Historia

Zoológicos humanos: cuando se puso en duda que los aborígenes fueran personas

En su libro “Cautivos”, el historiador Christian Báez destaca una pieza clave de ese proceso: la industria de los zoológicos humanos, que secuestró y expuso a kawésqar, selk’nam, tehuelche y mapuche y extendió el prejuicio de su inferioridad. Así fue fácil quitarles a sus hijos cuando faltaba servidumbre o entregarlos como esclavos, para que se “civilizaran”. Un informe de Ciper Chile que vale la pena leer.

domingo, 26 de mayo de 2019 · 10:05 hs

*Foto de portada: Cautivos: fueguinos y patagones en zoológicos humanos (Editorial Pehuén; Centro de Estudios Indígenas e Interculturales-CIIR), Colección Centro de Estudios del Hombre Austral (CEHA), Archivo Fotográfico Histórico Armando Braun Menéndez, Punta Arenas, Chile. Autoría desconocida de la imagen.

El exterminio adopta muchas formas. Varias se han usado contra los pueblos originarios de Chile. La que reconocemos más fácilmente es la matanza. Los investigadores Alberto Harambour y José Barrena estudiaron sus causas en el caso de los kawésqar en un paper publicado recientemente. Contra la idea de que el exterminio de este pueblo y de su cultura ocurrió sólo por las enfermedades y la persecución de los colonos, los investigadores argumentaron que la violencia fue favorecida por el Estado chileno, el cual desplegó un discurso en el que los trataba de “barbaros”, “salvajes fuera del tiempo” y que incentivó su deshumanización. Hasta inicios del siglo XX matar a un kawésqar no era matar a una persona, pues el Estado los había declarado “en la frontera de la humanidad y animalidad”, como “extrahumanos que no podían ser sujeto de derecho”, explicó Harambour en una entrevista. La negación estatal de su condición humana, dejó a ese pueblo a merced de los intereses de los marinos, loberos y colonos que los persiguieron, vendieron y asesinaron.

En su último libro, Cautivos: fueguinos y patagones en zoológicos humanos (Editorial Pehuén; Centro de Estudios Indígenas e Interculturales-CIIR), el historiador Christian Báez examina otra forma que adoptó este exterminio. Se trata de la exhibición de estos “salvajes fuera del tiempo” en zoológicos itinerantes, los cuales alimentaron la deshumanización que es necesaria para matar.

Desde fines del siglo XIX y hasta comienzos del XX los zoológicos humanos constituyeron una lucrativa industria a nivel mundial que obtuvo su materia prima secuestrando familias indígenas de diversos rincones del planeta y llevándolas a las grandes ciudades donde las personas modernas y civilizadas se agolpaban a mirar.

Ls portada del libro.

Ese espectáculo ofreció a los chilenos el intendente de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna, durante las Fiestas Patrias de 1873. En su libro, Báez cuenta que en el antiguo Palacio de los Gobernadores (donde hoy está el edificio de Correos, en la Plaza de Armas) el intendente montó la Exposición del Coloniaje “uno de los primeros esfuerzos institucionalizados por recolectar, clasificar y exhibir objetos estimados como representativos de lo nacional”. En la exposición, junto con obras de arte, muebles, tapicería y objetos religiosos, se exhibió a dos hombres y una mujer fueguinos que El Mercurio de Valparaíso presentó como “caníbales” capturados por el gobernador de Punta Arenas, Óscar Viel. Te invitamos a leer más sobre el tema haciendo clic aquí.

EL REY DE LOS ZOOLÓGICOS HUMANOS

El alemán Carl Hagenbeck fue el más exitoso representante de la industria de los zoológicos humanos cuando esta llegó a su apogeo, entre 1870 y 1930, y se extendía por Europa y Estados Unidos (donde destacó Búfalo Bill). Solo para tener una referencia del atractivo que esta industria producía, la exposición de seres humanos de París de 1883 tuvo casi un millón de visitas en un año.

Báez explicó a CIPER que Hagenbeck organizó una red de agentes en los cinco continentes que lo ayudó a secuestrar indígenas para sus exhibiciones. “Hubo una cantidad impresionante de instituciones y personas ligadas a esta industria”, dijo Báez. No solo marineros que cazaban, los empresarios que trasladaban, escenógrafos y fotógrafos. También participaban las sociedades científicas, los Estados y la iglesia: “Todos los poderes se ponían al servicio de este mercado”, explicó a CIPER.

Ejemplo claro de esa influencia es un episodio ocurrido en 1878, cuando la Sociedad de Antropología, Etnología y Prehistoria de Berlín encargó a Hagenbeck un grupo de indígenas. El empresario debía llevar a una familia de kawésqar (que ya había capturado) a Alemania. El entonces gobernador de Punta Arenas, Carlos Wood Arellano, se opuso porque los indígenas “serían arrancados de su hogar sin que fuera posible hacerles comprender ni el objetivo ni la duración de su viaje” y para, además, no avalar el negocio de “empresas que, a mi juicio, no son otra cosa que especulaciones interesadas, en las cuales se juega la vida de estos desgraciados”.

Hagenbeck devolvió a los kawésqar, pero la Sociedad de Antropología alemana insistió. Le pidieron a Federico von Gülich, representante del Imperio Germano en nuestro país, que intercediera a favor de la empresa y avalaron el servicio de Hagenbeck para la ciencia, explicando que de ninguna manera era como los “codiciosos comerciantes de esclavos”. Como aparece detallado en el libro de Báez y Mason, Zoológicos Humanos…, los alemanes le aseguraron al Estado chileno que los “habitantes de Tierra del Fuego, araucanos, etcétera” llevados a Europa serían tratados “de un modo que no ofenda el decoro ni la dignidad”, y el ministro de Relaciones Exteriores, José Alfonso, accedió, poniendo como condición que, de exigirse, debían pagar un “tributo” al fisco. Al año siguiente, una familia de tres tehuelche o aonikenk (un hombre, una mujer y un niño) era exhibida en zoológicos en Hamburgo y Dresde, llevados por Hagenbeck.

Para entonces, la idea de los indígenas como objeto de exhibición ya se había extendido en Chile. La muestra de los “caníbales” organizada por el intendente Vicuña Mackenna fue la primera de varias exhibiciones. Báez explicó a CIPER que, tanto en la investigación para Zoológicos Humanos… como para Cautivos… encontraron hitos que hablan de una incipiente industria nacional. En Cañete, por ejemplo, encontraron un contrato en que se pagaba por los servicios de un grupo de mapuche para hacer una representación del nguillatun a un empresario de apellido europeo. Aunque no profundizaron en el documento (“tema para otra investigación”), a los historiadores les pareció evidente que lo que estaba ocurriendo en Europa también había pasado en nuestro país. “Y no solo fue a nivel metropolitano sino que también a provincial”, dijo Báez.

Cautivos: fueguinos y patagones en zoológicos humanos (Editorial Pehuén; Centro de Estudios Indígenas e Interculturales-CIIR), Archivo Histórico Museo del Fin del Mundo. Banco de imágenes, Ushuaia, Argentina. Autoría desconocida de la imagen.