Cerró para siempre: el restaurante que extrañará una generación entera
Fue uno de los primeros espacios gastronómicos temáticos de Mendoza. Mitad pulpería, mitad "bar con onda", se convirtió en el centro social de la vida nocturna local. Durante mucho tiempo, varios decían que un jueves o un viernes "había que pasar" por El Palenque. ¿Cómo nació? ¿Nunca volverá?
Fueron 18 años de vida colmados de tragos, delicias gastronómicas regionales y mesas de amigos. Años en donde muchos mendocinos "hicieron cola" esperando el turno para entrar, apoyados "en la parecita" y luego de haberle pedido a Fernanda Belmonte, la "chica de negro", que los anote en la lista; mientras otros adentro compartían copas de mousse gigantes y "hacían face", mirando quién estaba, y quién entraba: porque de jueves a sábado sobre todo, era "el" lugar por el que había que pasar.
El Palenque (ande rascarse) fue uno de los lugares más icónicos de la calle Arístides Villanueva. De hecho, uno de los primeros que desembarcaron con un formato de bar-restó cool, y que hicieron que esa arteria mendocina cambie su fachada para siempre.
Lamentablemente, esta nota es una especie de homenaje a un lugar que una generación de mendocinos recordará siempre con muchísimo cariño y melancolía, pues ha quedado ligado a centenares de anécdotas. El espacio cerró sus puertas porque la crisis agravada por la pandemia de Covid-19 le dio la última estocada.
Fue uno de sus históricos dueños quien lo anunció en Facebook. Si bien el ya no era parte del proyecto, Cuando Rodolfo "Chapa" Demo avisó en esa red social que Emiliano Gatti bajaba la persiana de El Palenque, los mensajes de tristeza se multiplicaron por cientos.
Uno de los que escribió de manera más sentida fue Matías Fraga, uno de los fundadores:
Los recuerdos de Matías Fraga
"El Palenque arranca cuando tomamos la decisión de mudar Azafrán a un lugar en donde se pudiera agrandar la cocina; pues en la calle Arístides estaba más pensado como almacén y yo ya veía venir el negocio de restaurante. Nos mudamos a la calle Sarmiento y ese local quedó vacío. Empecé a ver que la Arístides "se ponía 'para bares'?, dice Matías Fraga, uno de los que crearon este espacio.
"Emiliano Gatti acababa de llegar de viaje, vivía en Chile, y le comenté que necesitaba un socio que pusiera la plata para abrir allí un bar. Era muy poco lo que se necesitaba: lo suficiente para tirar abajo una pared de adobe y hacer una de ladrillo. Recuerdo que fueron diez mil pesos. Habíamos hablado con otra gente, pero Emi dijo: 'Le voy a pedir prestado a mi viejo, y nos mandamos nosotros dos'.
"Abrimos con dos pesos con cincuenta; y muy poca noción de cómo hacer para mantener un lugar de ese estilo. Era otra época, y lo que tenía que ver con habilitaciones, arquitectura, etc. también se manejaba diferente. Hicimos todos nosotros: todo fue construido con nuestras propias manos y a base de muchísimo ingenio", cuenta Matías. "Hasta cableábamos con recortes de cables que armábamos nosotros, y amigos ponían música en CD que se nos rayaban, y seguíamos usando igual", recuerda divertido. "Lo que abrimos fue ni más ni menos que el primer bar temático de Mendoza, con el concepto de pulpería".
"Fue un éxito porque la comida era muy simple pero la que la gente quería comer. El ambiente tiraba una onda a campo pero la música era la del momento. Eran contradicciones que hoy quizás son obvias pero en ese momento causaban sensación. Pegó y fue un éxito, e incluso hubo años en que anduvo mejor el Palenque que Azafrán: yo vivía de El Palenque. Cuando decidimos ampliarnos a Chacras buscamos otro socio, y llegó Rodolfo 'Chapa' Demo".
"¿El primer recuerdo divertido? Cuando le poníamos los nombres a los platos: queríamos que tuviese una onda medio viniendo del lunfardo. Por eso se llamaban 'lomo pa' la angurria', 'pacarito no corre, pica' era el pollo picante, el 'mata hambre' era un matambre a la pizza, el postre más pedido era uno de chocolate llamado 'mousse campiona'... toda comida bastante simple, casi de fonda, pero buenísima. Eze Gatti le puso 'El Palenque', porque era polista... yo le agregué el 'ande rascarse'", cierra Matías.
