Educación

Historias de vida: hay casi 300 niños venezolanos que llegaron a Mendoza para rehacer su vida

“Cada historia es un mundo”. Cada escuela, docente y alumno ha tenido que adaptarse a una nueva forma de afrontar la educación. Hay desfases entre uno y otro sistema, muchos de esos alumnos deben hacer más años de lo pensado.

viernes, 9 de agosto de 2019 · 15:06 hs

Por la crisis en Venezuela, cientos de familias emigraron hacia otros países para encontrar una solución a sus problemas. Con ellos trajeron niños y niñas que se insertaron en los colegios para retomar su educación. La adaptación si bien no es sencilla, ha sido positiva.

En Mendoza hay 288 alumnos que vienen de ese país. De ellos 34 se encuentran en nivel inicial, 162 en primaria y 66 en secundaria, tanto en colegios de gestión pública como privada. Adaptar las instituciones a ellos no es en principio algo difícil porque uno de los factores más importantes como es el idioma, es compartido.

Alumnos venezolanos en Mendoza

Sucede que los años en que se da la educación varían entre nuestro país y el suyo. En Argentina el año escolar se extiende entre marzo y diciembre, mientras que en Venezuela este recorre desde septiembre hasta julio, por lo que los niños llegan generalmente a mitad del año escolar local o natal.

Por otra parte, la educación básica es de 6 años en ese país mientras que acá dura un año más. Por su parte, la educación media local es de cinco años, mientras que en Venezuela es de 3 o 5. Siguiendo esta línea, en Argentina los alumnos pasan por 13 años de formación obligatoria. Por su parte, en su país estos jóvenes pasan por 12 años.

Desde las instituciones consultadas aseguran que los conocimientos que traen los menores superan en numerosas ocasiones a la de sus pares mendocinos. Contar con compañeros extranjeros se convierte en un aprendizaje “culturalmente rico” indica Alejandra, la directora de la escuela “Edmundo de Amicis” donde asisten cinco alumnos venezolanos. En esa escuela los alumnos se insertaron tras una evaluación de nivelación.

A todos ellos se les pide una serie de documentos básicos, pasaporte o documento con el que entraron al país, partida de nacimiento y la certificación de estudios realizados para validar y ubicar en el correspondiente año al chico.

Cumplir sueños

Daire es estudiante del colegio Laprida de Godoy Cruz. Su adaptación, fue rápida y positiva. Llegó en agosto y por eso tuvo que participar como oyente en el quinto grado, año que ella ya había terminado (allí el año escolar se extiende de septiembre a junio, ). Ahora cursa sexto año, es decir que le falta uno más para finalizar la primaria.

Cuenta que sintió nostalgia por el hecho de que sus compañeros ya se graduaron e hicieron el tradicional “rayado de camisas” hace unos meses. “Yo había deseado graduarme con ellos” explicó.

Al principio no fue fácil porque no la trataban bien, pero luego esta situación fue pasando y hoy se siente una mas dentro del grupo, “quiero que me traten como a una persona normal no como a un experimento”, dice.

Reconoce que muchas de las cosas que está aprendiendo en el colegio las sabe desde antes. Lo único que tuvo que aprender de nuevo fue la historia y geografía argentina que por supuesto era distinta en su país.

Su sueño es ser bailarina, un deseo que sus padres apoyaron al llegar a Mendoza. Tal es así que a su rutina en la provincia le sumó clases de tap y jazz.

Su papa y su tía fueron los primero en venir, luego vino ella con su madre y posteriormente sus abuelos. Ellos están muy contentos de vivir en la provincia ya que les “encanta la gente y el clima”. Lo hicieron por la situación económica de su país. Regulo, su padre, es contador público y reconoce que el arribo masivo de venezolanos en países vecinos se convierte en un inconveniente para las autoridades de los países de recibida. Aún así, no apoyan la violencia hacia ellos. “pedimos muy poco, solo queremos que nos acepten” pide la niña.

Daire y su padre Regulo

Una nueva vida

Alan, todavía no cumple su primer año en la provincia. Su experiencia educativa tiene una gran riqueza ya que cuando salieron de su país en 2016, él estaba en tercer grado y pasó dos años estudiando en Colombia.

