Relatos en el aire

Un cuento para Leopoldo Jacinto Luque que eriza la piel

Marcelo Arce le dedicó el segmento "Relatos en el aire" a Leopoldo Luque. "El Pulpo".

MDZ Radio
MDZ Radio martes, 16 de febrero de 2021 · 11:18 hs
Un cuento para Leopoldo Jacinto Luque que eriza la piel

En su espacio de "Relatos en el aire", Marcelo Arce, el conductor de Uno Nunca Sabe le dedicó un cuento a Leopoldo Jacinto Luque, el jugador del seleccionado argentino campeón de la copa mundial de 1978 que murió ayer por coronavirus.

El Pulpo

Esa mañana del 7 de junio de 1978, Leopoldo Jacinto Luque se había levantado todavía con el sabor del triunfo muy fresco. 

La noche anterior, Argentina había vencido a Francia en el monumental 2 a 1 y él había marcado el tanto de la victoria con un golazo. El duelo ante los galos se había puesto muy complicado luego del empate conquistado por uno muy joven Michel Platini. En la primera mitad, Pasarela adelantaba a los de casa desde el punto penal por eso, cuando a los 73 minutos a Luque le llegó la pelota, le pegó con toda la fuerza y toda la convicción que tenía acumulada por dentro.

La pelota rompió con furia el helado espacio en aquella fría noche del invierno en Buenos Aires dominique Baratelli voló cuanto pudo, pero no llegaría nunca. Luque se levantó de su cama todavía con el sonido en su cabeza del estadio celebrando el triunfo que clasificaba los argentinos a la siguiente fase, recordó el abrazo con sus compañeros, los flashes de las cámaras, la fila interminable de periodistas que buscaban la entrevista, cuando de pronto alguien tocó a su puerta. Le avisaron que sus padres estaban abajo para verlo, cuando los encontró de inmediato supo que algo no estaba bien. Leopoldo padre lo abrazó y le dijo_ "Tu hermano chocó y falleció. Estas cosas son así".

Leopoldo Jacinto Luque nació en Santa Fe el 3 de mayo de 1949. Desde muy pequeño todos los caminos lo conducían al fútbol. En una entrevista para El Gráfico recordó que era un niño que iba siempre detrás de una pelota con muchos sueños de jugar al fútbol a gran nivel.

Con su melena larga y su bigote inseparable comenzó a convertir esos sueños en realidad, cuando debutó en 1970 con Unión de su natal Santa fe. En 1975 pasó a River, club con el que vivió sus mejores momentos, estuvo hasta 1980 y luego de un breve paso por el fútbol mexicano marcó su retiro en 1986 jugando para el Deportivo Maipú.

De niño le decían el flaco.  "Era muy flaquito, recordaba, por lo que mis amigos me miraban tan débil que no me permitían ponerme de arquero". 

Pero cuando llegó su etapa como profesional, pasó a ser conocido como "el pulpo",  apodo se lo puso el Tolo Gallego, Se conocieron en una selección juvenil convocada por César Luis Menotti. Luque siempre usaba mucho los brazos para cubrir el balón, entonces un día Gallego dijo : "este es como un pulpo". Y así nació el apodo.

Su padre había sido ciclista hasta los 45 años, incluso llegó a estar federado, y le enseñaba a sus hijos todo sobre las bicicletas. Leopoldo se convirtió en un experto armando cualquier bici. Un día su papá lo mandó a entrenar por un circuito de la costanera de Santa Fe y cuando pasaba por un seminario se encontró con los curas jugando al fútbol. 

- ¿Querés jugar?, le preguntaron.

Recuerda que estaba con zapatillas de ciclista pero se las arregló bien y desde ese día se convirtió en un habitual de los partidos de los seminaristas. El problema era que su papá no lo sabía. El pensaba que Leopoldo regresaba transpirado por el esfuerzo con la bicicleta. Hasta que llegó el momento de decir la verdad. Su padre bajó la mirada algo decepcionado, pero lo aceptó. 

Al año siguiente, cuando cumplió los 12, lo inscribieron en la escuela de fútbol de Unión, pero nunca dejó la bicicleta porque era algo que lo unía no solo con su padre, sino que también con su hermano menor, Oscar  Era habitual verlos con sus bicis por las calles de la ciudad. 

Aquella fría mañana del día del partido ante Francia, Oscar Fernando Luque había salido de Santa Fé para ver a su hermano jugar. No encontró boleto disponible en el micro,  así que logró que su vecino lo llevara en su camión hasta Buenos Aires.

Había mucha neblina y quizá eso provocó el accidente que terminó con la vida del joven de apenas 25 años. Los padres de Leopoldo, decidieron que no le dirían nada hasta el día siguiente para no afectarlo en el partido ante los franceses. Una decisión difícil pero que consideraron necesaria.

Leopoldo Luque prefirió dejar la concentración para encargarse de los trámites para el entierro. Estaba destrozado y había decidido no volver a la Selección. Los jefes militares de la época le ofrecieron hasta un helicóptero para trasladar el cadáver de su hermano, pero él se negó.

"Lo hice todo yo solo. No quería que mis padres pasaran por el difícil momento de reconocer el cuerpo de su hijo en la morgue". 

Para el último partido de la fase de grupos, Luque iba hacia su casa en Santa Fe escuchándolo por la radio el choque ante Polonia. Estaban en su casa ya y lo vio con su familia. Su padre le insistía que tenía que volver a la Selección y luchar por el título. "Leo, tenés que reincorporarte, Tenés que estar... Dios quiso que así sea".

Y eso que su padre le dijo lo tocó. Al día siguiente su tío lo llevó a Rosario, donde Argentina se preparaba para medirse a Brasil. Luque reconoció que en ese partido había estado en el cancha,  pero más como un fantasma. Sin embargo Menotti y sus compañeros lo apoyaban y lo respaldaban. Luego llegó el choque ante Perú en el que marcó dos goles, después la final y el título de campeones del mundo.

Ese mundial, su único Mundial, lo jugó con el número 14. El número que había usado su ídolo desde muy joven, Johan Cruyff. Luque lo calificó como su último gran ídolo y la distribución de números por orden alfabético que usó Argentina para el 78 quiso que a él le tocará la 14.

En su carrera tuvo encuentros y desencuentros, momentos para olvidar y otros para recordar siempre. Como cuando se midió con Beckenbauer en un amistoso entre el Cosmos de Nueva York y la Selección Argentina. Al final del partido buscó al kaiser para pedirle la camiseta, pero le dijo que ya la había comprometido. Esa noche los dos equipos se reunieron para una cena y de pronto Beckenbauer se le acercó para saludarlo y le entregó una bolsa que contenía su camiseta- "mira qué grande como se acordó, hay que aprender de esos gestos", diría Luque años después.

Pero el momento que más lo marcó fue aquella serie de situaciones que sucedieron alrededor de la muerte de su hermano. No olvida como su padre lo animó en medio del dolor por el fallecimiento de su hijo- Perder a un hermano es duro pero perder a un hijo debe ser peor, decía Luque.

Calificó como el mejor partido de toda su carrera el que disputó ante Francia. "Dios  y mi hermano que me miraban desde el cielo, seguro nos ayudaron para ser campeones", decía. "No puedo cambiar la vida de mi hermano por el Mundial. Al final, esto es solo un partido de fútbol que se puede repetir. Pero lo que ya no puedo repetir, es salir a andar en bicicleta con él".

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