguridad ruso y, por último, su anuncio minutos antes del comienzo de la denominada “operación especial”.

Pero, una vez que las guerras comienzan, el flujo de noticias se vuelve incontrolable, caótico, fragmentado, mentiroso. La neblina comunicacional es un componente decisivo. Que además afecta la voluntad de luchar.

La guerra es voluntad, no armas, como lo demostraron los vietnamitas o, hace muy pocos meses, también los talibanes. Hoy, así como Rusia goza de una enorme superioridad militar, hay una asimetría similar de soft power a favor de Ucrania. Putin apenas logra que una minoría de sus socios o aliados salgan a defenderlo. David tiene el monopolio moral, mientras que Goliat tiene el monopolio de la fuerza. En determinadas condiciones, mal que les pese a los cultores del hard power, eso puede representar por lo menos un equilibrio de fuerzas en la mesa de negociación.

Repuestos de la conmoción, después de que las primeras imágenes no hayan sido de los ucranianos dirigiéndose al combate sino en las rutas, se amasó la voluntad de pelea. Ese momento recordó la veloz llegada de los nazis a París en 1940, porque la sorpresa del primer ataque es decisiva si el país que defiende no fue preparando a su población para una guerra. Pero un símbolo de la diferencia fue que los ucranianos resolvieron destruir sus puentes. Los franceses en 1940 se negaban a dinamitar los puentes para hacer más lento el avance del enemigo, según relataba el corresponsal de La Nación en Francia en aquellos días, Fernando Ortiz Echague.

Si el atacante percibe que se está enfrentando a una guerra del pueblo, donde cada ucraniano va a ser un soldado, el poder militar ruso se relativiza. En estos días el liderazgo ucraniano fue un foco que comunicó con mucha eficacia la voluntad de resistir. Y domina la producción informativa.

Por eso, quizás, para la guerra contemporánea, un actor con carisma puede ser mejor comandante en jefe que un agente de la KGB.

Fernando J. Ruiz

Profesor de Historia y Cultura de la Comunicación

Universidad Austral

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