Una charla con Emiliano Gatti
- La tristeza, la congoja de muchos mendocinos cuando recibieron el aviso a través de las redes sociales fue impresionante. ¿Te sorprendió?
- Soy bien consciente que este local marcó a una parte de la sociedad mendocina, y que hay mucha gente que tiene miles de anécdotas en El Palenque. Pero no ha dejado de sorprenderme el cariño de tantos.
- ¿Cómo fue la idea? ¿Cómo nació El Palenque?
- Nosotros abrimos El Palenque durante la crisis del 2001. Era un lugar que lo pensamos en primer lugar para juntarnos con nuestros amigos. En esa época se salía de jueves a sábado, y como se produjo la situación del corralito, la gente no podía viajar o hacer muchas cosas y con la poca plata que tenía, decidió salir a comer.
El Palenque nació como algo muy informal, muy espontáneo, y se transformó en un restaurante que duró casi 19 años. Por eso es que me parece increíble irme encontrando con gente y, sin conocerle la cara, me cuentan que conocieron a sus parejas yendo a tomar algo o a comer allí; o que desde el lunes ya reservaban una mesa para quedarse tranquilos que tenían su lugarcito para el fin de semana.
- ¿Por qué un palenque? ¿Quién le dio esta forma, este concepto?
- En ese momento Matías Fraga era mi socio, de hecho en ese lugar estaba Azafrán. Con Matías éramos muy diferentes, pero coincidíamos en que los lugares tienen que tener un paraguas, un concepto, una imagen cohesionada. Estábamos con la idea de armar, en primer lugar, un espacio de oficinas, porque él tenía muchas sillas de ese estilo; pero mientras pensábamos qué hacer, en un viaje surgió la idea de un espacio gastronómico, y le pusimos El Palenque. Nos inspiramos en el Martín Fierro, de hecho los nombres de los platos los sacábamos del libro y había fragmentos del mismo dando vuelta por el lugar. La identidad era bien argentina.
El lugar tomó una fuerza impresionante: de hecho, yo nunca dimensioné, nunca pensé que iba a pasar algo así. Hubo muchísimos mendocinos que lo tomaron como "el lugar" por el que había que pasar el fin de semana. Era el lugar a dónde estar.
- ¿Fue de un día para el otro la decisión de cerrar?
- Mirá tuve que colocar el aviso de cierre en Facebook porque me seguían escribiendo para pedir reservas. Como tenía que ir respondiendo de a uno que el local bajaba la persiana, opté por hacer un posteo y hacerlo oficial.
Yo estoy muy agradecido. Fue mi fuente de trabajo, y fueron 18 años de historias muy lindas y de laburar con gente maravillosa... pero la gastronomía ya viene golpeada desde hace bastante tiempo y si bien al principio no mirás los números, cuando tenés que empezar a poner mucha plata de tu bolsillo y te encontrás pagando más de 20 ítems entre impuestos, tasas por publicidad, por el uso de vereda, las comerciales, los aranceles por derecho a poner música, y tantos más, te ahogás.
Los últimos años ya eran difíciles en la gastronomía. El año pasado ya notamos una dificultad grande. A esto se le suma que en la calle Arístides ya había mucha competencia -nosotros fuimos de los primeros en aparecer-, y si bien tratamos de aguantar lo más que se pudo, llegamos a un límite. De todos los socios me lo quedé yo, pero la pandemia nos dio la estocada final.
- ¿Ya fue El Palenque? ¿O quizás pueda llegar a volver a aparecer en otro lado?
- Mirá, en lo personal, yo me animé a esta aventura cuando tenía 25 años, estaba en la edad del auge de la noche. Hoy tengo 42 años y no tengo muchas fuerzas para empezar otra vez un negocio de este tipo y tampoco tengo fuerzas para encarar demasiado en este momento de la Argentina. Además mi estilo de vida cambió, es totalmente distinto. Es incomprensible que políticos y jueces se planteen si deben o no bajarse los sueldos, cuando hay muchísima gente sacrificándose.
Hace diez años que soy vegetariano, hace diez años que no tomo alcohol... mi vida es otra. Salvo que haga un Palenque vegetariano... (risas). Creo que es lindo tener un buen recuerdo de lo que vivimos, y de una etapa que mucha gente la siente propia, pero que para mí se cerró. Hoy me toca mirar para adelante y ver qué pasa, qué me depara el futuro, con una sonrisa siempre.