Mil y un relatos: construir el mundo con palabras

Reconocer los propios talentos, una tarea cotidiana

Solemos quejarnos de que el resto no valora lo que hacemos y que tanto en casa como en el trabajo se habla de lo que no salió. Pero, muchas veces, ni siquiera nosotros podemos apreciar de verdad aquello para lo que somos buenos.

Diana Chiani sábado, 22 de mayo de 2021 · 09:37 hs
Reconocer los propios talentos, una tarea cotidiana
Foto: CidadeBrusque.
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Por Diana Chiani / Comunicadora, editora y Coach Ontológico 

IG: @milyunrelatos. Correo: escribime@milyunrelatos.com

Una de las cosas de las que usualmente nos quejamos tanto en el ámbito laboral como en el personal, es de la falta de reconocimiento. Pocas veces nos dicen que algo salió bien o nos felicitan y, ni hablar, de la ínfima –por no decir nula- cantidad de ocasiones en que los nuestros reconocen todo lo que hacemos.

Se trata de un reclamo que puede transformase en enojo, resentimiento o terminar –como por arte de magia- en un escándalo de escalas desproporcionadas por motivos que parecen absurdos.

Subyace aquí la pregunta de cuánto reconocemos nosotros a quienes nos rodean, cuántas veces les decimos lo importante que son para nosotros o la diferencia que hace en nuestra vida los pequeños gestos que ellos tienen como el de convidarnos un café, cubrirnos si tenemos que salir del trabajo o regalarnos esa sonrisa que nos ilumina la mañana.

Nos molesta que no nos valoren, que solo nos señalen lo que no salió bien, pero lo cierto es que ni nos reconocen ni nosotros agradecemos. Y reconocimiento no es estar todos los días alabándonos mutuamente sino, cada tanto, tomarnos un momento para celebrar todo lo que sí vamos pudiendo, lo que sí se va concretando, lo que sale bien todos los días.

Porque aunque son más las cosas que se alcanzan que las que no, solemos poner el foco en lo que falta. Y con las primeras personas que hacemos esto es con nosotros. ¿Cómo reconocer al otro si no somos capaces de mirar de frente aquello para lo que somos buenos?

Todavía hoy hay días en que me cuesta pararme en lo que muchos llaman “recursos”, eso que me sale bien, que me gusta y para lo que tengo “cierto” talento. Y no se trata de vanidad sino de que, directamente, ni siquiera nos damos cuenta de que contamos con esa capacidad.

Sé que muchos no sabemos ni por dónde empezar al hablar de los recursos propios. Y si no, probemos con completar la siguiente frase con palabras positivas, verdaderas y sentidas (no con chistes malos o frases negativas): “Soy bueno/a para…” “Lo que realmente me sale bien es…”. Para el que tenga ganas, la invitación es tomar papel y lápiz y hacer esa lista de talentos personales.

También podemos preguntarle a quienes nos conocen qué ven en nosotros de bueno porque es común que no valoremos aquello que nos sale fácil o de manera natural y creemos que cualquiera puede cocinar delicioso, estar de buen humor casi siempre, dibujar o hacer cálculos.

Ponerle un nombre a nuestras capacidades es el primer paso para reconocernos, saber que sin eso no estaríamos en donde estamos y que solo parándonos en lo que nos sale bien podremos alcanzar aquello que aún no logramos.

A la palabra, no obstante, es preciso abrazarla, hacerla nuestra y poder ponerle una emoción, muchas veces un cuerpo y, sobre todo, consciencia diaria. Se trata, así, de celebrar los pequeños logros, sonreír cuando alguien nos pide eso que solo nosotros sabemos hacer y, sobre todo, valorar nuestra diferencia, lo que nos hace especiales y únicos. Porque para el resto nos reconozca, primero toca reconocernos. Y, tal vez, después no necesitemos tanto de la valoración ajena.

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