Historias
Las titánicas (y a veces violentas) batallas del magnate naviero Cornelius Vanderbilt, el primero de los grandes "barones ladrones" de EE.UU.
En Estados Unidos, en la segunda mitad del siglo XIX, un grupo de hombres extraordinarios y controvertidos encabezaron la transformación de este país de una república de granjeros y comerciantes a una superpotencia propulsada a vapor.
Sus nombres -Rockerfeller, Carnegie, J.P. Morgan- siguen siendo sinónimos de fortunas colosales.
Para algunos, estos hombres fueron los heroicos empresarios que hicieron grande a EE.UU. Para otros, fueron plutócratas que llevaron a mujeres y hombres que alguna vez fueron independientes a depender del tedioso trabajo asalariado: los "barones ladrones", que se robaron el sueño americano.
La Grand Central Station, en la ciudad de Nueva York, ha estado repleta de gente desde 1871, con pasajeros que regresan de sus trabajos a su casa.
Con sus techos altos, su vestíbulo gigante y su vasta escalera de mármol, el lugar tiene una escala y una ambición que simboliza perfectamente la era de los "barones ladrones", durante la cual fue construida.
Pero el hombre que financió el Grand Central original, Cornelius Vanderbilt -el primer "barón ladrón"- se crió en un mundo muy diferente.
Vanderbilt nació en 1794 en la bucólica Staten Island, del otro lado de la bahía, al sur de Manhattan. Recibió poca educación formal. A los 11 años ya gestionaba un ferry que conectaba Staten Island con Manhattan.
A los 16 era dueño de una goleta, y comerciaba mercancías en el puerto de Nueva York.
Los capitanes más veteranos se burlaban del serio y ambicioso joven Vanderbilt, llamándolo "El comodoro". El apodo perduró.
"Vanderbilt se crió en circunstancias modestas pero muy orientadas al mercado", dice TJ Styles, autor de "El primer magnate, la épica vida de Cornelius Vanderbilt".
"Sus padres seguían la vieja tradición holandesa de sacrificarse para salir adelante comercialmente. Su madre, de hecho, era prestamista, y era extremadamente frugal".
"Tengo la impresión de que (Vanderbilt) siempre quiso impresionar a su madre, incluso después de que ella murió", señala Styles.
Según el biógrafo, el joven Vanderbilt también era naturalmente competitivo. "Hay muchas leyendas de que peleaba a golpes y hallé expedientes judiciales que lo comprueban", afirma.
"Era un hombre enorme, un atleta y un marino. Y ese deseo de tener éxito, de mostrar que era el mejor, además de superarse a sí mismo, era realmente una clave de su personalidad".
Vanderbilt hizo su primera fortuna en la industria naviera. Dominó cada ruta que manejó. Pero el aristocrático establishment empresarial de Nueva York no consideraba a este joven, apenas educado, como un dinámico emprendedor, sino como problemático trepador.
Vanderbilt llevó su batalla con el establishment a nivel nacional cuando decidió ingresar en el negocio del transporte naviero desde Nueva York a San Francisco, en la costa opuesta del continente.
"El gobierno de EE.UU. había establecido un gran subsidio para los barcos a vapor que llevaran pasajeros y correo y mantuvieran contacto con la costa Pacífica del país", explica TJ Styles.
Además del subsidio, el hallazgo de oro en California hizo que el negocio de los viajes en barcos a vapor a la costa oeste fuera enormemente lucrativo, señala el autor.
Las dos navieras subsidiadas por el gobierno, US Mail, en la costa este, y Pacific Mail, en el oeste, tenían un cómodo monopolio que les generaba fortunas. Lo último que querían era un intruso como Vanderbilt entrometiéndose en su negocio.
Los pasajeros que viajaban desde la costa este con estas empresas tenían que cruzar el Istmo de Panamá en burro, pero aún así parecía ser la mejor forma -y la más corta- de atravesar América Central para llegar al Pacífico. Vanderbilt tuvo una mejor idea.
¿Qué pasaría si pudiera hallar una ruta más cercana a Nueva York y además más fácil de atravesar?
"Encontró una ruta para cruzar Centroamérica a través de Nicaragua, usando el río San Juan y el Gran Lago de Nicaragua, dejando solo una ruta terrestre de apenas 12 millas (19,3 km)", cuenta Styles.
"Su empresa, el Accessory Transit Company, logró un éxito tremendo, incluso compitiendo contra rivales subsidiados".
La implacable estrategia de Vanderbilt superó en astucia a sus competidores establecidos. Pero su triunfo se vio amenazado por alguien incluso más despiadado que él: un aventurero pirático llamado William Walker.
Walker lideró una invasión armada de Nicaragua y tomó las posesiones de Vanderbilt, incluyendo una de sus naves que usó como parte de su ofensiva. Terminó convirtiéndose en el presidente de Nicaragua.
