Sin vueltas

Las trampas que hacen algunos conductores cuando atropellan gente

Por lo bajo, circula un protocolo para cuando un conductor con poder o dispuesto a pagar buena plata mata a una persona. Secretos de un ambiente donde se mezclan "caranchos", falsos testigos y hasta -aseguran- cómplices que tienen conocimientos de medicina.

Facundo García
Facundo García domingo, 21 de marzo de 2021 · 06:00 hs
Las trampas que hacen algunos conductores cuando atropellan gente
Una escena de la película The White Tiger (2021)

La historia se bifurca cuando el conductor sabe que se mandó "una macana" y está ahí. Acaso el auto sigue en marcha; el cuerpo de la persona atropellada en el suelo, a pocos metros, quizá todavía agonizante. Entonces decide: o se queda y se hace cargo de las consecuencias, o se va y arma una tapadera. Lamentablemente, cada vez son más los mendocinos que eligen la segunda opción: rajar. Sobre todo si hay alcohol o drogas en el medio.

Y si hay demanda, aparece la oferta. Por eso, el que opta por hacer trampa ingresa en un circuito que involucra a algunos abogados, personal hospitalario y hasta testigos "plantados" que pueden ayudarlo a quedar libre o, al menos, a que el castigo se aliviane.

"Lo primero que hacés es chuparte al victimario, sacarlo de la escena. Se juntan con el abogado penalista, hablan de lo que pasó y van evaluando por dónde van a agarrar el caso", cuenta, con los giros idiomáticos del submundo, un hombre con vasta experiencia en estas lides.

Operativo detox

Mientras el abogado empieza a ordenar sus ideas, se inicia el operativo "detox". Si el conductor está borracho, se le dan varios litros de agua para que vaya limpiando su organismo lo más rápido posible. Hasta hace una década, la mayoría de las situaciones se resolvían así. Ahora están también la cocaína y las pastillas, que tardan mucho más en eliminarse.

Es ahí donde entra a la cancha el equipo médico. Según se sabe en el ambiente, hay médicos y enfermeros que -cometa o presión mediante- brindan diuréticos y diversos medicamentos que sirven para disimular el trazo de los estupefacientes. 

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Desde luego, en cualquier eslabón de esa cadena puede haber otro carancho -abogados, testigos, personal de salud- que amenace con dar a conocer lo que ocurrió y pida dinero a cambio. "En ese punto hay que ser cautelosos, porque cualquier enfermero te puede reventar el dato", comenta por lo bajo otra de las fuentes consultadas.

Entrenar testigos

En algún punto de esta secuencia existirá una charla con el conductor para "enseñarle" a declarar. Es verosímil que ocurra lo mismo con algunos testigos, en especial si tienen algún tipo de compromiso -laboral, personal- con la persona que protagonizó el hecho. 

Y no es un invento argentino: en el reciente estreno de Netflix, The White Tiger (Ramin Bahrani, 2021), se muestra cómo un procedimiento muy similar se lleva a cabo en la India.

En uno u otro rincón del mundo, siempre hay alguien vulnerable que se siente presionado para declarar lo que "le dijeron que tenía que decir". No todos se prenden, pero muchos sí

En todas partes

Barrio San Martín (Ciudad), viernes 12 de febrero: Jonathan Alejandro "Chucky" Cerón (28) va a toda velocidad y atropella a Evangelina, una menor de 7 años. La nena se muere y el tipo sale corriendo. Se entrega mucho después, cuando ya no tiene alcohol en sangre, aunque algunos policías aseguran que a cinco días del incidente el hermano del recordado "Morocha" todavía cargaba restos de cocaína en su organismo.

"El escaparse de la escena podría entenderse si el accidente se produce en una situación en la que sentís que te van a linchar. Pero lo que corresponde en todo caso es llamar al 911 y avisar que hay una persona lastimada", analiza en diálogo con este diario la abogada Glenda Wagnest, que lleva años transitando con fluidez -y dentro de la Ley- los casos a deshora. E insiste: "vos podés tener un accidente, pero es incorrecto despreocuparse del ser humano que quedó ahí".

Estancia San Isidro (El Challao, Las Heras), madrugada del 14 de marzo. Mauricio Le Donne se va de una fiesta en su camioneta. Al llegar al ingreso de la propiedad, impacta contra una garita y el derrumbe provoca la muerte del guardia Juan Marcelo Sunagua (39). El conductor deja el vehículo ahí y alguien lo saca de la escena antes de que llegue la Policía. Se entrega muchas horas más tarde, cuando ya es imposible hacerle un test de alcoholemia. El incidente está bajo investigación y no hay certezas, pero la secuencia resulta familiar y es inevitable hacerse preguntas.

Igual de familiar resulta que en Mendoza pueda existir un circuito preparado para sostener a quien pretende profugarse. Como escribió alguna vez Hannah Arendt: cada vez que una sociedad exige como requisito para pertenecer a ella un alto grado de negación, la línea divisoria entre la verdad y la mentira se desdibuja. Entonces aparecen formas sistemáticas, organizadas, de ocultar la realidad

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