En primera persona

Ser madre, toda una proeza en esta era

Leire Navaridas desde España nos cuenta su historia de mamá de tres hijos: dos que "son angelitos" y uno que crece en sus brazos.

Leire Navaridas miércoles, 12 de octubre de 2022 · 22:30 hs
Ser madre, toda una proeza en esta era
Leire y su tercer hijo, Lander Foto: Leire Navaridas

Ser madre, según el diccionario de la Real Academia Española, puede ser hasta 18 cosas diferentes, incluida una alcantarilla o cloaca maestra, según la 14ª acepción. Yo me quedo con la primera: Mujer que ha concebido o ha parido uno o más hijos. Y dentro de ésta, con la primera parte: mujer que ha concebido. En pleno auge del debate sobre el aborto a nivel mundial, es importante reivindicar la maternidad desde el momento de la concepción. Porque si no, en caso contrario, nos perdemos estrepitosamente.

Leire esperando a Lander junto a su esposo.
Foto: Leire Navaridas.

Como fue mi caso. En 2009 me quedé embarazada y la idea que me acompañó de forma unánime es que ser madre es un marrón (problemazo). O al menos nadie me dijo lo contrario. Dejar que en una clínica me quitaran ese “amasijo de células” pareció por entonces una buena solución. Total, es inocuo. Es un derecho. ¿Puede acaso un derecho feminista no ser bueno para la mujer?

Al año siguiente, volví a quedarme embarazada. Una nueva pista de cuán desorientadas estamos las mujeres en la vida y, más aún, en nuestra sexualidad que, incluso rechazando ser madres, nos quedamos embarazadas. Aquí vino mi recién estrenado terapeuta al rescate con una frase que le dio todo el sentido a mi vida, pasada y futura: “Leire, deja de destruir y ponte a construir”.

En cuestión de segundos pude conectar con la ilusión de ser la madre de esa nueva criatura que, entre tanto, ya estaba desarrollándose en el seno de mi vientre. Toda una oportunidad de entregarme a lo bonito y lo puro de la vida, tras muchos años de intoxicación (física y relacional). A los tres meses de gestación el ginecólogo de turno, con suma frialdad, me dijo que el corazón intrauterino ya no latía. ¿Qué hice yo? Bloquear todos mis sentimientos, decirme que “fue bonito mientras duro” y a seguir funcionando, que la sensibilidad es carne de cañón cuando se vive en la jungla. O lo que es lo mismo, un sistema social donde no impera o se niega el amor.

Madre e hijo, ya de 2 añitos
Foto: Leire Navaridas

Sin embargo, aunque las cartas magnas de las civilizaciones supuestamente más desarrolladas no se refieran a él, es incuestionable que la vida viene y va hacia el amor. Y es ahí donde ser madre (o padre) es de las mejores posiciones vitales para desarrollar la capacidad de amar y ser amado.

Leire y Lander, puro amor
Foto: Leire Navaridas

Yo soy madre de tres. Uno vivo y dos que no pudieron nacer. Y los tres me han hecho el mayor regalo que se puede esperar: ser madre. He podido de forma espiritual recuperar mi vínculo afectivo con los dos primeros. Porque también soy madre de ellos ¡cómo no! Desde hace unos años -desde que me pude perdonar por haberlos perdido- les llega mi amor y yo soy capaz de
recibir el suyo. Y con el tercero, la experiencia es total. Me faltan las palabras para describir lo que me hace sentir ser la madre de Lander. Un hijo que ha venido a confirmarme -entre otras muchas cosas- que, si sigues por el camino del amor, la felicidad siempre llega.

* Leire Navaridas vive en Madrid, mamá de 3 hijos.

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