Este niño de 13 años es fanático de los videojuegos y su sueño es escribir un libro con la historia de su vida. Emigraron de su país por la persecución hacia su mamá Navela, la creciente disminución del valor de su moneda y la falta de medicamentos.

Se trasladaron a Colombia, donde permanecieron dos años. Allí vivieron episodios similares que fueron sumándose al bullying que Alan recibía en el colegio. Estos hechos desembocaron en una crisis en el pequeño que entonces tenía 10 años. Tras estos hechos, le diagnosticaron síndrome de Asperger.

Su adaptación en la educación local al llegar en agosto del 2018 resultó ser, según su madre, “muy enriquecedora”, dado que se adaptó de forma favorable a la escuela. Al comenzar el nuevo ciclo lectivo en 2019 afloraron sus vivencias pasadas y tuvo nuevos episodios que debieron ser tratados con un equipo de profesionales que lo apoyaron y gracias al cual, esta semana se reintegró de forma diaria al colegio.

“La escuela nos ayudó mucho”, recuerda Navela. Y se refiere a la maestra domiciliaria, sistema que no conocía, y a todo el equipo de profesionales que los acompañó: psicólogo, psiquiatra y fonoaudiólogo.

Alan ha pasado por una docena de docentes entre su salida de Venezuela y su “nueva vida” en Mendoza. No todas supieron ayudar en su problema, pero otras le dieron las herramientas para que este niño de 13 años pudiera recomenzar su vida. Paola, docente de la escuela Dr. Agustín Maza es una de las maestras que el pequeño recuerda con mayor cariño.

“A veces me siento solo” reconoce, por esto es que su vuelta al colegio y el apoyo de todo el gabinete que lo acompañó ha sido y seguirá siendo de gran valor.

En cuanto al nivel de educación, “he observado que venimos con buena base de Venezuela, a pesar de creer que le faltaba educación al país” dice Navela. Por esto, el pequeño está completando los contenidos curriculares. Debió hacer una re validación de su educación que fue acompañada con una evaluación para conocer su nivel educativo.

Se encuentra en sexto grado, a pesar de que ya debería estar en el primer año de la educación media. Sin embargo esta decisión se debe a que la prioridad era que socializara con sus nuevos compañeros.

Alan junto a su madre Navela

Esperanza en el futuro

Sofía de la Osa tiene 17 años, lleva un año estudiando en el Liceo Alfredo Bufano de Mendoza. Por su edad, en Venezuela debería estar cursando su primer año en la universidad. Este desfase no le molesta, sino que se alegra de estar en Mendoza porque según explica, los nuevos estudiantes universitarios de su país se han convertido en una “generación flotante”. Esto se produce porque debido a las manifestaciones de los docentes por falta de pago o de servicios, los alumnos pierden más tiempo del que en verdad les lleva la universidad.

A pesar de ingresar en un año inferior, se contenta de haberlo hecho, para ello tuvo que rendir

equivalencias de historia, geografía y arte argentino.

La próxima semana se inscribirá para el ingreso a la carrera de Comunicación Social de la UNCuyo, aunque también la carrera de Medicina llama su atención.

Llegó a Mendoza tras una serie de eventos desafortunados. Se fue de su país natal en busca de un mejor futuro, así fue como llegó a Estados Unidos, donde fue una alumna sobresaliente y se encontró entre los primeros 50 promedios de esa institución. Luego llego a la Argentina con su madre y su hermana, perdió la posibilidad de la Visa, entonces quedó obligada a permanecer en la provincia con su tutor legal. Por el momento no desea volver a su país, “hasta tanto no cambie el presidente”.

En su colegio hay otros dos estudiantes venezolanos, ambos en primer año. Una de ellas fue ingresada en ese nivel a pesar de tener 16 años, que es la edad con la que los jóvenes venezolanos se reciben de la educación media. Esto sucedió así porque no tenía los sellos que acreditan su formación en Venezuela.

La joven venezolana quiere estudiar Comunicación Social