Mil y un relatos

Lo que el silencio nos viene a contar

Bajarle el tono al murmullo constante de nuestras voces internas, dejar de aturdirnos con requerimientos excesivos o que solo vienen de afuera es una manera de encontrarnos para poder sostenernos allí cuando todo parece tambalear.

Diana Chiani sábado, 29 de mayo de 2021 · 07:56 hs
Lo que el silencio nos viene a contar

Por Diana Chiani / Comunicadora, editora y Coach Ontológico Profesional 

IG: @milyunrelatos Correo: escribime@milyunrelatos.com

Este espacio pretende, entre otras cosas, reflexionar acerca del mundo que construimos a diario con las palabras. Las que nos decimos en privado, las que nos conversamos en automático y también aquellas que hablamos en público, los modos en que nos comunicamos con quienes nos rodean. En síntesis, el impacto sutil y poderoso que tienen las palabras en nuestra vida y posibilidades.

Sin embargo, hay algo clave para poder prestar atención a lo que decimos y a lo que ello genera. Se trata del silencio. Porque para escuchar es preciso hacer silencio y no me refiero solo a no hablar en voz alta sino, realmente, a acallar las miles de voces, pensamientos, actividades, deberías, enojos, atrasos y corridas que se agolpan en nuestras conversaciones internas (incluso cuando charlamos con alguien más).

Sé que la meta es pretensiosa y prácticamente inalcanzable a pleno. Me refiero, no obstante, a bajar el volumen a ese murmullo interno a veces constante así como a todo lo que suele aturdirnos desde afuera. ¿Cómo podemos escucharnos si estamos horas en las redes sociales o respondiendo tantos mensajes que al final ni siquiera recordamos qué dijimos? ¿Cómo, si perdemos horas de sueño para colmarnos de información, cosas para hacer o maratones interminables de series que se pueden ver mañana?

Así, estar un rato en silencio no solo puede implicar alejarse por diez minutos de los dispositivos electrónicos sino también de los requerimientos externos a los que muchas veces les damos el poder para que decidan por nosotros.

No es fácil, no obstante, ver los beneficios de callar o bajar la voz. Es que a veces estamos tan desconectados de nosotros que, literalmente, nos aterra lo que podamos oír.

Unos momentos de silencio pueden venir de la mano de la meditación, de sentarnos a escribir en nuestro diario íntimo, de una salida a la naturaleza o de una vuelta a la manzana sin auriculares ni acompañantes. No hay fórmulas más que desearlo.

Pero, por otra parte, escuchar, hacer consciente, la infinidad de pensamientos que “nos llegan” también es un modo de sostener el silencio. Porque lo cierto es que no pasa por hacer votos para no hablar sino, simplemente, por estar con nosotros, saber lo que queremos, lo que nos gusta, las cosas y personas que nos motivan desde adentro, las elecciones que hacemos o lo que ya no queremos más.

Si nos dejamos correr por el tiempo que siempre apremia desde afuera, el riesgo es vivir para lo externo, para los demás y para expectativas ajenas que –cuando desaparecen (porque nos quedamos sin trabajo, nos separamos o la pandemia nos frenó 1000 cambios de un día para otro) no solo no tenemos de dónde agarrarnos sino que ni siquiera sabemos el nombre del salvavidas interior que nos ayudará a salir a flote.  

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