Emilio Pettortuti: sobre el futurismo y el cubismo, maestro de la luz
El próximo sábado se cumplen exactamente 50 años de la muerte del más grande de nuestros pintores del siglo XX. Efectivamente, Emilio Pettoruti, nacido en La Plata, en 1892, fallece en París el 16 de octubre de 1971, a la edad de 78 años.
Muchísimo se ha escrito sobre la vida y obra de Emilio Pettoruti. Él mismo nos dejó un libro maravilloso, “Un pintor ante el espejo” en el que cuenta su camino y sus luchas para lograr para sí un sitial privilegiado dentro del arte planetario y a la vez que, en nuestro medio, se aceptaran los conceptos de las nuevas vanguardias. Por añadidura, la Fundación Pettoruti desde 1987 custodia y difunde el legado del maestro.
En este contexto, considero adecuado para homenajearlo, reproducir algunas de sus obras de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. A la vez, en el entendimiento que sería ocioso reseñar en pocas líneas la genialidad del Maestro platense, transcribir los tramos salientes de una nota del lúcido crítico Rafael Squirru publicada en la Revista Américas en 1972, hoy agotada.
La génesis
El período de formación hizo coincidir la década de estudios europeos de Emilio Pettoruti con el auge del estilo futurista en Italia de su residencia y la consolidación del estilo cubista que lo había precedido cronológicamente en el glorioso París de Picasso y Braque. El orden histórico de los aludidos estilos se incorporó a la obra de Pettoruti en sentido inverso.
Primero fue el futurismo con el que entró en contacto al poco tiempo de iniciar su estada europea… Si Pettoruti ingresó pues, como lo hizo, dentro de las nuevas corrientes, fue en base a una profunda convicción que lo llevó como a otros colegas a ganarse la vida con tareas paralelas y así el pintor platense trabajó en decoraciones y dibujando caricaturas en los diarios, lo que, narra, le resultaba bastante penoso.
Lo cierto es que Pettoruti, como todo artista verdadero, tomó del futurismo aquello que le convenía, del mismo modo que Picasso aprovechó el arte negro, o Van Gogh la estampa japonesa.
En los primeros años de la década del veinte Pettoruti pasa por París. Allí visita el taller de Picasso y conoce a Juan Gris por quien siente una noble afinidad.
El énfasis estático y clasista del cubismo resulta afín a su espíritu, aun cuando para esos titanes la luz, principalísima obsesión del maestro argentino, permanecía como elemento subordinado a la forma…
La luz
La luz de Pettoruti no actúa en función de perspectiva aérea, ni es la luz de los impresionistas preocupados por sus efectos; tampoco es la luz barroca que hará las delicias del claroscuro.
Es una luz totalmente abstractizada, independiente, que juega como elemento autónomo. En palabras del artista: “La lógica vino a decirme que si la luz natural conviene a las formas que nos da la naturaleza, esa luz verdadera resulta falsa aplicada a las formas que pensamos. Es necesario, pues, encontrar la luz autónoma para el ente inventado”
Así como en el prólogo del Evangeio, según San Juan leemos que la vida era la luz de los hombres… el mundo del sentimiento transfigura lo opaco en luminoso. No es otro el milagro de la pintura de Pettoruti.
Nuestro más ferviente homenaje a cincuenta años de su partida.
*Carlos María Pinasco es consultor de arte