Perlitas geniales

Te contamos todos los chismes jugosos y los entretelones que nadie conoce de lo que pasó el 25 de mayo de 1810

Se trató de la reunión social y política más importante: fue el grito de nacimiento de la Argentina. En esta nota te contamos varias perlitas de ese momento crucial, que no figuran en los libros de historia. ¡A leer!

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MDZ Sociales lunes, 25 de mayo de 2020 · 17:33 hs
Te contamos todos los chismes jugosos y los entretelones que nadie conoce de lo que pasó el 25 de mayo de 1810
Perlitas sobre nuestra fecha patria.

En 1810 éramos algo más de 400 mil habitantes en todo el país; y la actual Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se había expandido hasta alcanzar los 6,15 kilómetros cuadrados: era habitada por unos 50.000 habitantes, de los cuales el 65% era blanco, el 30% negro y el 5% mestizo o indígena.

La falta de recolección de residuos, sumada a las aguas estancadas y los animales muertos era una de las causas de enfermedades de la época en una ciudad con apenas dos hospitales y 8 médicos. Las fiebres catarrales, la sífilis, la rabia, la tuberculosis y el tétano eran enfermedades habituales en la Buenos Aires colonial, que había sido víctima de tres epidemias históricas: en 1805 de viruela, de sarampión en 1809 y de disentería entre 1810 y 1812.

El transporte más popular era el caballo y sólo los pudientes se movilizaban en carruaje.

La vestimenta entre la clase alta era confeccionada con telas europeas mientras que la ropa más común entre las clases populares, el poncho o ruana provenía de telares artesanales que tejían la lana de guanaco y vicuña.

La gastronomía incluía comidas como puchero, carbonada, sopa de arroz, guiso, empanadas con carne o pichones; asado de vaca, locro, albóndigas, estofado y zapallitos rellenos. Muchas comidas llevaban carne ya que el ganado era cimarrón y tenía escaso costo o nulo. Los postres más habituales eran la mazamorra, arroz con leche, yema quemada, torrejas y pastelitos con dulce de membrillo o batata.

Las comidas finalizaban con un caldo que se servía en tazas. En cuanto a las costumbres, se puede mencionar que las mujeres asistían a misa acompañadas de sus esclavas, que llevaban la alfombra sobre la que se arrodillaba la señora, porque todavía no existían en las iglesias los bancos para sentarse.

La sesión del "Cabildo Abierto" costó 315 pesos. Con ese dinero se pagaron los 16 botellones de vino, más chocolate y bizcochos que los asistentes consumieron como refrigerio. Además se compraron velas e hilo para colgarlas. También se tuvo que imprimir invitaciones y carteles que se pegaron en las calles y hubo que pagar el servicio de mudanza. Como el Cabildo no tenia asientos suficientes para todos, se trajeron bancos de la Catedral y de las iglesias de la Merced, San Francisco y Santo Domingo.

Los hombres de sociedad que llegaban en carruajes tuvieron que pagar 18 pesos para que los cuidaran, una versión de antaño de los "trapitos cuida coches'' modernos. Y como si esto fuera poco, con el primer grito de libertad también nació el primer "delivery" de nuestra historia, se pagó del erario público, y lo cobró el fondero Andrés Berdial, quien llevó comida a los capitulares que trabajaron hasta tarde. Fueron 73 pesos que se gastaron en este servicio.

El vocal Manuel Belgrano, que tenía 39 años en 1810, era abogado y había ingresado en 1807 en el Regimiento de Patricios con el rango de sargento mayor. Domingo French, de 36, se había desempeñado como cartero antes de iniciar la carrera militar. La Primera Junta le otorgó el grado de coronel.

No todo el mundo pudo concurrir al Cabildo Abierto. Los únicos autorizados además de los políticos y militares eran los vecinos casados, afincados y arraigados en Buenos Aires. En total se reunieron 224 personas.

El integrante más joven de la Primera Junta era Juan Larrea, quien tenía sólo 23 años en el momento de su formación. El integrante más viejo era Miguel de Azcuénaga, de 55 años. La edad promedio de todos los miembros, en 1810, era de 43.

Ese día no hubo escarapelas, ni paraguas, ni peinetones, ni sereno. La escarapela no llegó hasta el año 1812: aquél día hubo cintas. Con respecto a los peinetones, también llegaron mucho después, en 1828. Y sobre los paraguas, puede haber habido dos o tres solamente, porque se trataba de un bien de lujo para la época. El sereno, personaje tan popular en las representaciones populares -“las doce han dado y sereno”-, era quien anunciaba el tiempo, pero tampoco estuvo en 1810, sino que aparece en 1830.

Como el furor de ponerle nombre de un actor famoso o del personaje de una telenovela a un hijo; muchas familias criollas bautizaron a sus hijos con nombres alusivos a la Revolución de Mayo, por ejemplo, Primo, Patricio, Liberato, Patria.

El 2 de junio de 1810 la primera junta fundó el periódico de la revolución de mayo, llamado "La Gazeta de Buenos Aires", mediante un decreto que establecía que "el pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes" y se publicó el primer ejemplar el 7 de junio: fue el precursor de lo que hoy en día se conoce con el nombre de Boletín Oficial de la República Argentina. Si bien su primera aparición fue semanal, con el correr de los años se transformó en una publicación diaria.

Los agentes de Policía debían usar bigote y barba de manera obligatoria en Buenos Aires. Se supone que esto era para darle más aire de autoridad y de rudeza a los agentes del orden y al mismo tiempo servían como identificación cuando estos andaban de civil, sin uniforme.

El debate estuvo lejos de ser civilizado. Al que se le ocurría apoyar al Virrey, lo insultaban a gritos y hasta hubo casos en que algunos oradores poco convincentes fueron escupidos por los más exaltados; de hecho tanta pelea y tan fuertes eran los entredichos, que Alberti murió de un síncope cardíaco el 2 de febrero de 1811, durante una acalorada discusión.

Finalmente 155 cabildantes votaron por la renuncia de Cisneros, y 69 lo hicieron por el mantenimiento del virrey.

La mayoría de los integrantes de la Primera Junta murió en la absoluta pobreza e indigencia y hasta debieron hacerse colectas para poder pagar sus entierros.

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