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La silenciosa tragedia que se siembra en Argentina

La falta de escolaridad presencial y las carencias para conectarse generan una brecha educativa mayor de la que ya venía generándose. Según Argentinos por la Educación, cada niño puede perder "hasta dos años" de escolaridad.
Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ
Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

Los alumnos de la escuela de San José, en Lavalle (Mendoza), reciben una guía de actividades fotocopiada y entregada cada 15 días, alternada con algún mensaje de texto que no alcanza a ser una explicación. La metodología se parece más a un intercambio postal de hace un siglo que a los vínculos que se pueden construir hoy, para quienes acceden, con la tecnología. De esa manera cursan la primaria y el secundario hoy muchos alumnos de Argentina y particularmente de Mendoza que aún no tienen acceso al precario mecanismo de presencialidad que se aplica en las escuelas por la pandemia. Ese mecanismo es el mismo que, por ejemplo, se usaba en las escuelas albergue hace más de 20 años, cuando ni siquiera había escuelas secundarias en las zonas alejadas de la provincia.

Pero en las zonas urbanas las carencias son similares. La presencialidad en las escuelas se reduce, en muchos casos, a clases cada tres semanas y con horarios restringidos. Durante el resto de los días, la convivencia con el sistema educativo depende de los recursos tecnológicos. En su mayoría del gran elemento de vinculación: Whatsapp y Facebook. Sí, el sistema educativo depende mucho más de las empresas conducidas por Mark Zuckerberg que de las herramientas creadas por el Ministerio de Educación o la Dirección General de Escuelas. De hecho, 8 de cada 10 niños y adolescentes argentinos que viven en hogares poblres se vincularon con la escuela a través de mensajería instantánea. Dependen, en ese caso, de un celular (el único celular de la familia en muchos casos) y de los elevados costos que ello implica. Es que, además, en Argentina la conectividad hogareña a Internet es también un lujo: en Mendoza solo el 37% de los hogares tiene Internet domiciliaria y la mayoría se conecta a través de un móvil.

Mientras menos recursos tiene una familia, más depende de las redes sociales para acceder a la educación.

Mientras más carencias económicas tiene una familia, más aumenta la dependencia de redes sociales y teléfonos para poder vincularse con la escuela.

Sembrar desigualdad

La brecha educativa se agiganta con la pandemia. Es una tragedia, un golpe al desarrollo humano que se siembra de manera invisible. Pero que, advierten, hay tiempo para revertir. Incluso el impacto de la falta de escolaridad se ha medido.

Por cada medio año de clases presenciales menos, se estima que los niños y adolescentes “pierden” el equivalente a casi dos años de educación. Todo porque las carencias son acumulativas. Así lo advierte un estudio realizado por Argentinos por la Educación. “Las estimaciones indican que los alumnos que han perdido medio año de clases presenciales en segundo grado habrán perdido el equivalente a 1,8 años de aprendizaje cuando estén en tercer o cuarto año de secundaria (según la jurisdicción)”, dice el estudio “Estimación de pérdidas de aprendizaje relacionadas con la pandemia de COVID-19”.

Cómo impacta la falta de escolaridad presencial. 

Como base del análisis se tomaron los estudios PISA, justo el parámetro de medición que el país discontinuará. Además, puede haber un efecto placebo desde la gestión política. El año pasado por necesidad y este por continuidad de la estrategia, se promocionará a todos los alumnos. No habrá repitencia. Fuera de ese hecho, el temor en las escuelas es acostumbrarse a no tener en cuenta el diagnóstico de situación; al autoengaño.

“En la medida que los estudiantes regresan a la escuela, la mayoría muestra aprendizajes por debajo de su plan de estudios. Esto se explica por la interrupción de clases presenciales, pero también porque de por sí los diseños curriculares son demasiado ambiciosos en relación con los niveles reales de aprendizaje de los estudiantes”, advierten desde Argentinos por la Educación.

Los efectos que tendrían las estrategias de ayuda luego de la pandemia.

La clave es tener estrategias para el retorno de las actividades en la escuela teniendo en cuenta lo que ocurrió durante la pandemia. Por eso se plantean tres escenario: un retorno sin estrategias de mitigación; otro con estrategias de “remediación” a corto plazo y otro con estrategias de “reorientación” a largo plazo. Los dos últimos planteos suponen una estrategia profunda de abordaje de parte del sistema educativo para achicar la brecha que se va a generar por la pandemia.

El impacto es más fuerte en los niños de los primeros años de escolaridad. “La pérdida de aprendizaje acumulada representa la pérdida de aprendizaje promedio de todos los niños, ya sea dentro o fuera de la escuela. Las estimaciones en el escenario sin mitigación muestran que las pérdidas de aprendizaje son más graves en los primeros años de estudio. En los primeros años, las pérdidas de aprendizaje tienen más años para acumularse, resta por transcurrir una mayor cantidad de años de la trayectoria educativa”, aseguran.

“Sin medidas que ayuden a los niños a ponerse al día, los estudiantes pueden seguir retrasándose cada vez más incluso después de regresar a la escuela. ..Modelar las pérdidas de aprendizaje proyectadas para los distintos estudiantes y los efectos de aprendizaje de las diferentes estrategias de mitigación puede ayudar a los líderes educativos a planificar la reapertura de las escuelas”, concluyen los especialistas.

Se necesitan medidas actuales para conseguir resultados futuros

La solución es compleja. No porque sea difícil de ejecutar, sino porque, como todo en educación, se necesitan medidas actuales para conseguir resultados futuros. A contramano de lo que las ansiedades políticas mandan.