Las noticias de la toma de poder de Walker llegaron a Nueva York el jueves 13 de mayo de 1856. En Wall Street se desató el caos.
Sus propiedades centroamericanas habían sido tomadas y la ruta nicaragüense que utilizaba su empresa había sido cortada. Pero Vanderbilt se mantuvo calmo y preparó su contraataque.
Contrató a un marinero mercenario y lo envió con un cofre de oro a Costa Rica, para que, con ayuda de otros hombres contratados, derroquen a Walker.
"Atacaron uno de los puestos de defensa (de Walker) en el Gran Lago de Nicaragua, bajaron hacia el puerto en el Atlántico y tomaron los barcos a vapor que había allí, y luego subieron por el río, tomando como rehenes a cada uno de los comandantes de los puestos de defensa", recuenta Styles.
"De esta forma, con un rápido golpe, Cornelius Vanderbilt, un ciudadano estadounidense privado, dejó a William Walker sin refuerzos".
El señor Vanderbilt ha demostrado ser un general muy capaz. El enemigo más formidable de Walker condujo su campaña desde Nueva York", publicó el diario The New York Times el 23 de febrero de 1857.
Vanderbilt había demostrado que nadie, ni siquiera un forajido como Walker, podía superarlo. Incluso si tenía que conducir una guerra privada en un país extranjero para probarlo.
La situación en Nicaragua quedó demasiado inestable como para que Vanderbilt retomara su ruta a California por allí. Pero la mera posibilidad de que volviera a competir contra ellos, vía Panamá, fue suficiente para que las dos navieras establecidas, US Mail y Pacific Mail, decidieran darle dinero para mantenerlo lejos.
Durante tres años le pagaron a Vanderbilt la enorme suma de US$40.000 por mes, solamente para que los dejara solos. Hasta que Vanderbilt rompió el acuerdo, empezó a navegar por esa ruta y eventualmente dejó fuera del negocio a las viejas compañías.
Fue en ese momento que surgió el insultante apodo de "barón ladrón", como explica Joanna Cohen de la Queen Mary University of London.
"La gente los odia porque están generando dinero de formas nuevas. Hacen dinero con cosas que las elites más antiguas, los comerciantes veteranos, las familias más establecidas, en especial las familias de la costa este que han dominado los negocios en Nueva York y Boston, no habían pensado antes".
"El apodo 'barón ladrón' no viene de una crítica popular sino de un editorial de 'The New York Times' de 1859", cuenta Cohen.
"Henry Jarvis Raymond, el editor de 'The New York Times', condenó a Vanderbilt por competir exitosamente contra una gran corporación. Raymond escribió que Vanderbilt competía contra negocios legítimos y condenó la competencia como único fin", completa Styles.
Pero Vanderbilt contraatacó, vendiéndose como el defensor de los valores de la revolución estadounidense, el espíritu de la resistencia que hacía grande al país.
"Se dice que siempre soy opositor y que el mismo espíritu de resistencia que hasta ahora ha gobernado muchas veces mis acciones las influencia ahora. En respuesta a esta imputación solo puedo decir que este es el mismo espíritu que fundó esta gran república y que hoy atrae el comercio del mundo a nuestra costas", escribió.
"Para defenderse, Vanderbilt usó el lenguaje del lado más radical del espectro político, que estaba resentido con las corporaciones porque consideraba que creaban una aristocracia artificial", señala Styles.
"Creían que era el Estado, cortando trozos de la economía para el beneficio de unos pocos favoritos".
La carrera de Vanderbilt se extendió durante más de medio siglo y lo convirtió en el hombre más rico del mundo.
La batalla por el negocio del transporte marítimo a California fue solo un episodio de muchos. Y no fue el último.
"En 1863 vendió todos sus barcos a vapor y se dedicó al negocio de los ferrocarriles. Tenía 69 años", destaca Styles. Así, "El comodoro" se convirtió en el "Rey del Ferrocarril".
Vanderbilt era una figura alucinante para un grupo de jóvenes ambiciosos que gravitaron hacia Nueva York durante la época de la Guerra Civil.
Él le mostró a la nueva generación que ganaba en grande en la nueva economía actuando de forma despiadada y veloz.
Cuando construyó la Grand Central Station original, en la calle 42, Vanderbilt creyó que podría dominar el nuevo mundo de los ferrocarriles, como había dominado la industria naviera.
Pero un nuevo "barón ladrón", Jay Gould, un joven determinado de ojos oscuros del norte de Nueva York, 40 años más joven que "El comodoro", se propuso derrotarlo.
Te contaremos más sobre esa historia en el próximo episodio de la serie The Robber Barons.
Puedes escuchar este episodio de The Robber Barons de BBC Radio 4 (en inglés) aquí.
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