Género

Opinión: "Todes o no todes: ¿por qué destruir nuestro lenguaje?"

El fenómeno del lenguaje inclusivo y sobre todo el uso de la “e” en las palabras ha generado un debate inusitado en las redes sociales. ¿Todes o no todes?

domingo, 4 de agosto de 2019 · 10:09 hs

Sus detractores/as utilizan burlas constantes e incluso argumentos serios que alegan que no podemos destruir nuestro hermoso lenguaje o que la RAE no lo admite.

Quienes están a favor de utilizarlo argumentan que es necesario para visibilizar tanto a las mujeres como a aquellas personas que no se identifican con uno u otro género.

¿Tiene verdadera importancia utilizar el lenguaje inclusivo?

Imaginemos una ballena sentada en un bar del lejano oeste tomando un Gyn Tonic que lee en su note book el MDZ Online del domingo pasado.

Seguramente nunca nadie había pensado o visto en su imaginario esta escena. La pudimos ver porque la pusimos en el lenguaje.

Es que los seres humanos sólo vemos aquello que nombramos, incluso cuando lo que nombramos no existe. ¿Por qué? Porque vivimos, experimentamos y entendemos el mundo a través del lenguaje. A la inversa, hay cosas que si existen, pero no podemos ver porque no las hemos nombrado. Veamos.

Un ejemplo de esto es el que nos contaban en la escuela sobre los pueblos originarios de América. Se dice que cuando llegó la colonización española, las personas que habitaban el continente no lograron divisar los barcos: jamás habían visto algo parecido y no tenían un nombre en su idioma para referirse a ellos. Relata la historia que quedaron paralizados/as frente al mar, porque lo único que podían ver era la irregularidad en el movimiento de las olas. Luego de un tiempo, al haberlos nombrado, se dice que las personas que se acercaban a la orilla por primera vez podían verlos.

Un caso más actual y de comprobación científica son los estudios realizados por la investigadora y profesora Lera Boroditsky. Entre otros experimentos llevados a cabo para comprobar cómo el lenguaje moldea nuestra forma de pensar ejecutó el siguiente:

En la lengua rusa existen varios nombres para referir a las distintas tonalidades de azul y no así en la lengua inglesa. Al ser expuestas las personas parlantes de una y otra lengua a cambios de tonalidades, los cerebros de quienes hablaban ruso las detectaban y diferenciaban perfectamente y quienes hablaban inglés no. Su conclusión es que “vemos y percibimos el mundo según lo nombramos” Es decir, una vez que le damos nombre a algo, existe en nuestra mente.

Cuando decimos que el lenguaje visibiliza, estamos hablando de algo muy simple: nombrar algo es poder verlo, que exista para nuestro sistema cognitivo. Es permitir a nuestro cerebro dar presencia a algo que a veces ya posee entidad, pero no podemos o queremos ver.

Según estos estudios ¿por qué sería importante ver o visibilizar por ejemplo a las mujeres en el lenguaje?

Porque los seres humanos nos construimos por procesos de identificación, y aquello con lo que nos identificamos se convierte en una potencialidad para nuestras vidas. Exactamente esto es lo que pasaba cuando elegíamos un personaje dentro de los súper amigos, estábamos identificándonos, queriendo ser como ellos/as.

Así, con el uso del masculino y el femenino pasa algo parecido: si yo sólo escucho la palabra diputados, veré hombres en mi imaginario y por lo tanto jamás imaginaré ser uno de ellos. Con diputadas, pasa exactamente lo contrario. No decir diputadas sería como si eliminaran del Comic a la batichica.

¿Y esto qué tiene que ver con el todes? Mucho. Pero veamos qué dice la Rae.

Cuando las mujeres comenzamos a demandar ser nombradas en la realidad por no sentirnos incluidas en el masculino genérico, uno de los argumentos más fuertes tanto de la Rae como del “sentido común”, fue el de la economía del lenguaje: para ellos la palabra Hombre nos abarcaba, y agregar Mujer (o el femenino de una palabra cuando correspondiera) era una repetición innecesaria.

