Postales Mendocinas

Ignacio Lucero, un largo y maravilloso viaje hasta los 8035 metros de altura

La prolífica y casi milagrosa vida de este guía mendocino se vio coronada hace días con una cumbre a 8.035 metros, en el cerro Gasherbrum II, en la Cordillera del Karakórum, que forma parte de los Himalayas. 

miércoles, 24 de julio de 2019 · 13:12 hs

Todas las vidas tienen una épica que las sostiene, como una estructura ósea y lábil al mismo tiempo, hecha de verbos y de recuerdos, de azares y decisiones. Toda vida es enfrentamiento con la vida y resolución, pero la de mi amigo Nacho Lucero es una con particulares rasgos de epopeya individual. Iremos hacia atrás, como las buenas narraciones.

Lo volveré a contar: nos conocimos hace más de veinte años, él le coqueteaba a mi novia –su exnovia, por cierto– en la facultad y, entonces, al enterarme, fui a buscarlo al buffet, como un toro herido en San Fermín, dispuesto a partirle la boca, como en las películas. Guía exitoso de montaña con 41 cumbres en el Aconcagua, rulos al viento, carita siempre delatando recientes aventuras contra el viento, look cuidadamente descuidado, Nacho –vaya a saber cómo– encontró las palabras justas y, en lugar de pelear, bueno, terminamos siendo amigos. Por supuesto, aquella hermosa muchacha terminó dejándonos a los dos y recordamos unos versos de Sabina: “aquel idiota y yo, nos hicimos amigos, el día que Maruja nos dejó, por otro idiota”. Sin embargo, ella se fue y Nacho se quedó: vinieron años de cerros y algunas aventuras jubilosas y asados compartidos. Y al día de hoy nos hablamos como si fuéramos una pareja inundada por los celos y planeamos aventruas, como hacen los amigos.  

[MISSING]binding.image.description

Imposible no recordar, entre tantas cosas, aquel 2011, con ataque cardíaco a 7300 en el cerro Manaslú, del Himalaya, en solitario, seguido de un accidente cerebro-vascular, del que despertó en un hospital de Katmandú. Allá fueron a buscarlo y tuvo que aprender a hablar otra vez y caminar otra vez y andar en bicicleta y, años después, el puto tonito francés al hablar aún no se le quita, aunque, bueno, ahora lo usa para hacerse el encantador y habitualmente le da grandes resultados.

Ahora, el compadre clavó cumbre en cerro Gasherbrum II, de 8035, en el Himalaya, al que también se le llama el K4 o Moravi II. Esta vez, Oro, su perro compañero que lo acompaña a todo sitio, no fue de la partida, pues la aerolínea árabe en la que viajarían hasta Pakistán no permitió el viaje del can, que se quedó en Madrid, en la casa de una amiga de Nacho.

[MISSING]binding.image.description

Luego de la expedición, ya en el campamento base, en Pakistán, bastante maltratado por los últimos días, Nacho se repone y, mientras tanto, se planta frente a una notebook para contar las duras maravillas vividas, gracias a esa otra maravilla, aunque digital, llamada Whatsapp.

- Fue una aventura gigante, durísima y me llevó al extremo. Éramos cuatro argentinos en la expedición: el guía mendocino Carlos Tejerina, Pablo Buchbinder, Maria Mackern Oberti, y yo. Estuvimos 40 días, pero, a 6000 metros, Tejerina se rompió la rótula en una caída y los tres bajaron. Entonces, decidí seguir, junto a Alí Muhammad, un porteador que llevaba parte de nuestros equipos y que, a partir de ese momento, se transformó en mi compañero de ruta.

[MISSING]binding.image.description

- Contame cómo lo viviste, a partir de ese cambio, a poco de comenzar la subida…

- Muy bien con Alí; pudimos ir armando los últimos campamentos, hasta tirar cumbre juntos. El último día fueron 12 horas hasta llegar; muchísimo esfuerzo, muchísimo. Y jugué un juego fino: para disminuir la insuficiencia cardíaca, tomé poco líquido y jugué con la deshidratación para arriba. Antes de llegar, debió cambiar medias y hacer ejercicios para recuperar el calor en los pies.

- ¿Y vos cómo estabas?

- Me sentía fuerte, pero muy cansado y tensionado. No sabía cómo iba a responder mi cuerpo caminando a 8000 metros, hacía mucho frío, pero la llevé bien. La alimentación estuvo muy completa y bien pensada, por parte de Pablo. Usamos cosas como aminoácidos, geles, suplementos. Yo siempre he cocinado y comido más rústico, menos científico.

[MISSING]binding.image.description

- Después de la cumbre, imagino que vino lo peor, bajar…

- Sí, en la cumbre estuvimos unos 15 minutos y Alí bajó más rápido al campamento. A mí, se me complicó: empecé a tomar más líquido y me costó muchísimo bajar. Me dormí durante largos ratos, varias veces. Finalmente, llegué al Campo 3, y dormimos y bajamos al Campo 1. De ahí en más fui bajando solo, con mucho manejo de cuerdas fijas, enojándome, puteándome, todo me costaba. Fue un ejercicio de concentración muy grande. En el Campo 1, debimos desarmar todo y me quedé un día más para reponerme, porque bajé con 31 kilos en la mochila.

- ¿Es un descenso técnico, complicado, no?

- Muy complicado. Mientras bajábamos, se nos sumó un gringo que nos entorpeció bastante la bajada, porque en el glaciar no manejaba bien las cuerdas y los códigos de seguridad. Bajamos por la tarde, para que el glaciar estuviera más duro, pero las grietas estaban todas abiertas y todos nos caímos en grietas. Había que ir sacando a los que se caían, algo muy engorroso. Para mí, fue muy tenso, por el estado en el que estaba.

[MISSING]binding.image.description

- ¿Cómo siguió todo?

- Llegamos hasta una parte que se llama La Cascada y una voz me decía “Escuchá tu cuerpo, Nacho”. Entonces, les dije a mis dos compañeros que siguieran. Necesitaba descanso e hice un vivac en la nieve, en la zona de La Cascada: ellos llegaron al campamento base a las 2 o 3 de la mañana. Al otro día, al mediodía, llegué yo y la gente de la empresa Leila Peak, que nos asistió, me regaló una corona de flores. Fue muy hermoso ser recibido así.

- ¿Y ahora, unos días después, como ves tu aventura hasta la cumbre?

- Fue, sin dudas, la cumbre menos emotiva y menos emocional de mi vida. No derramé ni una sola lágrima. Fue cerebral y consciente, estaba jugando un juego de conciencia y no podía gastar energía emocional en nada. Todos mis problemas con la vida y el amor estaban tapados y no podía gastar ni un ápice de energía. Fue totalmente cerebral.

[MISSING]binding.image.description

- ¿Y ya te recuperaste?

- Ya me estoy recuperando. En el campo base he descansado tres días para que se desinflamaran las rodillas, para que volviera a funcionar el riñón y volver a mear y a comer bien, pero de a poquito… Me atendieron muy bien, tienen todos los servicios en la base.

- ¿Y ahora qué viene?

- Ahora, sigo en este campo base a 5200 metros. En un par de días haré 3 días de trekking para juntarme con mis amigos Carlos, María y Pablo, en Skardu, y de ahí volamos a Islamabav y de ahí a Madrid, a abrazarme con mi perro Oro y después, a Mendoza, con toda la gente que amo y que me ha ayudado.

Ulises Naranjo.

Nacho y Oro, en la cumbre del Aconcagua.