La piedra del escándalo
En el extenso recorrido de la humanidad, el vértigo de los últimos años asusta a algunos, entusiasma a otros y también hay quienes se embriagan de tanto avance científico tecnológico.

Los turistas fueron sancionados por pintar piedras en Potrerillos. Aceptaron los hechos y pidieron disculpas públicamente.
Captura de videoEn el extenso recorrido de la humanidad, el vértigo de los últimos años asusta a algunos, entusiasma a otros y también hay quienes se embriagan de tanto avance científico tecnológico, y hacen uso compulsivo de las herramientas que poseen, sin medir consecuencias.
Concebir hoy la coexistencia de seres no biológicos que escriben, ilustran, hablan, cantan, además de hacer cálculos matemáticos, cuentas que a un hombre (o mujer) llevaría décadas, en apenas un segundo, debería alertarnos. Ya no se trata de la exigua diferencia genética que separa al humano de sus parientes homínidos, como los chimpancés o los bonobos, (98,7% de similitud) que con dedicación y esfuerzo pueden alcanzarnos en la comprensión aritmética simple y en la comunicación simbólica, ahora se trata de máquinas y algoritmos que cuentan con notorias ventajas, por su exactitud, su velocidad y la incapacidad de producir daños de carácter voluntario.
Te Podría Interesar
Mientras en las proximidades de la primera ciudad datada en la historia mundial, Uruk, zona que hoy se debate en una guerra donde la precisión quirúrgica tecnológica de unos somete a la precariedad de las fuerzas opositoras, por estas tierras, el hecho que cobra mayor difusión y despierta un interés supremo es: un puñado de turistas porteños escrachados por un paladín de la defensa estética de la naturaleza muerta.
Sería pertinente, para evitar las náuseas que puede provocar el vértigo, detenerse al menos unos minutos y hacer algo que aún la Inteligencia Artificial no hace: reflexionar.
Tirar la piedra y esconder la mano
Esa figura tan útil para delatar una actitud hipócrita “tirar la piedra y esconder la mano” incluida en El Banquete, obra en la que Platón hacía referencia a Aristófanes, sirve para describir una actitud frecuente en algún periodismo, y también ayuda a detectar qué es lo que despierta curiosidad, qué es lo que fastidia, qué es lo que indigna hoy a una porción bien importante de argentinos. Convengamos que vandalizar el paisaje no es una acción que logre enaltecer a alguien. Y aunque hoy, gracias a las inscripciones cuneiformes descubiertas en la antigua Uruk, podemos enterarnos que han pasado cinco mil años de aquellos mensajes grabados en piedra, ya no es un requisito para transmitir algo andar dejando palabras pintadas en las rocas. Pero también debemos admitir que no reviste ni demasiada singularidad, tampoco creatividad y sin temor a equivocarnos, categóricamente es innecesario
Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado
En rutas de todo el Planeta se pueden ver piedras escritas. Algunos mensajes encriptados, otros propagandísticos, algunos soeces y -como no- muchos amorosos que sólo buscan declarar sentimientos de manera pública. En el caso que nos ocupa, se trató de inmortalizar los nombres de paseantes, con el propósito de ¿con qué propósito? Toda explicación será inescrutable. Y una vez difundida la imagen de personas adultas, suplicantes, cualquier argumento será desechado. Fueron insultados y ridiculizados, primero a través de las redes sociales, luego sancionados con mayor solemnidad por los medios convencionales y como corolario, penalizados por el recto sistema judicial. Una ofensa al prístino decorado natural de la impoluta montaña de Mendoza, una mancha que tiñó de escándalo un acontecimiento que no responde a un hecho inédito y cuyo impacto concreto es de orden visual, estético, o sea un innegable crimen de apariencia.
Piedra, papel o tijera
Ante un panorama en el que el turismo receptivo es una de las actividades más golpeadas, sea por la depreciación forzada del dólar o por los costos inaccesibles para el turismo foráneo, en una Argentina tan amplia, vasta y bella como mal tratada por propios y extraños, suena hasta heroica la actitud en defensa de las bondades telúricas pero, según quien esto firma -y no sobre las piedras- desproporcionada, exagerada y quizá más lesiva que una inscripción pétrea entre decenas de miles.
Increpar con violencia a impensados vándalos para difundir hasta el hartazgo una imagen que conjuga lo torpe con lo bizarro, en un ámbito natural hermoso, pero sobre una ruta que sus deterioros profundos contribuyen a la siniestralidad vehicular y a la muerte prematura de varios, es quizá la mejor postal de una Nación al borde del absurdo, en la que sólo salen gananciosos los que saben y pueden especular con papeles y los que con el pretexto de tijera - metamorfoseada en motosierra-, ponen piedras cotidianas al devenir laborioso de una sociedad que parece anestesiada con el uso rutinario de pantallas, escraches, insultos, ofensas, agravios, burlas y escasísimas ideas esclarecedoras.
Los grafitis, las épocas y las ideas
La enorme difusión del video del héroe escrachador, condenando al escarnio a adultos mayores, difícilmente pueda traducirse en un acto virtuoso. Es más bien la elocuencia de la actualidad distópica que atravesamos. Las letras del aerosol no tuvieron una finalidad de rebelión, tampoco. Se trata de impregnar para la posteridad nombres de ignotos que buscan perpetuarse infantilmente. Lejísimo de la creatividad de los artistas del hip hop o de la audacia de militantes censurados, una piedra andina, hasta que una brigada de lavadores de piedras la erradicó, estuvo escrita sin algún mensaje, ni propuesta, ni siquiera una intención. El vacío más intenso multiplicado por un guardián de la asepsia, que ha llegado hasta aquí, hasta esta columna. Ni la imaginación pobló al poder y tampoco se consagró aquél irreverente “prohibido prohibir” del mayo francés.
La piedra filosofal
En la misma pantalla en la que vimos esa escena condenatoria, que tantas amonestaciones ha recibido, podemos ver a diario crímenes rutilantes, desatinos de toda índole y manifestaciones -otrora inaceptables pronunciadas por las máximas autoridades institucionales del Estado Nacional. También ahí, e igual de inertes, asistimos al decadente espectáculo cotidiano de entrevistas impostadas y cátedras de cualquier disciplina dictadas por atorrantes matriculados de panelistas. Pero lo criminal e intolerable es estropear la faz visible de las piedras.
Obligados a pensar y reflexionar, si acaso estos fenómenos no han sido guionados por algún maldito alquimista que pretende, como en la obra de Ben Jonson, aprovecharse de nuestros apuros y avaricias, de nuestra ambición individual y nuestra ignorancia no aceptada; de la vocación -inoculada a diario- de saciarnos imprecando a los demás, creyendo que en cualquier momento el trío de crápulas será desbaratado con la aparición súbita y emancipadora del caballero Lovewit. Conscientes de que esto no va a ocurrir, es una ocasión interesante para que la sensatez y una cuota de piedad, sea la diferencia infinita entre la nuestra y la artificial