Salud

Por la inflación, la clase media deteriora su calidad alimentaria

El acceso a alimentos básicos, como los lácteos, la carne y los huevos, se restringe también entre las familias de ingresos medios. Comerciantes aseguran que las compras son más reducidas a la hora de llevar leche, queso o yogurth. Nutricionistas advierten el deterioro en la salud de la población.

Zulema Usach
Zulema Usach viernes, 18 de marzo de 2022 · 07:03 hs
Por la inflación, la clase media deteriora su calidad alimentaria
La inflación ha llevado a que las familias de clase media restrinjan el consumo de alimentos básicos Foto: Maximiliano Ríos/MDZ

Mientras espera ser atendida en la fila de una despensa de Godoy Cruz (Mendoza), María Nuñez (67) acerca su mirada al pizarrón donde aparecen detallados los precios de los distintos cortes de pollo y las milanesas. “Por lo que se ve, han subido mucho los precios”, expresa con resignación la mujer y cuando llega su turno, pregunta si aún quedan algunas “bolsitas” de menudos. Cuenta la dueña de esta despensa que con mayor intensidad, incluso que meses atrás, las personas están llevando menos cantidad de productos alimentarios básicos y restringen el máximo las compras. “Los clientes que por lo general llevaban media docena de huevos cada dos días, hoy compran de a uno o dos. La leche en sachet se está llevando mucho menos, al igual que el queso y el yogurth”, detalla.

Su percepción es la prueba de la crisis alimentaria que ya se vive en el interior de los hogares con ingresos medios, mientras que entre las familias más pobres el hambre sigue deteriorando la calidad de vida, con el consecuente impacto en la infancia.

El contexto se “lee” en números: según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, los alimentos experimentaron el mayor porcentaje de inflación (7,5%), seguidos por el Transporte (4,9%). En tanto que el Índice de Precios al Consumidor avanzó un 4,7% respecto a enero.

Pero también se hace sentir en la lista final al momento de hacer las compras y planificar las comidas que se llevarán a la mesa. Hoy, las quejas no dejan de escucharse frente a las góndolas de los supermercados, y al momento pagar la cuenta final en la caja. Las familias con hijos en plena edad de crecimiento, se preguntan de dónde más podrán lograr ganar algo más de dinero para pagar, ni más ni menos, que el alimento básico de sus hijos. El aumento de los precios es ya casi tan frecuente como ver que cada vez menos personas pueden llenar el carrito.

Inflación que no da tregua

Una caja de leche entera en polvo de una marca intermedia supera los $800 pesos; un sachet de yogurth ya cuesta más de $150; la docena de huevos $220 y una botella de litro y medio de aceite supera los $450. El queso cremoso de segundas marcas ya se compra de a 100 e incluso rodajitas de 50 gramos. El kilo cuesta un mínimo de $1.200, casi lo mismo que un kilo de carne.

Desde finales de 2021, el consumo de carne entre las familias con un nivel medio de ingresos ya había comenzado a mermar, mientras que las estrategias para comprar los productos básicos gastando algo menos de dinero, era una posible alternativa para esquivar las oleadas inflacionarias.

Lo cierto es que hoy, la compra comunitaria en la feria o en los grandes híper, en el actual contexto, pasó a ser un “lujo” que pocos pueden afrontar. “Para hacer esa compra y tener mercadería básica en la despensa por varios días, necesitás mucho dinero. En realidad ahora ni siquiera esa estrategia de comprar entre varias familias y dividir se puede hacer. El dinero no alcanza”, comenta una mamá con hijos en edad escolar mientras espera ser atendida en una carnicería de barrio Parque.

Las frutas y verduras, no han quedado exentas de los incrementos que al mismo tiempo varían según las condiciones climáticas y las variaciones en la cadena que une la producción desde las fincas hasta las verdulerías más pequeñas. Las manzanas o bananas se compran por unidad y pocas son las hortalizas que se compran por kilo, en tanto que aumenta el consumo de harinas. La situación se nota sobre todo, en los sectores más vulnerables, donde las personas que colaboran en los barrios para paliar el hambre aseguran que “el hambre se nota y mucho”.