Pero un dato a tener en cuenta, es que ese sentido común que creía que no era importante nombrarnos y que encuentra su voz y autoridad en la Rae, es el sentir común de los hombres y no de las mujeres. Esto porque la Rae nos excluyó expresamente con un argumento muy contundente: “Las señoras no pueden ser parte de esta institución”. Recién en 1978 a 267 años de su creación se incorporó la primera mujer, y de sus casi 500 miembros, sólo 11 han sido mujeres.

¿Y por qué no nos indignamos al leer esto? Porque nuestras mentes están colonizadas. ¿Por quién? Por el lenguaje masculino, que para ahorrar palabras, nos acostumbró a “no vernos” en este y otros espacios.

Otro dato a saber es que la Rae, que es una institución que se define a sí misma como la encargada de unificar la lengua en constante evolución, parece no haber evolucionado mucho en sus definiciones. Veamos sólo una vigente:

Sexo débil: conjunto de las mujeres.

Ante reiteradas solicitudes de que retire este concepto de su diccionario, la institución custodia de la lengua se ha negado. En cambio, ha propuesto agregar a la definición el apartado “con intención despectiva o discriminatoria”.

¿Y con qué otra intención podría querer conservarlo?

La Rae además, en su altísima labor de embellecer nuestro lenguaje ha incorporado a su diccionario (argumentando su uso frecuente) palabras como: dotor, vagamundo, papichulo, almóndiga, toballa, abracadabrante, papahuevos y amigovio, entre otras.

Finalmente (porque hay que decirlo todo), nuestra Real Academia a veces se olvida de sus propias reglas ¿Cómo? Si la primera regla de la Rae es el orden alfabético para ordenar las palabras, entonces ¿por qué en todo los sustantivos y adjetivos se encuentra la acepción masculina primero? Abogado (a), bello (a) y así en todos los casos.

Sabemos que priorizar o nombrar primero jerarquiza. Ante esta distracción: o la Rae se equivocó o las reglas no son tan importantes cuando tenemos otras intenciones.

Dicho esto, alguien podrá pensar que las intenciones de la Rae son verdaderamente sospechosas, que humilla a las mujeres y que por tanto no deberíamos darle autoridad para expedirse sobre la validez o no del “todes”. Pero inmediatamente esa persona sería tratada de anarquista e irrespetuosa con nuestro lenguaje. Y yo me pregunto: ¿No es la Rae la que nos está faltando el respeto a nosotras?

¿Todes o no todes?

En la novela “1984” de George Orwell se propone la posibilidad de una “neo lengua”. Según el mundo que plantea, si se sacan de circulación ciertas palabras, podrían sacarse de la realidad también las ideas y pensamientos asociadas a ellas.

El todes viene a transformar el lenguaje, y esto significa cambiar la manera en que “vemos” el mundo. Aún no sabemos si será la incorporación de la “e” la mejor herramienta, pero si sabemos que tiene muchas virtudes:

1-Nos permite visibilizar a todas las personas en la tarea global de construir la humanidad sin invisibilizar a nadie.

2-Posibilita que todas las personas nos sintamos representadas, nombradas, vistas y que por lo tanto existamos.

3-Evita repeticiones, respondiendo al principio de la “economía de la lengua”

4-Iguala a las personas que incluye evitando las jerarquías, cosa que obligará a la Rae a quitar a los hombres como el “sexo fuerte” en sus definiciones. Esto último, si la Rae se atreve a ponernos a hombres mujeres y identidades no binarias en una categoría de igualdad.

Los países más igualitarios del mundo se han dado cuenta de la importancia del lenguaje y como en el caso de Suecia (que incorporó el pronombre neutro) han comenzado a modificar su estructura. La Rae podrá seguir negando la palabra “todes” como lo hace el gobierno en el libro de Orwell. Lo que no podrá hacer, es eliminar a las personas que se sienten representadas en ella.

Los barcos están llegando a América. Quién quiera ver, que vea.

Emiliana Lilloy-Abogada.

Directora de la Diplomatura en Género e Igualdad (UCH-Fundación Protagonistas)

Directora en IGUALA Consultora