Pedro Pascal deslumbra en portada y deja una huella imborrable
En cada entrevista, Pedro Pascal deja algo personal. Tiene muchas historias que contar. Sigue caminando a su ritmo, sin apuro por llegar.

Pedro Pascal a sus 50 años. Foto: Instagram
Pedro Pascal está en su mejor momento. Lidera proyectos grandes como The Last of Us o The Mandalorian, y también se ha convertido en un ícono inesperado. Su presencia en la portada de Vanity Fair lo confirma: todos quieren saber más de él, y no solo por su carrera.
Pedro Pascal un actor con mucho para dar
En una industria que glorifica lo joven, Pedro Pascal desafía esa lógica. A sus 50 años, este actor de raíces chilenas representa algo distinto. Es admirado por su talento, pero también por su cercanía. Hay algo en su forma de hablar, de moverse, de mirar, que genera confianza. Y eso lo hace destacar.
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La sesión de fotos en Vanity Fair mostró un estilo que mezcla elegancia con autenticidad. Nada forzado, todo con una naturalidad que sorprende. El artículo que lo acompaña lo describe como alguien que está donde está gracias al empuje de los suyos. Su familia y amigos fueron su base, incluso cuando las cosas iban mal.
En sus años en Nueva York, vivió momentos difíciles. Perdió a su madre siendo joven, pasó por trabajos lejanos a la actuación y encontró refugio en su perra, su compañera de aquellos días. No fue una carrera de éxito inmediato. Llegó después de insistir, equivocarse y no abandonar el sueño.
Su gran salto llegó después de los 30. Desde entonces, ha encadenado papeles que le dieron visibilidad mundial. Pero él sigue hablando con emoción de las películas que veía en casa y del apoyo de su hermana, quien le preparó un video para su cumpleaños que lo hizo llorar.
La amistad con Sarah Paulson también marcó su camino. Fue un lazo fuerte, sincero, de esos que dan impulso cuando todo parece frágil. Con ella compartió etapas de búsqueda, y hoy la menciona como una figura esencial en su historia. A veces, una persona basta para sostener el rumbo.
Hoy, Pedro Pascal representa una idea diferente de éxito. Una que no exige perfección ni juventud, sino experiencia, calidez y presencia. Lo llaman “Daddy” y él se ríe, porque entiende que es parte del juego. Pero sabe que, detrás del apodo, hay un respeto ganado paso a paso.