La recomendación desde el punto de vista nutricional tradicional apunta a que para evitar las enfermedades crónicas no transmisibles, siempre es necesario contar con una dieta equilibrada y balanceada. Las proteínas, las fibras y las vitaminas como así también el calcio, los minerales, los hidratos de carbono, los lácteos y los aceites esenciales presentes en pescados y frutos, constituyen la base para cuidar la salud.

El último informe presentado por el Centro de Estudios sobre Políticas y Economía Alimentaria (CEPEA), realizado en 2021, indica que una canasta alimentaria saludable y sustentable (tradicional) debe incluir, entre otros alimentos de importancia, al menos medio litro de leche por día, 300 gramos de frutas, 400 de hortalizas, 100 gramos de panificados integrales, legumbres, granos o cereales, 125 gramos de carnes y huevos, entre otros.

Saltear comidas porque no alcanza

Pero en el contexto actual es cada vez más complejo acceder a estos alimentos fundamentales. El déficit en la calidad alimentaria de la población se advierte en las consultas médicas. Delia Escobar es pediatra y médica de familia. Destaca que desde hace un tiempo y en sintonía con la escalada de los precios en productos básicos para la primera infancia, se ha visto que en algunos casos se busca hacer saltear en la familia alguna de las cuatro raciones de ingesta alimentaria. “A veces, por ejemplo, se busca estirar la mediatarde para que el niño o niña no llegue con mucho hambre a la cena. Esto es perjudicial sobre todo cuando el paciente ya ha adquirido el hábito de las cuatro comidas”, dice la profesional y aclara que desde hace seis meses se ha notado una baja en la calidad de la alimentación de las familias de ingresos medios. Los volúmenes de lo que se consume es menor en comparación a meses anteriores, asegura Escobar.

“Veo cómo hacen malabares las familias para poder darle a los chicos lo necesario”, dice Escobar y detalla que uno de los cuadros frecuentes registrados en la consulta pediátrica, tiene que ver con los problemas digestivos como consecuencia de la falta de fibras en la dieta básica.

Declive que se "veía venir"

La pandemia y la crisis que trajo aparejada en todos los aspectos marcó el primer punto de quiebre en la calidad de los alimentos que los argentinos ingieren. Los sectores de bajos recursos económicos fueron los que sintieron con mayor crueldad el impacto.

Un Informe del Observatorio Humanitario de la Cruz Roja puso el foco en la calidad de vida de la población durante 2020. Entre los resultados de la encuesta (que incluyó a un total de 2.904 personas) la entidad ya había advertido sobre el déficit en la calidad de la alimentación en Argentina. Cuando se les pidió a las personas que participaron del cuestionario sobre cómo calificaban su dieta nutricional, 37% consideró que la variedad y calidad de los alimentos que ingiere es malo, regular y muy malo. Y casi para la misma cantidad de personas, la calidad de la alimentación se deterioró en comparación a año anterior a la pandemia (2019).

La importancia de la educación alimentaria

Silvina Rodríguez es licenciada en nutrición y jefa del servicio de Nutrición y Alimentación de OSEP. Detalla en sintonía con colegas de distintos departamentos de la provincia, que en realidad es fundamental propiciar una adecuada educación alimentaria a la población. Detalla que, una vez que los pacientes inician un plan alimentario más ordenado, sale a la vista que en realidad, los alimentos procesados e industrializados que venían siendo incluidos en su dieta, son mucho más caros que aquellos que forman parte de un plan balanceado, rico en vegetales, frutas y proteínas, entre otros nutrientes.

“Vemos que muchas veces los pacientes consumen altas ingestas de carbohidratos y eso lleva a generar enfermedades crónicas, con aumento de riesgo cardiovascular”, detalla Rodríguez y aclara que uno de los aspectos que más mencionan las personas en la consulta, tiene que ver con la imposibilidad de comprar alimentos variados desde mediados de mes. Se priorizan por ejemplo, las verduras que puedan ser usadas para guisos. Por eso, en el marco de las pautas de educación alimentaria que se brindan en el interior de los consultorios nutricionales, figura la opción de aprender a aprovechar por ejemplo, los tallos de acelga o las hojas del rabanito o remolacha para diferentes preparaciones.

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