Vitivinicultura

El vino planea su estrategia en cuotas a la espera de un país "normal"

La Coviar recortó de 20 años a 10 la hoja de ruta para intentar capear las tormentas de una economía ciclotímica. Con revisiones periódicas más cortas espera sincronizar cintura al ritmo de la coyuntura.

sábado, 3 de agosto de 2019 · 12:09 hs

La vitivinicultura empezó a trazar su segundo plan estratégico a (esta vez no tan) largo plazo. De los errores se aprende, dicen, y en el caso de la “industria madre” de Mendoza la lección llegó luego de 20 años de azotes de un país en guerra permanente contra la previsibilidad.

Puertas dentro de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar), organismo ejecutor del Plan Estratégico Vitivinícola (PEVI) 2000-2020 reconocen errores propios, sobre todo en las estrategias para el desarrollo del mercado interno, un tanto más maleable que el externo, condicionado principalmente por el dólar.

El PEVI craneado allá por el año 2000, en la ebullición de una crisis en ciernes, veía en 2020 a una vitivinicultura argentina insertada de manera plena en los mercados del norte, un consumo interno fortalecido y las bases sentadas para una curva de crecimiento sostenida.

Desde entonces para el sector (como para casi todo el resto del espectro productivo) la película fue más Indiana Jones que Disney. Devaluaciones, dólar planchado, retenciones a las exportaciones, bloqueo a bienes importados, mercado cambiario paralelo, aranceles para entrar a casi cualquier mercado a excepción del Mercosur...

Una mirada al retrovisor basta para ver que, más que en desarrollar el PEVI, la industria se vio obligada a ejercitarse en malabares de supervivencia.

Con el primer plan casi cerrado, la Coviar admitió, como primera y vital medida, el segundo debe relativizar el concepto de largo plazo. Esta vez será a 10 años, de 2020 a 2030. Y como diez años en este país es, también, una verdadera eternidad, habrá revisiones periódicas de objetivos y estrategias cada 3 ó 4 años.

Con esta premisa comenzaron los talleres regionales para que cada eslabón de la cadena productiva haga su aporte para el PEVI 2030. En el centro del debate están puntos clave como: exportación, competitividad, mercado interno, promoción e innovación.

A los desafíos del primer plan se sumará ahora además uno de peso pesado: el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea que de manera paulatina en los próximos años terminará con las tranqueras abiertas para el vino de uno y otro lado del Atlántico.

Todos estos desafíos requieren, ciertamente, de una visión estratégica para una industria cuyo sector primario requiere de años de planificación. A diferencia de la chacra, no se puede cambiar de varietal de una temporada a otra y, a diferencia de la cerveza, el producto final requiere de largos meses e incluso años para sacar el producto al mercado.

Por eso todo movimiento de pensamiento estratégico resulta imprescindible. Sin embargo, a fin de cuentas, todas las necesidades de la vitivinicultura se reducen a una sola: tener un país “normal”.